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Había vuelto con prisa pensando que iba tarde. Sin pararse ni para comer, para nada. Había llegado a Los Herreros con demasiado tiempo, no tanto como para poder ponerse en marcha a la villa y que no la atrapase la noche pero sí que tenía una larga tarde por delante sin nada más que hacer que esperar a la noche. Suspiró para sus adentros, aún tenía que ponerse a tono con todo lo que concernía a los viajes. No calculaba tan bien los tiempos y las distancias y todo porque en la academia te lo pintan muy bonito, pero en la práctica todo es mucho más accidentado.
Bueno, podría ir de tiendas, si la ciudad se llamaba Los Herreros podía ser que encontrase algún arma digna de mención. Ni de lejos tan buena como las que se hacen en Uzushiogakure, eso sí que es calidad. Aunque mientras le sirviese para matar el tiempo no se iba a quejar. Tras dejar la pequeña mochila de viaje que llevaba en el hostal, se dispuso a darse una vuelta por la ciudad.
La primera calle de comercios a la que entró eran los tipicos puestos de comida rápida, tiendas de cosas varias, souvenirs, no fue hasta que pasó esa primera calle que entró de lleno en herreríalandia. No solo eran armas, había todo tipo de materiales de hierro, acero, plata, oro y otros metales que no llegaba a reconocer. Intentó mirar únicamente las cosas que sí podía comprar por si le daba un arranque de los suyos, así que apenas levantó la mirada de la chatarra y las cuchillas pequeñitas que apenas servirían para pelar una manzana. Y claro que no quería nada de eso.
La ciudad no estaba abarrotada, aunque en cada tenderete había un par de personas mirando. Ella era la única que desentonaba, con la capa de viaje carmesí hasta los tobillos y la capucha puesta. Después de ver algunas miradas sospechosas de su apariencia, decidió bajar la capucha, dejando relucir su bandana al cuello. Sin duda, en esos lares, una bandana de Uzushiogakure era un simbolo de seguridad. ¿No?
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27/01/2020, 16:50
(Última modificación: 2/02/2020, 16:12 por Uchiha Akame. Editado 2 veces en total.)
Despedida, Invierno del año 219
— ¡Whoops!
Himura Hana notaría cómo alguien la empujaba fuertemente por la espalda en una clásica colisión de carga extremadamente fortuita. ¡Esas cosas pasaban todo el rato! Si se volteaba vería a un chico que ya andaba saliendo de la adolescencia, vestido con un uwagi muy desgastado de color azul mar, unos pantalones marrones y unas getas de madera. Llevaba un viejo kasa de paja ceñido de tal forma que apenas era visible su rostro, y tan sólo se intuía una barbilla afilada bajo el sombrero que delataba una barba clara pero poco cuidada.
— Disculpa, disculpa... —dijo el joven, agachándose en una reverencia—. No miraba por dónde iba. ¿Estás bien, kunoichi-san?
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Hana se detuvo al final de la calle, la siguiente tanda de tiendas tenía en exposición cosas tan caras que tuvo que plantearse si seguir andando. Un fuerte golpe en su espalda la sacó de toda ensimismacion.
Se giró algo enojada, para encontrarse a un chico poco más mayor de ella ya disculpándose. Entonces cayó en la cuenta de que había sido ella la que se había parado de golpe.
— No pasa nada, debería ser yo la que se disculpase. Mi nombre es Himura Hana, por cierto. ¿Y tú eres...?
El sombrero del muchacho le ocultaba casi todo el rostro, lo cual no hizo más que avivar la curiosidad de la kunoichi. Ni corta ni perezosa, posó un dedo en el borde inferior del sombrero y se agachó ligeramente para poder verle.
Lo primero que vio fue una terrible quemadura que empañaba gran parte de su rostro y rápidamente se irguió, dando un paso atrás. No porque le diese asco o miedo, sino porque sentía que podía haber traspasado una linea que el chico no quería.
— Oh, lo siento mucho, no era mi intención, bueno, sí que lo era, pero no pensé... Ay, Kami-sama, ¿qué estoy diciendo? — se dobló en una pronunciada reverencia — Siento si te he ofendido, no era mi intención.
Cuando volvió a erguirse estaba roja de vergüenza. ¿Como podía haber sido tan maleducada? Pues claro que si lleva el rostro oculto será por algo y no porque sea un fugitivo. Se sentía estúpida, esa curiosidad suya siempre le traía problemas.
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Akame asintió con una sonrisa extremadamente amable y tranquila en el rostro, haciendo otra reverencia justo antes de que aquella genin entrometida violase descaradamente su espacio personal para asomarse por debajo del kasa de paja y contemplar en todo su esplendor el rostro desfigurado del Uchiha. Éste se apartó un momento, como si le diese vergüenza, mientras la genin se disculpaba.
—No es necesario que te disculpes, Hana. ¿Puedo llamarte Hana? —aventuró luego, algo tímido—. Me llamo Kakita Bendō, solía trabajar de ayudante en una forja de por aquí. Es donde me ocurrió esto —añadió, explicativo—. Desde entonces no he sido capaz de volver a acercarme a una forja.
Bendō parecía un muchacho amable pero muy tímido, y hablaba como si constantemente tuviera que dar explicaciones por todo. Era un papel que Akame había ensayado bastante y —tal vez gracias a cierto Uchiha calvo que le había dado unas cuantas clases— que a ojos de una persona no muy observadora podía resultar extremadamente convincente. La barba se la había dejado por añadir una capa más al atrezzo, una barba poco frondosa pero que le cubría por completo la parte inferior de su rostro.
—¿Has venido aquí a comprar algún artilugio ninja? —preguntó el supuesto Bendō—. Cuando trabajaba en la forja veía a shinobis de tu Aldea todo el día, compraban mucho allí. Aunque ahora está apagada, ni siquiera sé qué fue del viejo dueño, así que lamentablemente no voy a poder recomendártela.
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—No es necesario que te disculpes, Hana. ¿Puedo llamarte Hana? —
La kunoichi asintió energeticamente.
— Por supuesto. — por si el asentimiento no era suficiente.
Tenía que acumular tanto buen karma con el muchacho como pudiese para entrar con seguridad al preguntarle sobre su quemadura. Cosa que iba a hacer sí o sí.
— Me llamo Kakita Bendō, solía trabajar de ayudante en una forja de por aquí. Es donde me ocurrió esto
Hasta que se le adelantó y se volvió a sentir estúpida. ¿Qué más le daba como se lo había hecho? ¡¿Por qué solo le importaba saberlo?! Estaba claro que para él iba a ser un mal recuerdo.
— Vaya, lamento oír eso. ¿Y ahora a qué te dedicas? Supongo que debe ser difícil que la gente te mire siempre.
—¿Has venido aquí a comprar algún artilugio ninja? Cuando trabajaba en la forja veía a shinobis de tu Aldea todo el día, compraban mucho allí. Aunque ahora está apagada, ni siquiera sé qué fue del viejo dueño, así que lamentablemente no voy a poder recomendártela.
Negó levemente con la cabeza.
— No, no puedo permitirme ni un kunai ahora mismo. — sonrió al recordar que debía ser la única genin de la villa sin un kunai tras graduarse. — Estaba de paso y he venido a distraerme hasta que caiga la noche. ¿Qué hay de ti? No creo que estés aquí por placer después de... — cerró la boca forzosamente, viéndose yendo de cabeza al mismo barrizal una y otra vez.
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(Última modificación: 27/01/2020, 18:14 por Uchiha Akame.)
Bendō no parecía afectarse por las continuas menciones a su desafortunada desfiguración que hacía la kunoichi. Al contrario, las aguantaba con el estoicismo de quien se sabe un paria entre los suyos y está acostumbrado a que las miradas cambien rápidamente de lugar y los rostros ajenos reflejen bien asco, bien lástima. Tal vez fue eso último lo que le hizo esbozar una mueca de desagrado al escuchar el tono con el que Hana se refería a sus quemaduras.
—No es necesario que sientas lástima por mí, Hana —replicó, cortante. Luego pareció arrepentirse y, tras un suspiro de resignación, añadió—. Lo siento, supongo que nunca terminaré de acostumbrarme a que todo el mundo me ofrezca su pena en cuanto me ven la cara. Es como si ya estuviese muerto.
Bendō echó entonces a andar mientras le indicaba a la kunoichi que le siguiera. Bajarían la calle hasta una estrechez en donde, a juzgar por el cartel que colgaba junto a la esquina, había un bar.
—Trabajo recogiendo y vendiendo chatarra. Te sorprendería saber la de recursos que se desperdiciarían si no fuera por los que compartimos este oficio —la informó, docto, levantando un índice categórico—. Muchos herreros se niegan a trabajar un metal si no tiene las condiciones adecuadas, pero eso no significa que sea un pedazo de basura. A veces las cosas pueden servir para algo, aunque sean feas o estén rotas. Pero mucha gente no lo sabe.
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—No es necesario que sientas lástima por mí, Hana
Las palabras de Bendō sonaban bruscas, como buscando cerrar el tema pero resignándose porque no es un tema que se pueda zanjar. Es un tema que lleva en la cara y que Hana había intentado abordar de una manera en la que poder decirle que no pasa nada, solo que lo había hecho tan abrumantemente mal que ahora no sabía si dejarlo y ya.
El chico comenzó a andar y la kunoichi lo siguió escuchando atentamente y planteándose como decirle lo que pensaba sin volver a liarla.
—Trabajo recogiendo y vendiendo chatarra. Te sorprendería saber la de recursos que se desperdiciarían si no fuera por los que compartimos este oficio. Muchos herreros se niegan a trabajar un metal si no tiene las condiciones adecuadas, pero eso no significa que sea un pedazo de basura. A veces las cosas pueden servir para algo, aunque sean feas o estén rotas. Pero mucha gente no lo sabe.
Se quedó pensativa un momento.
— Supongo que eso es parte de la reputación que tiene una aldea de herreros. Pero eso no es así. No es que me des lastima, o al menos no es por eso por lo que me he disculpado, ha sido porque he sentido que me había propasado y te había dolido que te viese. Y eso es lo que me molesta. Tú no estás roto y no deberías ocultar tu rostro, si alguien tiene un problema con tu herida el problema es suyo, no tuyo. Entiendo que se haga pesado pero no deberías esconderte porque está mal. No es culpa tuya. — suspiró, casi segura de que no estaba solucionando nada, sino mareando más la perdiz.
Decidió hacer el plan B, que debería haber sido el plan A desde el principio, cambiar de tema.
— ¿Dónde vamos?
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Bendō soltó un suspiro.
—Yo también lo pensaba, pero ¿sabes? Al final me cansé y decidí simplemente agenciarme este sombrero. A veces la solución más simple es la mejor.
El muchacho de la cara quemada siguió andando hasta que se encontraron frente a la puerta del bar. Luego se volteó y miró a Hana por debajo de su sombrero, que se había vuelto a calar bien para ocultar la parte superior de su rostro.
—Pareces una kunoichi amable, así que querría disculparme debidamente por haberte empujado sin querer antes. Iba despistado —repitió—. En este bar ponen unas papas bravas riquísimas, aunque no es muy conocido porque, bueno, nadie viene a Los Herreros pensando en comerse unas papas, ¿no?
Bendō soltó una carcajada seca.
—¿Qué me dices?
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27/01/2020, 19:36
(Última modificación: 27/01/2020, 19:40 por Himura Hana. Editado 1 vez en total.)
—Yo también lo pensaba, pero ¿sabes? Al final me cansé y decidí simplemente agenciarme este sombrero. A veces la solución más simple es la mejor.
Sonaba exactamente a lo que ella misma había pensado, aún así, seguía sin sonarle justo. Sin embargo, no veía a Bendō precisamente entusiasmado de seguir con esa conversación así que lo dejo correr.
—Pareces una kunoichi amable, así que querría disculparme debidamente por haberte empujado sin querer antes. Iba despistado. En este bar ponen unas papas bravas riquísimas, aunque no es muy conocido porque, bueno, nadie viene a Los Herreros pensando en comerse unas papas, ¿no?
Cierto era que necesitaba un sitio para cenar y que en ese momento su bolsillo estaba más que apurado. Igual de cierto que le sabía fatal aceptar la invitación de aquel pobre chatarrero, después empezaron los vacíos legales. Si expresaba lastima, le iba a molestar, rechazar un regalo era de mala educación, y por último, tenía hambre.
—¿Qué me dices?
Estaba en una encrucijada. Suspiró y finalmente asintió.
— Está bien, pero con una condición. — levantó el dedo indice a una altura en que Bendō pudiese verlo. — La próxima vez invito yo. Sea cuando sea que nos volvamos a ver.
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Off: De repente, Hana siente la imperiosa necesidad de tener el kasa de Bendō. Trastorno psicológico activado.
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El presunto chatarrero sonrió bajo su kasa.
—Trato hecho, Hana.
Luego se dio media vuelta y entró en el bar, del cual ni siquiera sabían el nombre. Era cierto, no obstante, que servían unas magníficas papas bravas y a muy buen precio, pero como apenas era conocido por otra cosa que por eso, a la gente le daba realmente igual el nombre. Los habituales le conocían, simple y llanamente, como "el bar de las bravas".
El local era bastante humilde: apenas cabían tres mesas con sus respectivos taburetes, bastante apiñadas, la barra de madera muy vieja y tras esta un estante abarrotado de botellas de distintos licores. Bendō pasó de largo de las mesas y llegó hasta la barra, donde se sentó en uno de los cuatro taburetes altos que había junto a ella. Esperó a que Hana hiciera lo propio y luego llamó al camarero; que era también el dueño del local, un tipo alto y muy delgado que no tenía pinta de ser muy comilón.
—Jefe, dos de bravas —pidió el chatarrero, aun sin quitarse el sombrero ni levantar la vista—. Y una jarra de agua con dos vasos, que nos van a hacer falta.
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Siguió al chico que, aceptando su improvisado trato, se metió dentro del local. Se sentó en uno de los taburetes y Hana le imitó, sentándose en el contiguo. Y esperó, sin apartar la mirada del kasa, que Bendō ni hizo ademán de quitarse.
—Jefe, dos de bravas Y una jarra de agua con dos vasos, que nos van a hacer falta.
Se dio unos segundos de margen, pero nada. Cada vez le entraban más ganas de quitarle el maldito sombrero y no era un mero capricho, era un capricho justificado, que era todavía más peligroso.
— Me corrigo, dos condiciones. La que te he dicho antes y que te quites esa cosa. ¿No pretenderás que mantengamos una conversación mientras te miro la barbilla? — preguntó algo brusca, dándose cuenta de su tono, lo corrigió. — Si quieres nos sentamos en una mesa y te pones de espaldas a la puerta, pero que al menos pueda verte.
La idea de sentarse a comer y beber con una persona y ser incapaz de ver nada más que su estúpida barbilla la enervaba casi tanto como no tener ella ese kasa. Era la única forma de asegurarse que él no recaía en esa droga de ocultación.
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El chatarrero alzó una ceja, suspicaz, bajo su sombrero.
¿Y si no era una genin?
¿Le había reconocido?
¿Quería asegurarse?
No, imposible. La había visto antes, su chakra era más intenso que el de un civil, pero menos que el de un shinobi de rango medio. Y no parecía tener mucha experiencia, o al menos lo disimulaba bien. Akame se debatió durante unos instantes, y entonces...
Se quitó el kasa de paja, dejándolo sobre la barra.
—Como quieras, aunque si nos cobran más caro por tener que aguantar este careto, la diferencia la pones tú —apostilló, jocoso—. Oye, Hana, si no viniste a Los Herreros a comprar nada... ¿Qué te trajo aquí? No es que sea un sitio divertido ni interesante, salvo si vas a agenciarte alguna herramienta ninja.
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Finalmente, ganó. Bendō se quitó el kasa y lo dejó sobre la barra. Por un momento, se quedó ensimismada escrutando el rostro a medio quemar del muchacho. Preferiría que eso sonase a flirteo o poder decir que estaba impresionada por la profundidad de sus ojos o alguna ñoñada por el estilo, pero no, le miraba sopesando fríamente si de verdad era tan horrible como se creía. Y la respuesta era que no.
Hana no pudo evitar sonreirle. En parte porque había ganado y, bueno, porque se sentía victoriosa, ¿para qué negarlo? Ahora podía ver los ojos negros del muchacho y estaba un paso más cerca de tener ese kasa en sus manos.
—Como quieras, aunque si nos cobran más caro por tener que aguantar este careto, la diferencia la pones tú.
— ¿Siempre eres igual de melodramático o es solo conmigo? — rodó los ojos. — Además, no es para tanto.
— Oye, Hana, si no viniste a Los Herreros a comprar nada... ¿Qué te trajo aquí? No es que sea un sitio divertido ni interesante, salvo si vas a agenciarte alguna herramienta ninja.
— Oh, no he acabado de explicartelo. Ahora mismo vuelvo a la villa, vengo del Lago de Shiona. No está lejos de aquí y fue mi Uzukage durante, bueno, prácticamente durante toda mi vida. Creí que la mejor forma de empezar mi vida como ninja era visitando su monumento y era mejor hacer una parada, ya que viajar se me da regular. — mientras hablaba se acercó el kasa, agarrandolo por el borde. — Pero no ahondemos demasiado en mí, cuentame. ¿Tienes familia? — finalmente, agarró el kasa entero. — ¿Puedo probarmelo?
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Bendō soltó un resoplido molesto ante la afilada réplica de aquella kunoichi. ¡Melodramático, decía! «Como si tú supieras lo que es tener esto en la cara, niñata de los cojones», maldijo para sus adentros. Sin embargo no lo exteriorizó y toda su postura corporal siguió reflejando la más absoluta indiferencia. Necesitaba a Hana y no pensaba espantarla por un simple comentario.
La muchachita le relató su viaje. El supuesto chatarrero asintió, conforme. De algún modo y por algún motivo, el saber que en Uzushiogakure no se habían olvidado de Shiona y que seguían rindiéndole culto y respeto, le llenó de una amarga satisfacción. Agridulce, se sintió por un momento avergonzado al pensar qué diría su antigua Uzukage si viera en lo que se había convertido: un rufián apátrida con una recompensa sobre su cabeza.
—Tengo una madre, pero hace mucho que no la veo —contestó, y luego desvió la mirada hacia el kasa de paja que parecía atraer toda la atención de Hana—. ¿Sabes qué? Si tanto te gusta mi sombrero, te lo cambio por un favor. Uno muy sencillito.
En ese momento el larguilucho dueño del "bar de las bravas" les trajo sus papas y una jarra de agua fría con dos vasos. Bendō tomó uno de ellos, se sirvió agua, y luego empezó a devorar las papas como si fueran el manjar más delicioso de todo Ōnindo. Mientras, miraba por el rabillo del ojo a la genin.
—Me gustaría que le entregaras un mensaje mío a una kunoichi de Uzushio. Antes solía venir mucho por aquí, pero no sé qué le pasó, que ya no la veo nunca. ¿Qué te parece, tenemos trato?
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