Otoño-Invierno de 221
Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Nivel
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18 |
Exp
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435 puntos |
Dinero
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3400 ryōs |
Ficha de personaje
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Himura Hana Datos básicos
· Fecha de nacimiento: 3r Raiyōbi de Augurio, año 205 (15 años) · Residencia: Uzushiogakure · Género: Femenino · Facultad personal:Yoton · Naturalezas del chakra: Doton Descripciones
· Física: Es una adolescente de poco más de metro y medio, de peso dentro de la media, con los dos pies en la pubertad. Tiene el pelo rubio como su madre, aunque de un rubio un par de tonos más oscuro. A diferencia de antes, se ha dejado crecer la cabellera hasta casi el final de la espalda. Para que no le moleste al combatir suele peinarselo con una trenza en cascada, es decir, se hace una trenza que le va de oreja a oreja y después el resto del pelo cae suelto a su espalda y le llega hasta la mitad de la espalda. De nariz es más bien chata y sus ojos son marrones un tono más anaranjados que de normal. En cuanto a vestimenta, el frío ha hecho que la comodidad para combatir se combine con llevar tanta ropa encima como sea posible. Viste una camiseta interior blanca, sobre la cual lleva una camiseta negra ajustada de manga larga y sobre ésta un chaleco de color anaranjado fino cuya espalda tiene dibujada una gran espiral carmesí. En la parte baja lleva unos pantalones ajustados negros y por encima una pequeña falda gris. Lleva el portaobjetos en el muslo izquierdo y las clasicas sandalias shinobi. · Psicológica: A pesar de normalmente ser madura para su edad, tiene sus altibajos como todos acentuados por la pubertad. Suele ser sociable y alegre, pero sobre todo es educada y respetuosa, algo que se le enseña a cualquier uzujin. Si alguien es insufrible o exhasperante, puede soportarlo respetuosamente siempre que no tenga que ser durante periodos largos de tiempo. Tiene un fuerte sentido de la justicia, intentará hacer siempre lo correcto y lo justo. Le gusta el bosque y los animales, odia especialmente a los maltratadores tanto de animales como de personas. Aún es joven, por lo que hay muchos temas en los que aún no tiene una opinión consolidada. Respeta a la gente más inteligente que ella y desprecia a los que se creen superiores solo por el rango. Aunque no llega al odio, sí que desconfía de los ilusionistas, ya que es incapaz de entender o imitar sus malas artes. A excepción del Genjutsu, el resto de cosas le despiertan una curiosidad casi siempre tiene que saciar. En cuanto a comidas, las prefiere dulces tanto para comer como para hacer. Raramente le hace ascos a nada, incluso el pescado, repudiado por muchos, a ella no le parece tan malo si está apropiadamente cocinado. Lo que no puede ni ver es la piña, solo olerla la pone de mal humor. Su posición respecto a su súbita fama por besarse con una idol es de indiferencia. Siempre que no la atosiguen, no tiene problema en hablar con fans de Shizuka y explicarles que se trata de un error, en caso de que se pongan violentos, obviamente intentará escapar o pelearles. Ella sigue defendiendo que no es, ni ha sido nunca, pareja de la cantante. Solo fue un beso. No da autógrafos ni fotos voluntariamente, ya que no tiene nada de mérito lo que hizo. La joven kunoichi tiene cicatrices de las que no se ven, creadas principalmente por la muerte de sus padres y la soledad posterior. La única persona que siente como familia es Himura Ren, una kunoichi de Ame con la que autoproclamó una hermandad. Sin embargo, después del atentado en los Dojos, en el cual estuvo presente, dejó su puesto como kunoichi por haber fallado y haber dejado que el miedo la superase. Meses más tarde, Uchiha Datsue, ahora Uzukage, dio un discurso que alentó a toda la villa a enfrentarse a Kurama y el peligro que representa. Hana tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para volver a coger su bandana, teniendo que lidiar con haber huido no solo de la batalla en los Dojos y de sus responsabilidades, sino de su hermana Ren, a quien no contestó ni una carta. Atributos
· Nivel: 18 • Fuerza: 30 • Resistencia: 40 • Aguante: 40 • Agilidad: 40 • Destreza: 50 • Poder: 50 • Inteligencia: 60 • Carisma: 60 • Voluntad: 20 • Percepción: 50 • PV: 190 • CK: 250 Facultades
• Facultad personal (Yoton): 40
Inventario
- Hitai-ate [En el cuello colgada] - Kodachi [En su vaina, en el lado izquierdo de la cintura] (希, grabado en la base de la hoja) - Saigo no torikku [En el pelo como accesorio] -Portaobjetos básico [bordado en el costado izquierdo] [7/10] - Kemuridama - Hikaridama - Otodama - Shuriken -Comunicador avanzado -Chīsana Makimono (x2) Méritos y defectos
¤ Estrellato a la fama (Botín)
Después de besarte con toda una superestrella mundial de la canción como Shizuka, los medios de comunicación de Ōnindo no tardaron en hacerse eco y las noticias han corrido como la pólvora. Gracias a ello dispones de una fama y la gente conoce a la perfección tu cara. Eso puede servirte para aprovecharlo a tu favor o puede perjudicarte en función de la situación.
¤ A contracorriente (coste de 1 punto, gratis para Uzushiogakure) Las corrientes moderadas de viento no te frenan ni te causan malestar en los ojos, que puedes mantener abiertos. Puedes estabilizar tus pies cuando caminas por encima del agua incluso con un oleaje fuerte. Los personajes de Uzushiogakure tienen este mérito desbloqueado de manera totalmente gratuita.
¤ La naturaleza te lo da (coste de 1 punto) Puedes caminar entre frondosas porciones de tierra y saltar entre árboles de selvas espesas más rápidamente que el resto. Te orientas mejor en un bosque que cualquier otro ninja. Los personajes de Kusagakure tienen desbloqueado este mérito de manera totalmente gratuita.
¤ Adaptación social (coste de 1 punto) Te adaptas en cuestión de minutos al ambiente y costumbre de lugares ajenos a tu hogar. Incluso aquellos que padecen de Xenofobia dejan de sentir recelo hacia ti.
¤ Ventaja genética (coste de 3 puntos) [Espiritu Animal] La poseedora de este merito tiene una afinidad inherente con los animales. No se sienten amenazados por su presencia y, por lo tanto, no la atacan ni se esconden de ella. Los más grandes o salvajes simplemente la ignoran como si fuese un elemento más del bosque, sin embargo, los más pequeños o dóciles sienten confianza cuando está cerca, como si de un adulto de su manada se tratase. Gracias a esta habilidad, ha desarrollado una facilidad inusual para calmar a animales alterados, enfadados o heridos.
En combate, si ha de enfrentarse a un animal especialmente feroz o irracional, esta habilidad no da ninguna ventaja inherente. En situaciones de tensión en las que haya animales domesticados, que no entrenados, o salvajes, estos tenderan a posicionarse de su lado. En el caso excepcional de animales entrenados, bestias u otro tipo de criaturas, la extensión de esta ventaja genetica queda sujeta al narrador o al usuario controlador de dicho animal o criatura. Así mismo, la efectividad de esta Ventaja Genética está intrínsecamente relacionada con el Carisma del personaje. A mayor sea el atributo mayor será su efecto. Como última nota, pueden darse efectos adicionales a los descritos aquí siempre en relación a animales y a discreción del Narrador.
¤ La curiosidad mató al gato (otorga 1 punto)
Sientes una terrible curiosidad por todo lo encerrado, prohibido u oculto, lo que a veces te lleva a cometer actos de imprudencia sólo para satisfacer esta manía de saber lo que hay detrás de todas las cosas.
¤ Negado en "Genjutsu" (otorga 2 puntos) Niega el derecho al uso de una facultad en toda la vida como shinobi, y ésta deberá permanecer en 0 puntos. No se incluye la negación de la facultad personal.
¤ Trastorno psicológico (otorga de 2 puntos) [Caprichosa] La poseedora de este defecto se encapricha de objetos inanimados y siente el impulso incontrolable de que sean de su propiedad. Solo es un capricho, así que no le dura mucho cuando ya lo ha conseguido. Durante los episodios, se olvida de todo lo que no sea conseguir ese amado objeto, primero por la vía fácil, verbalmente, sobornando o convenciendo, y si eso no funciona, por la vía difícil, intimidando o robando. Tras un tiempo, volverá en sí y, en caso de que sea necesario, devolverá dicho objeto a su legitimo dueño.
Si existe un gran peligro en conseguir dicho objeto por la fuerza, podrá disuadirse, adquiriendo el defecto Colérico durante el resto de la trama o del día, si es una trama larga. Este defecto solo puede tener por objetivo objetos inanimados, nunca seres vivos, dichos objetos no tienen porque tener un valor economico alto ni ser preciosos, puede ser una prenda de ropa, un arma o incluso una piedra con forma extraña. Los efectos del defecto son más controlables contra más alta es la Voluntad. |
Historia
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Himura Kazuo es el hombre a cargo de una familia de tres, compuesta por él, su mujer, Himura Keiko y su hija Himura Hana. Su mujer padece una extraña enfermedad, una versión más agresiva de la que provoca los "Huesos de Cristal" y, a pesar de su condición, se esfuerza por llevar una vida normal con su hija. Kazuo, por otro lado, es un shinobi clasificado en el grupo de los "Eternos Genins", por mucho que lo intente, nunca consigue subir de rango, así que hace pequeños trabajos cotidianos como misiones D. No es mucho pero se gana la vida con una sonrisa.
Himura Kazuo es un hombre alto, aunque de poca corpulencia, más bien endeble, sin embargo, a pesar de su aspecto tiene un aguante excepcional. Tiene el cabello negro y largo, ya que no suele entrar en combate casi nunca y no tiene necesidad de recortarselo, recogido en una larga coleta que le baja hasta la mitad de la espalda. Suele vestir ropa holgada de colores apagados, pues se ensucia con frecuencia en sus "misiones", que suelen ir de arreglar algo o perseguir perros. Himura Keiko es una mujer palida y delgada, no muy alta y de complexión, obviamente, débil. Tenía un cabello rubio tan rubio que parecía blanco, lo cual era toda una ventaja para cuando le salían canas, apenas se diferenciaban. Vestía largos vestidos de colores claros y patrones florales, acompañados, en los días más frios, con una rebeca. En su juventud también fue kunoichi, pero sus misiones pueden contarse con los dedos de una mano, tuvo que retirarse casi al empezar, cuando se partió la muñeca paseando perros. Desde entonces es ama de casa. El tener descendencia era un tema complicado, Keiko estaba en un no tajante, incluso cuando el medico le aseguró que al ser la única de su familia enferma, las posibilidades de transmitírsela a sus hijos eran casi nulas. Solo un uno por ciento era demasiado para ella. Tras años de erosión por parte de Kazuo, logró convencerla. A pesar del miedo y las dudas, Hana fue una alegría inmensa para ambos. Los primeros rayos de la mañana se colaron por la ventana, sin cortinas, que tenían en la habitación. Su mujer le había estado atosigando para ponerlas, pero él seguía oponiéndose a la idea. Su padre había sido agricultor y le había inculcado que si era de día, debía estar trabajando. Las cortinas eran para señoritos y vagos, y él no era ninguna de las dos cosas. Así pues, inevitablemente, se despertó. Al olfatear en el aire un aroma para nada sutil a bolleria sus labios se curvaron y su nariz se estremeció. El olor le dibujó una sonrisa en el rostro, pero fue el sonido de dos voces lo que le hizo ponerse en pie. ¿Cómo demonios se habían despertado antes que él? ¡Y sin que se enterase!
— ¡Mira, mamá! ¡Como en el libro! — gritaba alegre la más aguda de las voces. — Sí, cielo, pero baja la voz que vas a despertar a papá. — le pedía la otra en un tono más bajo. Decidido de que ese era un buen momento para salir, giró el pomo de la puerta del dormitorio. Entró en lo que él llamaba una fusión bizarra entre el comedor y la cocina. De derecha a izquierda había una mesa baja con diversos cojines que normalmente usaban para sentarse a cenar, un espacio que era un pasillo hasta la puerta principal de la casa y al otro lado del pasillo todo lo que sería la cocina, con sus fuegos y su nevera y el resto de cosas de una cocina. No era una casa grande pero era acogedora, rustica, hogareña y barata. En la zona de cocina, su mujer y su hija parecían estar culminando la preparación de algo realmente sabroso para desayunar. La pequeña estaba de pie sobre una caja para poder llegar a la encimera. Ambas se giraron cuando oyeron la puerta abrirse. — ¡Papá! — gritó la pequeña, yendo a toda prisa a por él, olvidándose de que no estaba sobre el suelo. Por suerte, la madre estaba acostumbrada al entusiasmo descontrolado de su hija y logró cogerla antes de que cayese de boca contra el suelo. La soltó de pie sobre el suelo y como una muñeca a la que se da cuerda se lanzó automáticamente a por el hombre aún en el umbral de la puerta. La niña, de poco más de un metro de altura, lo abrazó con fuerza. — Hemos hecho madalenas. — anunció orgullosa tras separarse para cogerle la mano y arrastrarlo hasta la cocina. — Magdalenas. — le corrigió él. — Mira. — le ignoró ella elegantemente, subiéndose a la caja para poder ver ella también su creación. — Vaya... — miró las cosas amarillentas que parecían más hongos con un mal día que magdalenas en sí y después miró a su mujer, que le dedicó una breve sonrisa. — Hana ha dicho que ya estaban hechos, ha insistido en que así es como le gustan a su padre. — le dijo con media sonrisa — Por supuesto, me encantan. — aseguró él — Pues llegas en el momento justo, pruebalas. — ¡Sí! Papi, pruebalas. — le animó su propia hija, mirándole fijamente con sus ojos brillantes, llenos de esperanza e ilusión. — Pues claro que las pruebo. — partió un trozo de una con cuidado y la verdad es que por fuera estaba hecha, pero tenía un núcleo liquido de masa. Se metió la magdalena entera y masticó, y masticó, y resonó como masticaba granos de algo, eran de azúcar. Casi podía notar la sobredosis de azucar y todos sus dientes pidiendo piedad ante las caries. Pero con unas dotes de teatro que no pensó que tuviese tragó y dijo: — Qué rico, cielo. — ¿Sí? ¿Te gusta? ¿Está dulce? Le he echado un poco más de azúcar del que me ha dicho Mamá. — dijo la inocente criatura. — Se nota, se nota, por eso está tan rico, claramente. — asintió él convencido. — Bueno, ya sabes lo que toca, señorita. — cambió de tema rápidamente su madre. — A vestirte que hoy empiezas la academia. El hombre de la casa se dio la vuelta y se hizo el loco, yendo a la nevera a por algo de leche para quitarse la sensación de haber comido gelatina con esponja de la boca. La niña hizo pucheros. — Pero no quiero ir. Quiero quedarme aquí con vosotros. ¿Ya no me quereis porque he crecido? ¿Es eso? — Hana, ya tuvimos esta conversación anoche y me prometiste que irías si hacíamos magdalenas para Papá por la mañana. Solo es hasta la hora de comer, te iremos a buscar y comeremos juntos. — su hija se cruzó de brazos dispuesta a seguir insistiendo, en vez de enfadarse, la mujer bajó la voz. — Venga, cielo, sabes que mami no se encuentra bien. Hazlo por mi y te preparo lo que quieras para comer. — le sonrió debilmente y puso su mano sobre la de la niña. La pequeña quiso resistirse, abrió la boca para protestar, pero la mirada de su madre le pedía que no lo hiciese tanto como sus palabras. Finalmente se resignó. Con un suspiro deshizo el cruce de brazos y se bajó de la caja. — Está bien. Hana se marchó arrastrando los pies y sus padres compartieron una larga mirada antes de verbalizar sus pensamientos. — ¿Estás seguro de esto? Me ha dicho varias veces que quieres ser "bollera". Justo él estaba dando un trago del brick de leche y se le atragantó toda la que no le salió por la nariz. Cogió un paño aprisa para limpiarse mientras su mujer se reía por lo bajo. — Es como llama a pastelera. No sé si meterla en la academia ninja es la mejor idea. — Tiene el Kekkei del abuelo y el talento. Llegará lejos. — aseguró el padre tras limpiarse. — Pero ¿y si ella no quiere llegar lejos? Igual solo quiere... hacer pasteles. — Cariño, no soy tan imbécil como los padres que obligan a sus hijos a ser lo que ellos quisieron ser. Te prometo que si cuando llegue a la graduación prefiere ser "bollera" a kunoichi, le compraré una pastelería. Pero hace una semana quería ser criadora de patos, la anterior adiestradora de delfines y la anterior probadora de camas profesional. Prefiero que, de momento, le enseñen a usar su poder, después ya se verá. Ella solo suspiró. — Vale, pero habla tú con ella, no quiero ser la única que insista en que vaya a la academia. — Cuando comamos hablo con ella, promesa de ninja scout. Sin embargo, no le hizo falta. Al salir el primer día, ya estaba feliz y contenta de ir a la academia. Era una niña social y le encantaba estar en exteriores, por lo que ya de pequeña pasaba las tardes en los parques con su madre. De hecho, si fuese por ella, daría interminables paseos por todos los bosques y jardines que encontrase, pero tenía que ir con su madre y su enfermedad no le permitía esos esfuerzos. Volviendo a la academia, conocía a la mayoría de niños y niñas, y a los que no conocía al entrar, ahora sí los conocía. Habían estado conociéndose, haciendo ejercicios y juegos, también les habían explicado algunas cosas, pero Hana lo comentó por encima sin darle más importancia. ¿Quien no sabía qué era el chakra? A partir de ese día, nadie tenía que ir detrás de ella para que estuviese vestida y saliendo por la puerta a su hora. Cada vez hablaba de ser ninja con más entusiasmo y con más ímpetu. Hablaba de Shiona-sama con brillo en los ojos, de proteger la villa y de adiestrar delfines, no iba a dejar ser una niña de repente.
Una mañana, Hana estaba preparada como siempre en la puerta esperando a su madre, que solía acompañarla hasta la puerta de la academia. — ¡Mamá! Vamos a llegar tarde. — llamó mientras se colgaba a la espalda la mochila. La puerta del dormitorio de enfrente del suyo se abrió, era el de sus padres. Suspiró de alivio y se dispuso a irse, pero salió su padre en vez de su madre. — ¿Papá? ¿Y Mamá? — preguntó preocupada. — No se encuentra bien, cielo, no te preocupes. Te acompaño yo. — le aclaró él mientras bostezaba y se ponía una camiseta aleatoria al mismo tiempo. — No, puedo ir sola, son solo cinco minutos andando... Su padre, que no tenía los ojos del todo abiertos todavía, se llevó la mano al pecho dramático. — Ohgg, el dolor. Sabía que este día llegaría. El día en que mi niña ya no quiera que su papi la acompañe a la academia. No, no lo niegues, te avergüenzo. — con toda la teatralidad que pudo, se arrodilló en el suelo y alzó el puño. — ¿Por qué? ¿Por qué me haces esto, Kami-sama? La chica solo alzó una ceja en respuesta. — Vamonos ya, que voy a llegar tarde. Caminaban uno al lado del otro, sin iniciar una conversación, y no por falta de interes por parte de ella, sino porque su padre no paraba de saludar a cada persona con la que se cruzaba. No porque fuese famoso, o por lo menos, no del tipo de famoso que uno quiere que sea su padre. Era el chico de los recados. Solía coger las misiones de menor rango, muy de vez en cuando cogía una C si necesitaba algo más de ingresos, pero ya. ¿Por qué? Muy sencillo, su padre era uno de los mal conocidos "Eternos Genins". Se trataba de gente que no tiene ni el potencial ni la fuerza ni nada de nada. No podía subir a Chunin por mucho que lo intentara, y lo había intentado, muchas veces. Y no es que se avergonzase de él. Bueno, vale, un poco sí que se avergonzaba. Era algo deprimente que cuando sacaba buena nota en un examen, teórico o practico, le preguntasen por sus padres. A esas alturas ya sabía de la reputación de su abuelo, un reputado Jounin que murió en acto de servicio, enterrado con los máximos honores y todo eso. Cuando les contaba eso a sus profesores a los más listos se les atragantaban las palabras "Al menos tú sí tienes potencial" en la garganta, a los más idiotas no se les atragantaban porque se las soltaban y ella les miraba como quien mira a una hormiga cargando un trozo de mierda de vuelta a su hormiguero, con lastima. Negó con la cabeza mientras su padre saludaba a una anciana a la que había ayudado a rescatar a su gato de un arbol hace relativamente poco. — Papá, ¿qué le pasaba hoy a Mamá? — preguntó aprovechando el descanso de saludos. — Ya sabes que tu madre siempre ha sido delicada con la mierda esa de los huesos de cristal, hoy se siente especialmente débil y no quería levantarse. Su madre tenía una enfermedad conocida entre los ninjas como "Huesos de Cristal", normalmente hace tus huesos más frágiles. Por desgracia, el caso de su madre era el más grave que ningún médico había visto nunca. Apenas llevaba medio año de ninja cuando tuvo que retirarse, desde entonces su padre la mantuvo y les costeo los médicos más reconocidos. Finalmente, le dieron el veredicto. No solo no había forma de que llevase una vida normal, sino que sus huesos iban a volverse cada vez más frágiles hasta que no pudiese salir de la cama. — ¿No deberías llevarla al médico? — Ya sabes que no quiere. Hana frunció el ceño. — ¿Y qué que no quiera? ¡Tiene que ir! ¿A qué espera? ¿A qué tenga que llevarla a rastras porque se ha partido ambas piernas? — El padre, lejos de enfadarse, miró a su hija, abatido. — ¿Y qué va a hacerle el médico? — Pues no sé, algo. — Algo. — repitió él mirando hacia delante de nuevo. Ya habían llegado a la academia. Hana no llegaba feliz como de costumbre, llegaba enfadado, disimulando la impotencia con rabia. Fue a meterse dentro del recinto de cabeza, intentando olvidarse de lo que pasaba. Pero su padre la detuvo, agarrándola del brazo. — Hana, yo hoy me voy de misión, es algo importante, llevan un mes preparándolo todo. Tu madre vendrá a buscarte, se lo he dicho yo, para que al menos se mueva. Intenta... ya sabes. — le pidió su padre, derrotado. Intenta no decirle lo que piensas, intenta que no se parta entera, intenta que no se preocupe por su salud y esas cosas. Suspiró, tan derrotada por su padre como él estaba por toda la situación. — Muy bien. Tras eso, su padre desapareció por las calles y ella se metió en la academia. El día pasó como un día normal y al salir ahí estaba su madre, más pálida que de costumbre. Hana estaba irritada con sus padres, no era tan difícil de entender que si una persona estaba enferma debería estar en el hospital. Los adultos sencillamente se complicaban la vida. Sin embargo, al ver a su madre pálida y agotada, abrazándose a sí misma, a la salida de la academia todo eso se sustituyo por preocupación. — Hey. — soltó Hana con un hilillo de voz. — Hey.— contestó su madre débilmente. — Papá me ha dicho que vendría a cenar, así que vamos a comprar algo, ¿te parece? Sorprendentemente, su rostro reflejaba más energía y entusiasmo del que desprendía su aspecto general o sus palabras. Incluso lucía una sonrisa radiante. La chica no pudo evitar contagiarse un poco de esa felicidad. A paso lento pero seguro, ambas fueron acercándose al mercado más cercano. Como de costumbre, Hana le contaba lo que había ocurrido aquel día y su madre solo hacia comentarios sueltos o preguntas concretas. Poco a poco, la madre fue recuperando el color y la energía. Se pararon en cada puesto, comparando precios y cogiendo lo mejor de cada puesto mientras debatían qué podían preparar para cenar. Estaban volviendo a casa, Hana cargaba con las dos bolsas de la compra y su madre la seguía un poco más atrás cuando algo en un expositor llamo su atención. Era un peluche. Pero no era cualquier peluche, era un oso panda y no cualquier oso panda. De la colección internacional de todo Onindo de osos pandas, ese era el oso panda de Uzushiogakure. Ya tenía dos, ambos traidos por su padre cuando salía de la villa porque aún no habían llegado a Uzu, pero ahí estaba ante ella el más exclusivo de los exclusivos. Obviamente, su madre se percató de su parada. Miró al peluche, era enano, de poco más de un palmo de alto. Tenía una bandana de Uzushio y parecía preparado para el combate, porque tenía el ceño fruncido y la mano en su mini portaobjetos. — ¿Lo quieres? La voz de su madre la sacó del breve trance. — ¿Qué? No. Soy una kunoichi, ya no soy una niña. Los peluches son para niños. — hizo una pedorreta y retomó el camino. — Como quieras, pero olvídate de lo que es infantil y lo que no lo es, quédate con lo que te haga feliz. Sonaba tan a típica frase de madre que Hana no se dignó a contestar. No fue hasta un minuto más tarde que volvieron a hablar y no fue para nada bueno. La mano de su madre se clavó en su hombro y Hana se giró de golpe, por la fuerza del agarre. — Hana, no me encuentro bien. — fue lo único que dijo su madre antes de caer al suelo. Lo que vio Hana, la horrorizó, le dio asco y escalofríos, y es algo que no olvidará nunca. Escuchó varios crujidos y vio a su madre, tirada en el suelo. Al fijarse en sus piernas, vio que estas cambiaban de dirección una y otra vez de la forma más bizarra posible. No había sangre, pero tenía ambas piernas llenas de moratones. El rostro de su madre se inundó en lágrimas, con los ojos cerrados del puro dolor que sentía. No gritó, suprimió el dolor lo mejor que pudo, pero no pudo parar las lágrimas ardientes. — Mamá... Mamá... ¡Mamá! Hana gritó. Pidió auxilio, pidió piedad a Dios por dentro, agarrando la mano débil de su madre con sumo cuidado, llorándole incapaz de separar su frente del dorso de su mano. Solo negaba mentalmente, no podía ser, no podía pasar, no ahora, no aquí. Sabía que iba a pasar, que era inevitable que pasase algo terrible, pero al verse en la situación, no pudo asumirlo. Pronto, la gente rodeó a madre e hija, unos preocupados, otros curiosos. No supo muy bien cuando llegaron al hospital ni cuanto tiempo llevaba ese señor con la luz verde en las manos intentando hacer algo, Hana no sabía muy bien el qué. Su madre no dejaba de acariciarle la mano con la suya con suavidad, la habían anestesiado de cintura para abajo, así que ya estaba mejor. La miraba sonriente mientras Hana lloraba sin decir ni media palabra. Todo cayó por una espiral descontrolada. El médico vino a decirles algo, no recordaba exactamente sus palabras pero sí su significado. Ya está. Hasta aquí había llegado. Los huesos rotos habían causado tantas hemorragias simultaneas que no había nada que hacer. Apenas tenía unos minutos. ¿Donde estaba su padre? Esa fue la pregunta del médico. De misión. Los próximos minutos, o horas, o lo que coño fuese que pasase, los pasó de la mano de su madre mientras la vida se desvanecía de sus ojos. Y lo peor de todo era que era ella la que la consolaba, todo el aporte de Hana fue llorar, de nuevo. Le dolía la cabeza, le ardían los ojos, no podía pensar, no podía casi ni respirar, su madre le estaba susurrando algo, lo que probablemente serían sus últimas palabras y ella ni siquiera podía escucharla. No podía parar, lo intentó una y otra vez y no podía. Se le acumulaban los pensamientos, ¿qué le iba a decir a su padre? En el fondo ambos sabían que esto iba a pasar tarde o temprano, pero no se lo esperaba. ¿Por qué ahora? No estaba preparada. Casi podía ver a la vida riéndose de ella por siquiera pensar que se iba a esperar a que estuviese preparada. Una mano en su hombro la sacó de aquel trance. Se giró a ver a un hombre completamente desconocido. — Vamos, niña, tienen que mover el cadáver. ¿El cadáver? — ¡Es mi madre! — gritó airada. Al volverse a verla, la vio todavía más pálida. Sus ojos, parados, sin vida, muertos. Como los de los peces de la pescaderia. Se quedó quieta, en shock. Lo más perturbador era su sonrisa, tan afable como en vida. Dos enfermeros empezaron a llevarse el cuerpo, ahora completamente inerte. — ¡No! — quiso impedírselo, seguirles o hacer algo, pero el hombre tras ella la detuvo. — ¡Suéltame! — ¡Niña! Centrate. — la sacó de la habitación a empujones y una vez fuera intentó lidiar con ella. — No puedes estar con ella, está muerta. — ¡No! No, no... Mi padre... él... — Sí, tu padre, ¿quien es? Dame un nombre. — Himura Kazuo El jounin se quedó congelado un segundo. Lo justo para que Hana se diese cuenta de que conocía su nombre. — ¿Qué pasa? — Yo era el encargado de supervisar la misión de tu padre. La misión ha sido un éxito pero... Sabía sumar dos y dos. — Pero ha muerto, ¿no? ¿Es eso? No se preocupe, que al menos, la misión ha sido un éxito. Supongo que esto es un logro para todos. Una misión completada, maravilloso, genial. Estaba al borde de la histeria. ¿De verdad estaba pasando esto? No podía tener tan mala suerte, no podía ser tan desgraciada. Los hechos fueron calando en ella con lentitud, como un cubito de hielo derritiéndose en invierno. Se había quedado sin padres, sin familia, sin nadie, estaba sola. Esa misma mañana eran una familia feliz y ahora estaba sola. ¿Cómo se digiere eso? ¿Cómo sigues adelante después de eso? Ella no tenía la respuesta, no tenía nada, literal y metafóricamente. No podía seguir ahí, con ese hombre supuestamente encargado de supervisar la misión que mató a su padre. Aprovechando que le había hecho retroceder con sus palabras, salió corriendo de allí. Acabó en el Jardín de los Cerezos, en uno de los rincones recónditos donde había más arboles que bancos, más arboles que personas. Allí se sentó a pasar la tormenta. Se acurrucó en sí misma, abrazando sus piernas con la espalda contra un cerezo y dejó que todos los pensamientos que tenía se fueran diluyendo.
Al final, pasada medianoche, solo quedaba en ella el frío. Se levantó y se puso a andar. Por un momento, ella misma pensó que era sin un destino concreto, hasta que se paró justo delante del mismo escaparate donde también se había parado con su madre.
Sintió una punzada de dolor al ver el mismo panda. A lo mejor... así no se sentía tan sola, pensó la poca conciencia que quedaba de ella. Sin plantearselo dos veces golpeó con fuerza el cristal, que cayó en pedazos y se llevó el dichoso peluche. No fue hasta que llegó a casa que entendió lo que acababa de hacer. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué podía hacer? ¿A quien podía preguntarle? Se tiró en su cama sin encender una sola luz, apartandose del peluche que acababa de robar sin ningún sentido y cayó en algo más cercano a la inconsciencia que a un sueño. Los siguientes días fueron como un flash para Hana. El hombre encargado volvió, para explicarle que no podía explicarle nada, ya que la misión era alto secreto y que tampoco había cadáver alguno de su padre. De paso, el hospital le había encargado todo lo relacionado con el entierro de su madre, porque ella al ser menor no podía hacerlo, cosa que el jounin aceptó encantado de pagar la deuda que tenía con la chica. Eso fue a primera hora de la mañana, un par de horas más tarde se presentó un Chunin, alegando que había sido asignado como su tutor legal, ya que no tenía más familia. Hana asintió y le cerró la puerta en los morros. No insistió. Al día siguiente era el funeral de su madre. Llegó al cementerio demasiado pronto, los trabajadores eran los únicos que estaban allí y estaban preparando algún funeral de alto copete en la parte central del lugar. Hana no tenía ni idea de donde tenía que ir, buscó algún tipo de recepción o alguien que pudiese indicarle. Así se pasó un buen rato hasta que volvió a aparecer el señor Jounin. De nuevo, fue directo al grano, a la herida abierta e infectada, mejor dicho. Le preguntó si podían usar esa misma ceremonia para dar entierro a mi padre, metafóricamente, ya que no había cuerpo. La chica solo asintió, usando un hilillo de voz para decirle donde sería exactamente. El ninja señaló el lugar donde estaban preparando un gran entierro y Hana lo miró confusa. — No... nosotros no teníamos dinero, mi padre no era un gran ninja, ¿por qué iba la villa a...? — Oh, — no pudo evitar reirse levemente, volviendo rápidamente a la seriedad tipica de un entierro. — no. Bueno, sí ha sido la villa, pero no la administración shinobi. Ha sido la gente. Tu padre no era un gran ninja, fue un gran hombre. No ayudó a grandes y poderosos señores feudales. Ayudó a sus vecinos y la gente no olvida, Hana. Por primera vez, se acercó al ataud de su madre. Encima del mismo había una foto de su padre y otra de su madre, ambos sonreían. Ella les había visto hacía dos días, dos días, cuarenta y ocho horas, y ya no estaban. Había muchas flores, encima, debajo, a los lados. Coronas de flores, otras sueltas, incluso las típicas que deja la gente encima al darles el último adiós. Ya había pasado gente. En aquel momento, se sintió orgullosa. Pasó las próximas horas abrazando a gente que le dedicaba sinceras palabras a sus padres. La mayoría de ellas eran repetidas, pero había algunas que eran únicas y honestas, todas ellas le ayudaron, de una forma o de otra. Sin embargo, una vez acabada la ceremonia, habiéndose despedido de ellos y de vuelta a casa, todo ese orgullo se desvaneció. Seguía sola, a su madre la había perdido porque la vida era cruel, pero a su padre lo había perdido por la villa. ¿Cómo podía convertirse ella en una kunoichi? No sentía la dedicación de su padre, no sentía el respeto, no sentía nada por Uzushiogakure. No había odio, ni amor. Entonces fue cuando volvió su tutor. — Entiendo que no quieras saber nada del asunto, Hana, pero hay cosas que solucionar. — fue al día siguiente del entierro cuando no tuvo más remedio que dejarle pasar, ella estaba sentada en el sofá de mala manera, en bata, y él serio y formal en el sillón. — Primero, me llamo Inoue Isao y a partir de ayer, soy tu tutor legal. Sé que es repentino, que no me conoces y que, probablemente me odies, pero puedes contar conmigo para lo que necesites. Esperó a ver si la chica decía algo. Al minuto de espera y de mirada ausente, decidió seguir. — Normalmente, se sopesa que el estudiante en cuestión pasé a ser residente en la Academia. En tu caso, al estar en el último año ya, no tiene mucho sentido. — No voy a ser ninja. — ¿Qué? — Que no voy a graduarme, no quiero saber nada de los ninjas. — ¿Puedo preguntarte por qué? — ¿Por qué iba a querer formar parte de algo así? — Tu padre... — ¡Mi padre... — le interrumpió ella, irguiéndose en el sofá — se pasó la vida sirviendo a sus vecinos hasta que la villa decidió que era el momento de mandarlo a la muerte! ¡Un peón sacrificado por la causa mayor! ¡Así murió mi padre! — Tu padre aceptó la misión porque él entendía que sin gente como nosotros, sus vecinos no podrían tener una vida pacifica. Tú tienes talento, podrías hacer grandes cosas. — Já. ¿Qué cosas? Llegar alto hasta tener la potestad de disponer de gente con menos talento. Me da igual mi poder, la estupidez de los rangos. Me parece muy bien que mi padre pensase en todos los vecinos de Uzushiogakure. ¿Y yo? ¿Quien pensó en mí cuando tirasteis a mi padre a una misión por encima de su rango? — las lágrimas amenazaron con escaparse una vez más, sin embargo, ya había ganado mucha experiencia con ellas y fue capaz de contenerse. — Entiendo tu dolor. Eres tú la que no entiende la importancia de los shinobi. Aún así, no puedo obligarte a ser una kunoichi, tampoco puedo dejarte decidir las cosas en caliente. — se levantó del sillón y se dirigió a la puerta. — En una semana, volveré y hablaremos de qué quieres ser otra vez. Se marchó por la puerta sin que Hana le dedicase ni una mirada. Estaba demasiado dolida. Esa noche empezó una rutina que siguió durante toda la semana. Cada noche volvía al Jardín y pasaba unas horas en silencio, oyendo el viento silbar entre las hojas de los cerezos que empezaban a florecer. Y cada madrugada, al volver a casa, la interceptaba una señora. La misma anciana que había parado a su padre la última vez, con una comida caliente para ella. La primera vez, casi le da un infarto al verla aparecer. Estaba demasiado ensimismada y la anciana era demasiado vieja. — Señora, no... no hace falta, no se moleste. — la idea de que una señora de ¿noventa años? estuviese a las tantas calentando comida para ella, le hacia sentir mal. Ella era joven, ella era la que podía apañarse. — Tonterías, mujer. ¿Cuanto hace que no comes como Shiona-sama manda? Su estomago contestó por ella, y a pesar de insistirle en que no hacía falta, acabó aceptando la comida que le ofrecía la mujer, con la condición de que fuese la última vez. Eso fue la primera noche, las siguientes fueron exactamente iguales. Por mucho que Hana se negase, la mujer no se daba por rendida, y ella era demasiado educada para rechazarle una comida que estaba preparada específicamente para ella. Un día se plantó y le preguntó. — ¿Por qué hace esto? Entiendo que mi padre la ayudó, pero de verdad que sé cuidarme, no hace falta... — Lo sé, querida. Lo hago porque quiero. Tu padre sí fue un gran hombre, pero está muerto, tú estás viva y si fuese por ti desnutrida. ¿Crees que no veo lo que compras? ¿Comida precocinada? ¿Galletas y patatas? Estos jóvenes de hoy en día os pensáis que comer es suficiente, lo que necesitas es alimentarte. Quiero poder decirle lo hermosa que estas cuando le vea, y no que te dejé ponerte como una foca. — al acabar se dio la vuelta y se metió de nuevo en su casa Pensó que le diría algo bonito. Nada más lejos de la verdad, acababa de sacar la escopeta y no paraba de disparar. ¿Cómo le decía algo así? ¿No veía que estaba de luto? Qué vieja más desconsiderada, pensó Hana mientras se llevaba su plato de comida dentro de su casa.
La mañana siguiente alguien llamó a la puerta. Pensó que era el tutor ese, aunque solo habían pasado cinco días. Al abrirla se encontró al cartero, que le entregó varias cartas y unos cuantos cupones descuento para sitios de comida rápida, confiándole que la anciana de la otra puerta no dejaba de quejarse de lo mal que comía. Al menos así no se dejaría tantos ryos, le dijo antes de irse. Fue a cerrar la puerta y un pie se lo impidió, levantó la mirada, encontrándose a un señor con un delantal lleno de harina.
— ¿Un cruasán para la pequeña? — preguntó ofreciendole un bollo de hojaldre que olía a nostalgia. Era el panadero, cuando era pequeña siempre le daba uno cuando pasaba para ir a la academia por las mañanas. No pudo evitar sonreír al aceptarlo. ¿Había venido hasta su casa a traérselo? — Ai me ha dicho que esta última semana no has ido a la academia. Sé que siempre has tenido dudas con ser ninja, tu padre me hizo prometerle que te enseñaría el respetable oficio de pastelera y ambos sabemos que me hundirías el negocio si abrieses una pastelería por tu cuenta. — le guiñó un ojo antes de desaparecer de vuelta a su negocio. No tuvo ni tiempo para contestarle y ya se había marchado. Se quedó un momento en la puerta, degustando su desayuno y observando a las personas que pasaban por la calle, algunas la saludaban, otras iban con demasiada prisa para fijarse. Hana las reconocía a todas. Era un sabor agridulce ver que el mundo seguía adelante después de lo ocurrido y no podía no sentirse culpable por estar quedándose atrás. Shiona-sama ya no estaba entre ellos y, por mucho que lo negasen, no habría un shinobi ni una kunoichi capaz de estar a su altura en mucho tiempo. ¿Podía convertirse en pastelera? Sí que le gustaría, o le hubiese gustado. Pero siempre le había gustado ver a sus padres comerse sus creaciones. Ahora no sabía si podría ponerse a hacer magdalenas sin llorar como una de ellas. Negando con la cabeza para quitarse esos pensamientos se llevó el último trozo de cruasán a la boca. De repente, una bicicleta dobló la esquina y se dirigió directamente a ella. — ¡Hana! — gritó el chico que iba montado. Frenó delante de la puerta y fue capaz de reconocerlo. Era Koda, un compañero de la academia que no llegó a graduarse, se salió para ayudar en el negocio familiar, la herrería. Bajó del vehículo de un salto sacando una especie de saco lleno de armas, balbuceaba algo por lo bajo. — ¿Querías algo, Koda? — acabó por preguntar al tragarse su desayuno. — ¿Eh? — respondió él sin dejar de buscar. — Estoy de reparto, el jefe me ha dicho que empezase por ti, no es la ruta más rápida ni lógica, pero tampoco iba a quejarme. Mejor empezar con una chica guapa que con el viejo de las naginatas, qué cansino es el hombre. ¿Y yo qué coño sé si la naginata mide exactamente lo que pidió? Solo soy el repartidor, señor. Además, que no sé para qué quiere tantas, dudo que pueda levantar ni un shuriken. ¡Ah! ¡Aquí está! — sacó una pequeña katana envainada y se la ofreció a Hana. La chica la aceptó, levantando una ceja y la observó detenidamente. En la academia le habían enseñado algo de armas, más que algo incluso, pero ahora hablábamos de como apreciar un arma, no de como usarla. No era la mejor de la clase, tampoco la peor, podía distinguir una katana por pura observación. — La empuñadura es muy buena, mucho mejor que las que nos dan en la Academia, la verdad. El filo casi corta con la mirada. — volvió a envainarla tras observarla. — ¿Para qué me traes una Kodachi nueva? Si intentas venderme algo, ya sabes que solo compro de segunda mano. Soltó una carcajada y recogió el saco sin meter la Kodachi de nuevo. — Te lo he dicho, estoy de reparto. La encargó tu madre para dartela en tu graduación. Al jefe le soplaron que ibas a dejarlo y me ha dicho "Zoquete, dasela cuanto antes y EN MANO." También me ha dicho no sé qué de una inscripción en la hoja. Creo que le duele más que tú dejes la academia que cuando la dejé yo. Parpadeó varias veces. Ahora entendía varias cosas, ese tutor suyo se había dedicado a pregonar que iba a dejar la academia. Le dio las gracias a Koda y esta vez sí que se metió en casa, sin más interrupciones. Sopesó la katana. La desenvainó y la movió lentamente observando los reflejos en la hoja, hasta que encontró un kanji grabado en la base. 希. Esperanza. Suspiró. ¿Y ahora qué iba a hacer? Aquella noche, la última noche, no se movió de casa. Pensó, largo y tendido. Desenvainaba y envainaba una y otra vez su nueva Kodachi. Era un arma austera, un poco mejor que los Tantos que usaba su padre, pero no llegaba a ser una katana propiamente dicha. ¿Qué iba a hacer? ¿Acaso tenía elección? Envainó definitivamente el arma y le dejó sobre la mesa. Levantándose y hundiendo los dedos en su cabellera. Himura Kazuo había sido un gran hombre, a pesar de ser un ninja por debajo de la media. Sencillamente, no tenía el potencial para ser nada más que lo que fue. Ella, en cambio, tenía potencial de sobra. El potencial de su abuelo, el legendario jounin. Era la hora de los pros y los contras. Los pros de ser kunoichi serían que estaría haciendo lo correcto, ¿no? Defender al inocente, encerrar al culpable, eso era, sin duda, el gran aliciente. También se le daba bien. Los contras eran que no dejaba de ser un sistema militar y al final los peones son sacrificados por piezas más importantes. Eso le daba rabia. Pero o dejaba que eso siguiese pasando o lo cambiaba desde dentro. ¿Y si se hacía pastelera? Puede que ahora estuviese desganada, algún día se le pasaría y podría serlo. Tampoco habría mucha diferencia si ella salía del sistema, solo era un peón. Tenía a su alcance una vida tranquila, haciendo pasteles. Volvió a coger la Kodachi por duodécima vez aquella noche, desenvaino un centímetro, lo justo para ver el grabado. Había otro pro en ser un ninja. Un factor que había obviado porque no era demasiado importante, era solo otro pro en la lista. Si se convertía en una kunoichi de alto rango, tarde o temprano se enteraría de como murió su padre y, tal vez, podría entender el sacrificio, qué había significado para la villa. No había mucho misterio, se dijo así misma con una sonrisa amarga. Había vivido por y para sus padres, igual que ellos habían vivido por y para ella. Era una estupidez, pero aún quería que se sintiesen orgullosos de ella. Sabía que su padre no la hubiese obligado a ser ninja como sabía que se sentía orgulloso cada vez que le daba una buena nota, cuando la veía disfrutar entrenando. No es que no quisiese ser una kunoichi, es que ser shinobi es lo que había matado a su padre. Ella quería ser una ninja, podía hacerlo sin presiones, ver hasta donde llegaba, con suerte, descubrir por qué murió su padre y defender a las personas de la villa de mientras. No era un mal plan. Tal vez, incluso cambiaba algo. |
Técnicas del sistema
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Nº total de técnicas: 31/36 Técnicas: ¤ Doton: Retsudo Tenshō ¤ Doton: Doryūkatsu ¤ Doton: Doryūheki ¤ Doton: Moguragakure no Jutsu ¤ Doton: Iwa Bunshin no Jutsu ¤ Doton: Chidōkaku ¤ Doton: Kengan no Jutsu Habilidades: ¤ Escalada Vertical ¤ Andar sobre el Agua Técnicas: ¤ Henge no Jutsu ¤ Bunshin no Jutsu ¤ Kakuremino no Jutsu ¤ Kawarimi no Jutsu ¤ Sunshin no Jutsu Técnicas: ¤ Isshi Tōjin ¤ Ippan no Fūinjutsu ¤ Fūka Hōin ¤ Keiyaku Fūin ¤ Chakura Kyūin ¤ Nunoshibari no Jutsu ¤ Jigō Jubaku no In ¤ Tensha Fūin ¤ Gofū Kekkai Habilidades: ¤ Shinobi Kumite Técnicas: ¤ Dynamic Entry Habilidades: ¤ Shinobi Buki Kumite Técnicas: ¤ Fuda: Kassei-ka Técnicas: ¤ Iaido: Nikkou Técnicas: ¤ Rasengan |
Técnicas propias de Facultad Personal
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Yōton 10
¤ Yōton: Hakunetsu-dan no Jutsu
¤ Elemento Lava: Técnica del Proyectil Incandescente - Tipo: Ofensivo - Rango: A - Requisitos: Yōton 10 - Gastos:
- Efectos adicionales: Los proyectiles se convierten en roca al entrar en contacto con algo (ver descripción) - Sellos: Caballo → Dragón → Tigre - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: Los proyectiles avanzan 6 metros, y gozan de 30 centimetros de diametro Tras la realización de los sellos, el usuario expele un proyectil de lava ardiente de su boca. Allá donde impacte, la lava se enfriará rápidamente dejando una costra de roca y evitando el sangrado externo. Dicha costra da una protección única de 5 PV contra golpes físicos (Taijutsu) en la zona afectada, si es golpeada con cualquier otra cosa se caerá, deshecha en polvo. El usuario puede invertir más chakra para disparar una rafaga de hasta tres proyectiles en rápida sucesión.
[b][color=red]¤ Yōton: Hakunetsu-dan no Jutsu[/color][/b] Yōton 25
¤ Yōton: Shinku no Ame no Jutsu
¤ Elemento Lava: Técnica de la Lluvia Carmesí - Tipo: Ofensivo - Rango: A - Requisitos: Yōton 25 - Gastos:
- Efectos adicionales: - - Sellos: Serpiente → Dragón → Tigre - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: La lluvia se extiende en un área de tres metros de ancho y ocho de largo empezando justo en frente del ejecutor. El usuario, tras la realización de los sellos, expele una gran cantidad de lava hacia el cielo. Este liquido, al contrario que en otras técnicas, no se enfría y cae en forma de gotas de lava ardiente que daña todo lo que encuentre. Al caer sobre el suelo y secarse, deja un rastro carmesí por el alto contenido en óxidos de hierro que tiene, tiñendo cualquier superficie de un color rojo característico.
(Yoton 50) El ninja dobla la cantidad de lava expelida, doblando el daño producido pero manteniendo el mismo alcance. [b][color=red]¤ Yōton: Shinku no Ame no Jutsu[/color][/b] Yōton 40
¤ Yoton: Yōgan Bunshin no Jutsu
¤ Elemento Lava: Técnica del Clon de Lava - Tipo: Apoyo - Rango: C - Requisitos: Yoton 40 - Gastos: 10 CK + X CK (divide regen. de chakra) (máx. 1 por cada 10 de Inteligencia) - Daños: 10 PV al estallar - Efectos adicionales:
- Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: El clon no puede alejarse más de 20 metros del usuario La técnica del clon de lava es similar a la de los clones de sombra, y sin embargo en ésta se crean clones hechos en su totalidad por lava que poseen una fracción del poder del original. Puesto que es un clon sólido, puede realizar tareas de todo tipo, aunque sus armas son de goma y no causan daño alguno. El clon puede realizar cualquier técnica de tipo Yoton, Katon o Doton, y no puede alejarse más de cierta distancia de su original.
El usuario los crea escupiendo un pequeño chorro de lava ardiente de su boca, y cuando mueren, se deshacen en un pequeño charco viscoso suficientemente caliente como para causarle quemaduras leves a un oponente que los destruya cuerpo a cuerpo. Cuando el clon se disipa, el chakra que le queda vuelve al usuario, pero éste no recabará ninguna información. De hecho, su cuerpo aceptará la energía de forma inconsciente y ni siquiera se percatará de que su clon ha desaparecido. La temperatura corporal de estos clones es alta y no disminuye a menos que el usuario deje de mantenerlos y se deshagan, en interiores dependiendo de la estación podría ser insoportable estar a su lado durante un periodo prolongado de la cantidad de calor que emiten. Sin embargo, no llega a provocar daño directo alguno. [b][color=red]¤ Yoton: Yōgan Bunshin no Jutsu[/color][/b] Yōton 50
Yōton 60
Yōton 70
Yōton 100
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Evolutivas
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Primera evolutiva (1-5)
¤ Saigo no torikku
¤ Última baza - Tipo: Arma de filo - Tamaño: Pequeño - Requisitos: Destreza 20 - Precio: 500 ryos - Daño: 20 PV/penetración - Efectos adicionales: (Ver descripción) Tras muchas discusiones de ideas con su herrero de confianza, Hana concibió este arma. Se trata de un accesorio para el pelo que, con un sistema parecido al Mecanismo oculto de kunai, se convierte en una pequeña daga. El accesorio en sí es una especie de horquilla con varias ramificaciones puramente decorativas con motivos florales y gemas engastadas, todas esas ramificaciones nacen de una base metálica más gruesa. Al activar el mecanismo, se comprime, juntando todos los extremos al final de la base, creando un arma punzante. El mecanismo se activa pulsando la primera gema de la base y no se puede deshacer.
Es un arma extremadamente frágil, no está hecha para el combate, si no como último recurso. Después de ser usada o si recibe un golpe directo, se romperá, incluso puede romperse durante la penetración, añadiendo hemorragia interna o dolor continuado meramente interpretativo. No se podrá volver a usar hasta que se haya reparado (una vez por trama). No se puede tener más de una en el inventario. [b][color=lightsalmon]¤ Saigo no torikku[/color][/b] Segunda evolutiva (6-10)
¤ Doton: Hokori Ni Naru No Jutsu
¤ Elemento Tierra: Técnica de Pulverizado - Tipo: Apoyo - Rango: B - Requisitos: Doton 40 - Gastos: 15 CK (multiplicable x2) - Daños: - - Efectos adicionales: Convierte una porción de tierra en un foso de arenas movedizas - Sellos: Jabalí → Tigre → Perro → Serpiente - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: El foso tiene dos metros de largo, cinco de ancho y poca profundidad. (multiplicable x2) Tras realizar los sellos de la técnica, el usuario posa sus manos en el suelo y ante él la roca superficial, del tipo que sea, se convierte en arena. A simple vista, ahí acaba la técnica, pero cualquier persona que intente caminar por encima de dicha zona se hundirá por su propio peso y contra más forcejee, más se hundirá. El primer turno se hunde el pie haciendo que sea difícil caminar o apoyarse sobre ella (-10 Agilidad) y el segundo se llega al final del foso, casi hasta la rodilla, reduciendo notablemente la movilidad (-20 Agilidad). Al salir se mantiene la penalización de -10 Agilidad durante un turno por los granos de arena que se meten en el calzado, a menos que se lleve un calzado totalmente cubierto y no se haya hundido del todo.
Se puede andar sobre ella haciendo uso de la habilidad Andar sobre el Agua. [b][color=sienna]¤ Doton: Hokori Ni Naru No Jutsu[/color][/b] Tercera evolutiva (6-10)
¤ Yōton: Moeru Muchi no Jutsu
¤ Elemento Lava: Técnica del Látigo Ardiente - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos: Yoton 25 - Gastos: 20 CK (divide regen. de chakra) - Daños: 10 PV - Efectos adicionales: Se puede usar como látigo o para unir dos objetos - Sellos: Caballo → Serpiente → Tigre - Velocidad: Muy Rápida - Alcance y dimensiones: El alcance máximo antes de que se solidifique es de 10 metros. El alcance del látigo es de dos metros Es una técnica tan simple como versátil. El objetivo principal es crear un hilo de lava que acaba solidificándose en goma.
Sin cambiar esa base la técnica tiene tres usos:
En el supuesto de que con el último uso se enganchen dos personas ajenas al creador de la técnica, se aplican las mismas normas que en el segundo uso. [b][color=red]¤ Yōton: Moeru Muchi no Jutsu[/color][/b] Cuarta evolutiva (11-15)
¤ Yōton: Supuratta
¤ Elemento Lava: Salpicadura - Tipo: Ofensivo (fuego) - Rango: A - Requisitos: Yoton 25 - Gastos:
- Efectos adicionales: - - Carga: 3 (aumenta con la multiplicación) - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: La lluvia de lava alcanza dos metros a la redonda alrededor del usuario (aumenta con la multiplicación) El ejecutor planta las manos en el suelo y empieza a canalizar chakra. Tras un breve tiempo de carga aparecerán pequeñas grietas en el suelo de las que saldrá lava a presión creando una lluvia ardiente que dañará a cualquiera que esté cerca. El espacio en el que está el usuario es el único dentro del área que no se ve afectado por motivos evidentes.
[b][color=red]¤ Yōton: Supuratta[/color][/b] Quinta evolutiva (16-20)
¤ Setsuzoku Fūin
¤ Sello de Conexión - Tipo: Apoyo - Rango: S - Requisitos: Fūinjutsu 50 - Gastos: 40 CK - Daños: - - Efectos adicionales: Conecta dos pergaminos. - Carga: 10 - Velocidad: Muy Lenta - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo, el ejecutor necesita estar en contacto directo con ambos pergaminos durante toda la ejecución. Trasteando con los pergaminos y el Fūinjutsu, Hana ha logrado conectar dos pergaminos de tal forma que si se sella algo en uno, la formula de sellado aparezca en el hermano y se pueda sacar de él. En el momento en que se libera el objeto, técnica o lo que se hubiese sellado, el sello desaparece de ambos pergaminos. Una vez realizada la conexión, los pergaminos pueden separarse sin problema ni rango máximo.
En el caso de conectar dos pergaminos de diferente tamaño, prevalece el tamaño del menor ya que la técnica no permitiría sellados que no puedan contenerse en ambos. [b][color=steelblue]¤ Setsuzoku Fūin[/color][/b] Sexta evolutiva (16-20)
Séptima evolutiva (21-25)
Octava evolutiva (26-30)
Novena evolutiva (26-30)
Décima evolutiva (31-35)
Undécima evolutiva (36-40)
Duodécima evolutiva (36-40)
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Técnicas alteradas
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Primer alterador (1-5)
¤ Henge no Jutsu
¤ Técnica de Transformación - Tipo: Apoyo - Rango: E - Requisitos: Ninjutsu 20 - Gastos: 8 CK/activación (divide regen. del chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: - - Sellos: Perro → Jabalí → Carnero - Velocidad: Instantánea Muchas de las misiones de un ninja están basadas en la infiltración y el subterfugio. Este Ninjutsu, que se enseña en todas las academias shinobi de Oonindo, es la técnica más básica para hacerse pasar por lo que uno no es, pero no por ello es menos útil. El usuario realiza los sellos del jutsu mientras visualiza mentalmente aquello en lo que se va a transformar, que puede ser o bien otro ser humano, un animal, una planta, un arma o un objeto inanimado, siempre de tamaño medio (un poco más pequeño que una persona o un poco más grande). Tras una pequeña nube de humo, el shinobi se transforma adquiriendo las características físicas deseadas, pero manteniendo algunas de sus propiedades (no puede replicar extremidades que no tiene, por ejemplo, y si lo hace, serán evidentemente falsas).
La técnica es básica, pero muy pocos logran dominarla por completo debido a que requiere una excelente capacidad de memoria y concentración. Por ende o bien se tiene 60 o más puntos en el atributo de Inteligencia o bien se tienen 60 o más puntos en la facultad de Ninjutsu; si no se cumple al menos una de estas dos condiciones, la transformación en otras personas será evidentemente falsa, con obvias carencias o imprecisiones respecto al original. Incluso así, desconcentrar al usuario, como por ejemplo hiriéndolo, derribándolo o causándole demasiado estrés podría deshacer la transformación. Alterador (Kame no Henge): En su busca de acentuar las artes escenicas, el usuario ralentiza la transformación hasta el límite. Empieza lentamente desde la punta de sus extremidades y se extiende hasta su pecho para acabar al final de su cabello. Durante el proceso se ve como la capa de chakra va transformando al usuario con un brillo y un color característico para cada persona. Esta variante no gasta más chakra del normal ni cambia ninguna característica de la técnica a excepción de la velocidad que pasa a Moderada. No se puede usar para transformarse en objetos o figuras no-humanoides. No es necesario que el ejecutor esté totalmente parado mientras se transforma pero sí que mantenga la concentración. También se puede usar para deshacer la técnica en vez de activarla. [b][color=limegreen]¤ Henge no Jutsu[/color][/b] Segundo alterador (6-10)
¤ Rasengan
¤ Bola Espiral - Legado de: Uzumaki Shiomaru en la antigüedad - Tipo: Ofensivo (contundente) - Rango: A - Requisitos: Ninjutsu 50 - Gastos:
- Efectos adicionales: - - Carga: 2 (aumenta con la multiplicación) - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones:
El Rasengan es una poderosa técnica de rango A inventada originalmente por Uzumaki Shiomaru, y su legado continúa para aquél que esté dispuesto a continuarlo. La finalidad de esta técnica es ser combinada con el chakra de algún elemento, y aunque no llegó a desarrollarse por completo es muy mortífera de por sí. El usuario hace girar el chakra en la palma de su mano, formando una esfera del color de su chakra, que, una vez estabilizada, es capaz de mantenerse por sí misma gracias a la inercia del propio torbellino. De esta forma, el usuario puede mantener esta técnica en la mano hasta que decida desactivarla o impacte contra un objetivo. El contacto con la esfera genera un potente torbellino, que deja adherida la técnica al cuerpo del adversario y lo expulsa con gran fuerza hacia atrás hasta una distancia de diez metros. Los daños que provoca son lo suficientemente graves como para poder llegar a matar a un ser humano al instante. La potencia de la técnica puede variar en función de la velocidad que el usuario le quiera dar al chakra, de manera que mantiene su daño pero lo localiza menos y no provoca heridas mortales si no lo desea.
Alterador (Yoton no Rasengan): En lugar de usar chakra puro para crear la esfera y las corrientes que conforman el Rasengan, el usuario utiliza lava. En lugar de provocar daño contundente, al impactar la lava explota violentamente hacia el lado donde haya impactado, cubriendo al enemigo y provocando quemaduras en vez del impulso y la contusión. [b][color=lightblue]¤ Rasengan[/color][/b] Tercer alterador (11-15)
Cuarto alterador (16-20)
Quinto alterador (21-25)
Sexto alterador (26-30)
Séptimo alterador (31-35)
Octavo alterador (36-40)
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Espacio personal
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Masterizaciones |
Reacciones |
Reacciones más recibidas |
52
22
17
10
7
4
4
3
3
2
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Reacciones más dadas |
21
11
11
7
5
4
4
3
3
3
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