29/01/2020, 01:01
—Se ha ido muy pronto —protestó Yui, contrariada por la marcha del bijū—. ¡Todavía tenemos cosas que hablar, Kokuō! ¡Viviendo en Ayame, estás viviendo en mi aldea! ¡Aquí, yo mando! —bramó, y aunque Ayame sabía bien que le estaba hablando a Kokuō, no pudo evitar estremecerse como si el mensaje fuese a ella. Pero, lo que de verdad la impactó, fue ver que Amekoro Yui, la mismísima Tormenta... Estaba llorando—. ¿Qué coño pasa con Kurama, entonces? ¿No tienes los mismos objetivos que él? ¡Voy a estar en contra de ese bastardo! ¡Y si eso te va a hacer interponerte en mi camino... vas a tenerme en contra! ¿¡Me oyes!? ¡Sólo me digno a hablar contigo por Ayame! ¡Por Ayame! Y tú, muchacha —añadió de golpe, refiriéndose de nuevo a Ayame, que se se sobresaltó en el sitio—, tú... cómo se te ocurre hacer algo así. Y menos sin decírmelo. ¡Tienes unos ovarios como dos carruajes, imbécil!
Ella quiso volver a disculparse, pero Yui la empujó y terminó cayendo de nuevo al suelo de culo. Se rio, nerviosa.
—¡Hacer las paces con los bijū! ¡Pero qué cojones! ¡Qué cojones, qué coño, qué mierda joder! ¡En qué mundo de locos nos ha tocado vivir! ¡Primero ese hijo de puta de Kurama con sus Generales, y ahora esto! ¡Esto...! ¡¡NO LO ENTIENDO, ME CAGO EN LA PUTA!! ¡Ojalá estuviera Shanise aquí, no lo entiendo, joder, no lo entiendo!
Ayame, aún respirando de manera entrecortada, no se atrevió a volver a levantarse. En su lugar, cruzó las piernas y apoyó la espalda. Se sentía demasiado débil. Había sido un día muy duro para ella. Demasiado. Más de lo que había soportado jamás.
—Kokuō no quiere saber nada de Kurama... —habló por lo bajo—. Ya rechazó su oferta cuando me revirtieron el sello... e incluso fue a avisar a dos de sus Hermanos sobre lo que planeaba... No va a colaborar con él... De eso... estoy segura... Por eso intentó huir hacia el País del Agua. Sólo quería que la dejaran en paz... Todos —añadió, apoyando la cabeza en la estantería herida.
Ella quiso volver a disculparse, pero Yui la empujó y terminó cayendo de nuevo al suelo de culo. Se rio, nerviosa.
—¡Hacer las paces con los bijū! ¡Pero qué cojones! ¡Qué cojones, qué coño, qué mierda joder! ¡En qué mundo de locos nos ha tocado vivir! ¡Primero ese hijo de puta de Kurama con sus Generales, y ahora esto! ¡Esto...! ¡¡NO LO ENTIENDO, ME CAGO EN LA PUTA!! ¡Ojalá estuviera Shanise aquí, no lo entiendo, joder, no lo entiendo!
Ayame, aún respirando de manera entrecortada, no se atrevió a volver a levantarse. En su lugar, cruzó las piernas y apoyó la espalda. Se sentía demasiado débil. Había sido un día muy duro para ella. Demasiado. Más de lo que había soportado jamás.
—Kokuō no quiere saber nada de Kurama... —habló por lo bajo—. Ya rechazó su oferta cuando me revirtieron el sello... e incluso fue a avisar a dos de sus Hermanos sobre lo que planeaba... No va a colaborar con él... De eso... estoy segura... Por eso intentó huir hacia el País del Agua. Sólo quería que la dejaran en paz... Todos —añadió, apoyando la cabeza en la estantería herida.