30/01/2020, 18:14
(Última modificación: 30/01/2020, 19:18 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
No entendía por qué aquel kusajin estaba tan cabreado, pero tampoco quiso apuntillar más por si el asunto no mejoraba, así que simplemente se encogió de hombros ante su negativa de explicarle qué había ocurrido en su ausencia.
El chico miró a sendos lados y volvió a hablar:
— ¿Conoces algún lugar tranquilo? Ya sabes... lejos de los curiosos.
—Bueno... —intentó hacer memoria, pero no recordó ningún sitio en Minori en aquel momento—. Entremos en cualquier sitio tranquilo.
Comenzó a andar por la calle de la que había venido corriendo esperando a que el desconocido la siguiera. Entre las pequeñas casas habían sitios de descanso, algún que otro bar algo lleno por la hora y, al final de todo justo entre una casa algo abandonada y un corral de una casa atrás del sitio, había un pequeño recinto donde se servían distintos zumos, pero al no encontrarse en temporada de recolección, estaba vacío.
—Entremos aquí —sentenció ella, abriendo la puerta de madera.
El local era pequeño, con unas mesas algo viejas en la zona derecha mientras que la izquierda tenía una amplia madera que servía como barra. Las paredes estaban decoradas con diversas pinturas de viñedos y la luz venía, principalmente, de pequeñas velas sujetas a la pared. No había nadie tras la barra pero se escuchaban algunas voces tras la puerta junto a la barra.
—Es tranquilo —añadió tras entrar, encogiéndose de hombros—. ¿Hola? —preguntó.
Pronto salió un hombre calvo con una larga barba, limpiando un cazo con tranquilidad.
—Hola —saludó con voz suave—. ¿Quieren algo? —preguntó con la misma suavidad con la que había saludado a ambos shinobi.
El chico miró a sendos lados y volvió a hablar:
— ¿Conoces algún lugar tranquilo? Ya sabes... lejos de los curiosos.
—Bueno... —intentó hacer memoria, pero no recordó ningún sitio en Minori en aquel momento—. Entremos en cualquier sitio tranquilo.
Comenzó a andar por la calle de la que había venido corriendo esperando a que el desconocido la siguiera. Entre las pequeñas casas habían sitios de descanso, algún que otro bar algo lleno por la hora y, al final de todo justo entre una casa algo abandonada y un corral de una casa atrás del sitio, había un pequeño recinto donde se servían distintos zumos, pero al no encontrarse en temporada de recolección, estaba vacío.
—Entremos aquí —sentenció ella, abriendo la puerta de madera.
El local era pequeño, con unas mesas algo viejas en la zona derecha mientras que la izquierda tenía una amplia madera que servía como barra. Las paredes estaban decoradas con diversas pinturas de viñedos y la luz venía, principalmente, de pequeñas velas sujetas a la pared. No había nadie tras la barra pero se escuchaban algunas voces tras la puerta junto a la barra.
—Es tranquilo —añadió tras entrar, encogiéndose de hombros—. ¿Hola? —preguntó.
Pronto salió un hombre calvo con una larga barba, limpiando un cazo con tranquilidad.
—Hola —saludó con voz suave—. ¿Quieren algo? —preguntó con la misma suavidad con la que había saludado a ambos shinobi.