2/02/2020, 12:41
Después de un intercambio de conocimiento sobre las ramas que cada uno había empezado a dominar, así como de las fortalezas y debilidades que poseían ambos, llegaron al lugar en cuestión. Echando un vistazo al exterior tampoco parecía un lugar que destacase en nada, parecía bastante conjuntado con lo que le rodeaba. Se alzaba entre la multitud aquel edificio con una puerta de color rojo y, encima de ella un letrero grande de madera roja y letras blancas que rezaba El último grito tal y como les había indicado en el pergamino.
Ambos cruzaron el umbral de su puerta sin dudarlo y entraron a aquel salón de fiestas. No encontraron un bullicio agobiante precisamente. Pero, ¿qué podrían esperar de un salón de fiestas a primera hora de la mañana? Pudieron ver a su izquierda una gran barra que estaba vacía. Solo había un tipo limpiando vasos y demás. A la derecha se localizaba un gran escenario con un micrófono puesta en su caballete, así como un bajo eléctrico también respaldado en su soporte y una batería.
De frente se acercó un tipo rechoncho de unos 50 años más o menos. Sus cabellos, largos y con prominentes entradas eran blancos como la nieve, producto de la edad y probablemente también del estrás. Vestí unos pantalones marrones y una camisa negra en la que se dibujaba una calavera riendo. Por encima, lucía un chaleco marrón oscuro que tenía algún que otro bolsillo. Agitaba la mano saludando a los dos jóvenes.
— ¡Ei, hola! Me temo que habéis llegado demasiado pronto, chicos. El concierto será esta noche
Ambos cruzaron el umbral de su puerta sin dudarlo y entraron a aquel salón de fiestas. No encontraron un bullicio agobiante precisamente. Pero, ¿qué podrían esperar de un salón de fiestas a primera hora de la mañana? Pudieron ver a su izquierda una gran barra que estaba vacía. Solo había un tipo limpiando vasos y demás. A la derecha se localizaba un gran escenario con un micrófono puesta en su caballete, así como un bajo eléctrico también respaldado en su soporte y una batería.
De frente se acercó un tipo rechoncho de unos 50 años más o menos. Sus cabellos, largos y con prominentes entradas eran blancos como la nieve, producto de la edad y probablemente también del estrás. Vestí unos pantalones marrones y una camisa negra en la que se dibujaba una calavera riendo. Por encima, lucía un chaleco marrón oscuro que tenía algún que otro bolsillo. Agitaba la mano saludando a los dos jóvenes.
— ¡Ei, hola! Me temo que habéis llegado demasiado pronto, chicos. El concierto será esta noche
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa