29/01/2020, 00:05
Ningún Kage podría haber estado preparado para lo que pasaría a continuación. No lo había estado Hanabi, semanas atrás. No lo estuvo ella. Ni siquiera la Tormenta pudo luchar contra la impresión que le causó escuchar aquella voz femenina. Inmediatamente, Yui se agachó y la agarró por el uwagi, levantándola.
—¡¡Suéltala!! —gritó Yui—. ¡¡Suelta a mi Ayame!! —Agitó al bijuu en forma humana y lo estampó contra la pared—. ¡No perderé a otro Hijo de la Tormenta manipulado en contra de su voluntad! ¡No lo haré! ¡No lo haré! —Con lágrimas en los ojos, una Yui colérica no pudo evitar que Kokuō hablase.
—Y ahora tengo un trato con la Señorita. Porque ella ha sido una de las pocas humanas que ha tenido a bien a escucharme. A escuchar el otro lado de la historia. Ahora somos dos en una, le guste o no. Somos las dos caras de la misma moneda. Y nunca estamos solas.
Yui soltó a Kokuō.
—¡No lo entiendes! —gritó, señalando a la aldea que se extendía más allá del balcón—. ¡Toda esa gente, toda! ¡Toda esa gente tiene familiares que murieron durante aquella pelea! ¡Y todo por qué! ¿¡Por unos crímenes que cometieron unos hijos de puta hace cientos de años!? ¡¡Y a nosotros, qué, Kokuō!! —espetó el nombre con tono burlón—. ¡Mis aldeanos qué coño te hicieron para que mataras a sus hijos!
—¡¡Suéltala!! —gritó Yui—. ¡¡Suelta a mi Ayame!! —Agitó al bijuu en forma humana y lo estampó contra la pared—. ¡No perderé a otro Hijo de la Tormenta manipulado en contra de su voluntad! ¡No lo haré! ¡No lo haré! —Con lágrimas en los ojos, una Yui colérica no pudo evitar que Kokuō hablase.
—Y ahora tengo un trato con la Señorita. Porque ella ha sido una de las pocas humanas que ha tenido a bien a escucharme. A escuchar el otro lado de la historia. Ahora somos dos en una, le guste o no. Somos las dos caras de la misma moneda. Y nunca estamos solas.
Yui soltó a Kokuō.
—¡No lo entiendes! —gritó, señalando a la aldea que se extendía más allá del balcón—. ¡Toda esa gente, toda! ¡Toda esa gente tiene familiares que murieron durante aquella pelea! ¡Y todo por qué! ¿¡Por unos crímenes que cometieron unos hijos de puta hace cientos de años!? ¡¡Y a nosotros, qué, Kokuō!! —espetó el nombre con tono burlón—. ¡Mis aldeanos qué coño te hicieron para que mataras a sus hijos!