28/01/2020, 21:53
(Última modificación: 28/01/2020, 21:53 por Aotsuki Ayame.)
El rostro de Yui pasó por varias tonalidades de color, todas ellas crecientes en ira. El rojo de la sangre, el morado de las nubes de tormenta... Ayame se mantuvo estática, agarrándose las manos en un vano intento por contener los temblores de terror que la invadían. Pero había dado el paso. Ahora no había marcha atrás. Y estaba dispuesta a acatar las consecuencias, cuales fueran.
Y entonces... Soltó una sonora y rotunda carcajada que sacudió todas y cada una de las paredes del despacho.
Ayame no pudo evitar parpadear varias veces, genuinamente sorprendida por aquella reacción.
—¡¡JAJAJAJA, JAJAJAJAJAJA!! ¡Sí, joder! ¡Y encima tienes sentido del humor! Bueno, ahora en serio, dime.
—Yui-sama, es en serio: He liberado a Kokuō, el Bijū de cinco colas que está dentro de mí —repitió, de forma lenta y pausada. No iba a desmentirlo, estaba absolutamente aterrorizada y sus piernas estaban gritándole que saliera corriendo de aquel despacho. ¡O que se tirara por la ventana y huyera volando! ¡Cualquier cosa menos estar allí frente a aquella terrorífica mujer que estaba a punto de descargar su ira sobre ella! Pero se obligó a sí misma a clavar los pies en el sitio y a mantener los ojos en la tormenta. Había dicho que no había vuelta atrás, por mucho miedo que le diera—. Sigue dentro de mí, pero le he liberado de su prisión. Ya no está la jaula que la retenía. Es libre. O, al menos, todo lo libre que puede ser...
Y como si no fuera suficiente con sus palabras, uno de sus ojos se tiñó de aguamarina.
Y entonces... Soltó una sonora y rotunda carcajada que sacudió todas y cada una de las paredes del despacho.
Ayame no pudo evitar parpadear varias veces, genuinamente sorprendida por aquella reacción.
—¡¡JAJAJAJA, JAJAJAJAJAJA!! ¡Sí, joder! ¡Y encima tienes sentido del humor! Bueno, ahora en serio, dime.
—Yui-sama, es en serio: He liberado a Kokuō, el Bijū de cinco colas que está dentro de mí —repitió, de forma lenta y pausada. No iba a desmentirlo, estaba absolutamente aterrorizada y sus piernas estaban gritándole que saliera corriendo de aquel despacho. ¡O que se tirara por la ventana y huyera volando! ¡Cualquier cosa menos estar allí frente a aquella terrorífica mujer que estaba a punto de descargar su ira sobre ella! Pero se obligó a sí misma a clavar los pies en el sitio y a mantener los ojos en la tormenta. Había dicho que no había vuelta atrás, por mucho miedo que le diera—. Sigue dentro de mí, pero le he liberado de su prisión. Ya no está la jaula que la retenía. Es libre. O, al menos, todo lo libre que puede ser...
Y como si no fuera suficiente con sus palabras, uno de sus ojos se tiñó de aguamarina.