Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
11/02/2020, 19:12 (Última modificación: 11/02/2020, 19:14 por Himura Hana. Editado 2 veces en total.)
Era el día señalado, la hora señalada y el lugar señalado. Hana llevaba ahí media hora. Sabía que si llegaba tarde Eri seguramente la colgase del palo más alto de la villa, en ropa interior con una pancarta en la que pusiese "Intento de Genin". Pero no había contado con lo horrible y tenso que sería esperar a la pelirroja. La última vez que había esperado algo de ella había acabado en un Genjutsu donde la rodeaban cientos de sombras armadas que querían arrancarle la cabeza, las expectativas no eran precisamente que se acercase a ella sonriente con una caja de dangos.
La rubia estaba de pie, en el mismo sitio exacto en que se habían sentado para despedirse hacía dos semanas. Quería decirle que había empezado a estudiar Fuinjutsu, que tenía cientos de ideas y le hacía bastante ilusión, pero no sabía cómo sacar el tema ni como iba a tomarselo Eri. Con lo estricta que había sido con ella la última vez igual se ofendía y le decía que solo lo había hecho porque ella era su sensei y era Uzumaki. Y podía ser que sí, o no. No le había dedicado mucho tiempo a pensar en por qué, sino que se había puesto a repasarlo y entonces había conocido a Datsue y una cosa llevó a la otra.
También tenía pensado cogerse Raiton de segundo elemento, si es que tenía opción. De mayor iba a ser como Eri, una malota que va por ahí pateando a sus alumnos, digo, entrenandolos en el arte de recibir patadas en el culo. Isao le había dicho que ya que a él no le tragaba que se abriese con la Uzumaki. Y lo cierto es que le parecía más fácil hablar con Eri, a pesar de todo lo estricta que era, que con un señor cuarenton con el que tenía una relación basada en discutir y... y nada, discutir.
Se cruzó de brazos, dando golpecitos con el pie al suelo, tensa por la tardanza de su sensei. ¿No se supone que debería ser su ejemplo a seguir?
Eri corría por los tejados de su villa seguida de su hermano, quien estaba demasiado cambiado desde la última vez que lo vio, pero seguía igual de plasta que antaño. Bufaba mientras él la seguía de lejos, pero no dejaba de hacerlo, persistente como era él.
—¡Que no! —chillaba desde lejos—. ¡Déjame, Ryuusuke, por Shiona-sama! —pedía, claramente no muy contenta por la actitud infantil de su hermano.
—¡Venga, Eri, solo quiero que entrenes un rato conmigo! ¡Hana-chan puede mirar! —pedía el otro Uzumaki.
«¡Hana!» Pensaba azorada por su tardía llegada al campo de entrenamiento. Pero tendría que esperar para poder librarse de su hermano.
El problema vino después, tras mirar hacia atrás y pisar una teja algo descolocada de un techo sufrido por el paso del tiempo y el deterioro de la lluvia sobre él, por lo que Eri terminó resbalando y cayendo hacia el vacío con cara de póker pensando en las mil y una maneras de matar a su hermano mayor.
—¡Eri! —exclamó, haciendo un sunshin para coger a su hermana—. ¡Ten más cuidado!
—¡Me cago en tu estampa, Ryuusuke, deja de seguirme! —pidió, y, por fin, él paró su persecución para dejarla en el suelo y marchar por fin a su cita con su pupila. El problema vino después, cuando Eri posó el pie derecho sobre el suelo y sintió miles de kunai clavarse en su tobillo, trastabillando y sujetándose con fuerza a su hermano antes de besarse contra el suelo—. Mierda...
—¿Estás bien?
—No, idiota, me he torcido el tobillo por tu maldita culpa —gruñó con los ojos entrecerrados, queriéndole clavar medio chidori en el hombro por ser tan pesado—. Joder.
Ryuu borró la sonrisa de la cara y levantó de nuevo a su hermana, llevándola al hospital de inmediato.
• • •
El cabello corto y desordenado de Ryuusuke volaba con el viento mientras saltaba, una a una, las casas que lo separaba del campo de entrenamiento, donde ya lograba ver asomar una pequeña cabellera clara que no parecía muy contenta al esperar tanto por su sensei. Pronto se vio saltando hacia ella, aterrizando delante y posando su naginata a su lado, sujetándose en ella para impulsarse y quedar frente a la genin, sonriéndola en cuanto se irguiera de nuevo.
—¡Salutaciones, joven moza! —exclamó—. Soy Ryuusuke Uzumaki, pero tú puedes llamarme Ryuu —le guiñó un ojo, y a Hana probablemente le recordase a alguien en particular—. Eri-sensei ha tenido un problema antes de venir aquí y ahora está en el hospital, así que si quieres verla, ya sabes dónde encontrarla —explicó, y luego posó dos dedos sobre su frente antes de despedirse—. ¡Nos vemos!
Y desapareció en una nube de humo.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Cuando ya empezaba a plantearse la posibilidad de que su sensei no apareciese, apareció una versión masculina de ella. Pelo carmesí mucho más corto que el de Eri-sensei y una actitud mucho más despreocupada.
—¡Salutaciones, joven moza!. Soy Ryuusuke Uzumaki, pero tú puedes llamarme Ryuu. Eri-sensei ha tenido un problema antes de venir aquí y ahora está en el hospital, así que si quieres verla, ya sabes dónde encontrarla. ¡Nos vemos!
Obviamente, quiso preguntarle qué le había pasado a su maestra. Pero lejos de tener la paciencia o la educación de plantarse dos segundos ahí para que la chica pudiese reaccionar, se deshizo en una nube de humo.
Hana se tomó un par de segundos de ordenación cerebral. Después, respiró hondo y salió a toda prisa en dirección al hospital. Primero corriendo y una vez hubiese salido del terreno boscoso, de tejado en tejado. Era imposible perderse buscando el hospital, era uno de los edificios más grandes de Uzushiogakure.
Una vez llegase entraría a toda prisa por la puerta, evitando a los enfermos y a los enfermeros que pasasen por en medio hasta llegar al mostrador de recepción.
— Eri... — dijo sin aliento la rubia, apoyando ambas manos en el mostrador para recobrar el aliento. — Uzumaki Eri, ¿dónde está? ¿Qué le ha pasado?
¿Quien demonios era el que había venido a avisarla? Espera, ¿habría sido Eri hengeada? ¿Con qué objetivo? ¿Ver cuanto tardaba en llegar al hospital? ¿Ver si se preocupaba por ella? No, no tenía sentido. Entonces, ¿qué podía haberle pasado? El señor ese dijo que había sido antes de ir a su encuentro. ¿Qué le podía pasar a una de las mejores Jounin de la villa dentro de la misma villa?
Una gota de sudor frio recorrió la sien de Hana, mientras esperaba la respuesta de detrás del mostrador claramente nerviosa y ansiosa.
Un hombre con gafas y coleta levantó su ojerosa vista para encarar a la joven y energética genin, torciendo el gesto.
—Segunda planta, pregunte por Hotaru —respondió de forma mecánica.
Si la rubia se dirigía hacia el lugar indicado, no tardaría en encontrar a aquella a la que llamaban Hotaru, ya que estaba chillando en medio del pasillo al hombre que había ido a buscarla momentos atrás al campo de entrenamiento.
—¡Cómo se te ocurre! ¿Es que acaso no te hemos dicho que madures ya? —reprendió la mujer, alta, con una coleta que la hacía incluso unos centímetros más de lo que era, con dos botas taconeadas y ropa pegada a su cuerpo bajo una bata de hospital—. Anda, ven, que me tienes contenta, vaya paciencia tiene Eri contigo...
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Ni siquiera se paró a darle las gracias al recepcionista, tal cual se lo dijo salió como había llegado hacia las escaleras, a toda prisa. Las subió de dos en dos, lo cual era todo un logro con las pequeñas piernecitas que tenía y llegó hasta la planta designada. Sin embargo, al abrir la puerta y entrar en la planta en sí, se dio cuenta de donde estaba, de por qué estaba tan preocupada y de qué estaba haciendo.
Todo cayó como un océano helado sobre ella. Se quedó parada, viendo como se desarrollaba la escena ante ella. Hubiese reconocido al chico, si le hubiese mirado a él, miraba a la mujer que vestía la bata, o más bien, miraba detrás de ella, al infinito pero en su dirección. Una gota de sudor frío cayó por su nuca, la sintió bajar por su espalda sin poder moverse, no podía ni respirar. De repente era la niña que se había quedado huerfana ahí mismo.
No podía, ¿qué hacía allí? Había evitado pisar ese lugar durante los últimos años, ¿para qué había vuelto? ¿Era idiota?
—... tiene Eri contigo...
Eri-sensei. Eri-sensei estaba allí, tenía, tenía que encontrarla. Se acercó lentamente a la mujer con la bata, mentalizandose de cada paso que daba, acompasandolos con su respiracion. En cuanto llegase, la agarraría de la bata y apartaría la mirada del suelo, buscando los ojos de la doctora.
— Uzumaki... Eri... Tengo que verla.
Hana estaba mucho más palida de lo normal, sin embargo, no parecía tener mucho más que eso. Aparte de la mirada penetrante por su determinación y la respiración entrecortada de la ansiedad.
Hotaru vio como una rubia joven corría hacia ella cual poseída por el mismo demonio y se sobresaltó cuando la tomó por la bata, susurrando palabras entre las bocanas de aire que cogía para recobrar el aliento.
— Uzumaki... Eri... Tengo que verla.
—Espera, cielo —dijo con voz calmada, entendiendo un poco de qué iba el asunto.
Hotaru reconoció a aquella genin como Hana, la nueva pupila de su hermana pequeña. Sabía de su condición por lo ocurrido en aquel hospital con su madre y el horrible destino que tuvo que correr la pobre chiquilla al perder a ambos padres el mismo día, arrebatándole la inocencia de golpe y porrazo.
La quitó con suavidad sus manos de la bata que vestía y pasó una de sus manos por detrás de sus hombros. Ryuusuke solo se cruzó de brazos, no muy interesado en meter más la pata.
—Acompáñame y vamos a verla, está en la sala de espera —dijo, conciliadora, mientras guiaba a la rubia.
No tardaron mucho en llegar cuando vieron a una pelirroja casi tumbada en dos asientos con la pierna en alto, los brazos cruzados y cara de aburrimiento. En cuanto vio a Hana hizo el amago de levantarse, pero cayó de bruces contra el suelo por el acelerón.
—¡Hana! —exclamó desde el suelo—. ¡Lo siento mucho! ¡Fue culpa de ese imbécil que tengo por hermano!
—Si eres una patosa yo no tengo nada que ver —se defendió él.
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—Acompáñame y vamos a verla, está en la sala de espera
Hana solo asintió, dejándose arrastrar por la mujer mientras miraba a todas partes como si esperase que en cualquier momento le saltase una emboscada. Tras un pequeño paseo de lo más angustioso para la rubia, llegaron a la sala de espera, donde las esperaba Eri, tumbada sobre dos asientos.
Al ver a la genin se alarmó y ésta se alarmó de que su sensei se alarmase, porque tal y como la vio se tiró al suelo.
—¡Hana! —
— ¡Eri-sensei! — llamó la muchacha al mismo tiempo que se acercaba a la Uzumaki y se agachaba a ayudarla.
— ¡Lo siento mucho! ¡Fue culpa de ese imbécil que tengo por hermano!
Negó rápidamente con la cabeza.
— N-no pasa nada, E-Eri-sensei. Tú... ¿estás bien? Sí ¿no? No te vas a... a... — la palabra no salía de su garganta, ni siquiera de su cabeza, era una estupidez, claro que estaba bien.
Pero los ojos se le humedecieron a velocidades vertiginosas, apretó la mandibula, aguantándose el torbellino de sentimientos en el interior. Era una kunoichi, fuerte e independiente, no iba a llorar. Sentada en el suelo, al lado de Eri, la miraba a través de los ojos aguados. No quería perder a nadie más y estar ahí le hacía recordar lo que ya era tarde para no perder, lo que ya había perdido.
— No... no quiero que te pase nada, y menos por mi culpa. Lo siento, Eri-sensei.
Seguramente había sido porque llegaba tarde, y ella quejandose mentalmente de su impuntualidad. ¿Y si llega a pasar algo grave?
Hana no tardó en correr a auxiliar a la kunoichi, quien estaba enfurruñada por su estúpida torcedura de tobillo. Su hermana también se acercó a ella y en cuanto se sentó de nuevo, se encargó de aplicarle chakra en su tobillo para mejorarlo.
— N-no pasa nada, E-Eri-sensei. Tú... ¿estás bien? Sí ¿no? No te vas a... a...
—¿Eh? ¡No, no! ¿Cómo puedes pensar...? No, no, estoy bien, estoy bien, solo me he resbalado —restó importancia mientras agitaba las manos delante de ella, nerviosa por la reacción de la rubia.
Aunque la chica, que parecía ya una fuente por los lagrimones que caían resbalando por sus sonrojadas mejillas, aguantaba delante de ella con toda la fuerza de voluntad que le quedaba. Tragó saliva, sin saber muy bien que decir.
— No... no quiero que te pase nada, y menos por mi culpa. Lo siento, Eri-sensei.
—¡Qué no! —exclamó de nuevo, tomándola por las manos con suavidad—. Tú no tienes culpa de nada, Hana, me he caído porque huía de mi hermano, que quería entrenar conmigo, pero hoy había quedado contigo —explicó con voz dulce, nada parecido a la primera impresión que le había dado semanas atrás—. No me va a pasar nada, de verdad, tú no te preocupes, anda.
Y le dio suaves palmaditas en la cabeza.
—Esto ya está —anunció su hermana, levantándose del suelo. Eri podía volver a mover el tobillo con normalidad—. Vuelvo al trabajo, tú—se dirigió a su hermano—, a la próxima que vuelva tu hermana al hospital por algo así, te corto los huevos.
Y con esa declaración, se andando por el pasillo, donde resonaron sus tacones hasta que desapareció. La gente se había asustado por su declaración, pero pronto volvieron a sus quehaceres como si una genin no estuviera llorando o como si no hubieran amenazado a un chuunin con cortarle sus genitales.
—Eri —llamó el Uzumaki mayor, llevándose ambas manos atrás de su nuca—. Perdóname, intentaré controlarme un poco más de ahora en adelante.
—Está bien, igualmente, te prometí entrenar conmigo —murmuró la hermana menor—. Así que si quiere Hana, podemos entrenar juntos...
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— No me va a pasar nada, de verdad, tú no te preocupes, anda.
Hana, ahora más tranquila, asintió lentamente mientras Eri le daba suaves palmaditas en la cabeza como si de una colegiala se tratase. La genin estaba demasiado afectada como para decir nada, pero se apuntó comentarselo a su sensei. ¡No era ninguna niña! Pensó para sí mientras se dejaba hacer.
Tal vez era porque era su superior, su sensei o una Uzumaki, pero las palabras de Eri la tranquilizaron de inmediato. O puede que fuese el contacto de sus manos, que agarraban las de Hana en un gesto reconfortante. Sea como fuere, la kunoichi recobró poco a poco una respiración normal y la ansiedad se calmó hasta desaparecer, mirando el nuevo peinado de su sensei. No lo había notado hasta ahora. Se había cortado el pelo.
— Así que si quiere Hana, podemos entrenar juntos...
A Hana se le había olvidado por completo el entrenamiento. Encaró a Eri preocupada.
— ¿No deberías descansar, Eri-sensei? Que no digo que no quiera entrenar, pero... — apretó el agarre con la pelirroja sin llegar a acabar la oración.
14/02/2020, 10:12 (Última modificación: 14/02/2020, 10:12 por Uzumaki Eri.)
— ¿No deberías descansar, Eri-sensei? Que no digo que no quiera entrenar, pero...
Eri se encogió de hombros, pero antes de poder insistir, Ryuu se acercó y posó una mano sobre el hombro de Hana.
—Tiene razón, Eri, mejor descansa y ya entrenaremos otro día —dijo el Uzumaki, asintiendo—. Como ha sido mi culpa... Si queréis, os invito a un tazón de ramen para comer, ¿vale? —dijo, rascándose la nuca con la mano—. Solo las dos, así os conocéis más, seguro que os viene bien.
Eri suspiró y luego miró a Hana.
—¿A ti qué te parece la idea?
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Al sentir una mano en el hombro, Hana se giró viendo al chico que la había avisado de que Eri estaba en el hospital. Sí, habían dicho algo de que era su hermano. Y también de que había sido culpa suya lo que le había pasado a su sensei. Toda esa información se iba asentando mientras el shinobi hablaba.
—Tiene razón, Eri, mejor descansa y ya entrenaremos otro día. Como ha sido mi culpa... Si queréis, os invito a un tazón de ramen para comer, ¿vale?Solo las dos, así os conocéis más, seguro que os viene bien.
La genin, que aún seguía aferrada a su sensei, sintió que ambos Uzumakis la miraban, esperando que diese el veredicto.
—¿A ti qué te parece la idea?
Abrió la boca y la cerró un par de veces antes de dar su respuesta. Comer de gratis era siempre bienvenido, sobre todo si era en Uzushiogakure. Además tenía bastantes cosas que hablar con Eri y ella parecía más receptiva que la última vez que se vieron.
— No me parece mala idea. — contestó tímidamente mirando a su sensei
14/02/2020, 21:47 (Última modificación: 14/02/2020, 21:50 por Uzumaki Eri. Editado 2 veces en total.)
— No me parece mala idea.
Eri sonrió, y Ryuu asintió felizmente.
• • •
Tardaron unos cuarenta y cinco minutos en llegar al sitio en cuestión, siendo guiados por Ryuu quien no había vuelto a abrir la boca en todo el trayecto. Eri le comentaba nimiedades a Hana, como que pronto llegaría la primavera o que el Jardín de los Cerezos comenzaba a ponerse en flor.
—¿Irás al festival? —preguntó de forma casual, sin querer entrar en detalles con su hermano cerca.
Su relación se había vuelto algo fría desde que Ryuu descubrió la ruptura de los dos shinobi, así que simplemente se dedicaba a velar por el bienestar de su hermana menor que cada vez soportaba menos aquellos arranques de fraternidad que tenía su hermano.
—¡Yamamoto! —saludó pasando al pequeño restaurante donde se dirigían.
Cuando entrase Hana vería un local de aspecto tradicional con puertas correderas y motivos orientales en las paredes. El suelo, de caoba, pronto se convertía en un tatami donde iban apareciendo mesitas con cojines a los lados. A la derecha, una gran barra con asientos más grandes.
—¡Hombre, Ryuusuke! —saludó el susodicho, dándose la vuelta. Era un hombre calvo, con un paño atado a la cabeza y una sonrisa bonachona. Un par de manchas adornaban su uniforme—. ¿Lo de siempre?
—No, no, hoy vengo de guía, te dejo a mi hermana Eri, ¿la recuerdas? —preguntó, señalándola—. Y a su pupila, Hana-chan —señaló a la rubia—. Todo lo que pidan correrá de mi cuenta, ¿vale?
—¡Vale, hijo, sabes que siempre serás bienvenido! —dijo antes de que se fuera al Uzumaki mayor, dejando a ambas kunoichi solas—. ¿Qué os pongo, señoritas? Si queréis ocupad una mesa doble de ahí al fondo, ahora os voy a tomar nota, ¡tomad las cartas! —les tendió dos papeles plastificados.
Eri las tomó y asintió, guiando a Hana hasta el lugar indicado.
—¿Tú qué quieres?
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Desde la salida del hospital, Hana había ido animándose hasta llegar a la normalidad para ella, lo cual era hablar por los codos hasta tocar temas delicados y retroceder. Aunque aún le costaba soltarse del todo con su sensei, la reputada jounin, Uzumaki Eri, mejor amiga del jinchuriki de la villa y salvadora del torneo.
— Sí, bueno, me gustaría. Es que solía ir con mis padres, el año pasado no fui porque... — lo dejó en el aire antes de seguir hablando — Así que no tengo con quien ir, no tengo tanta confianza con nadie de la villa. A ver, sí, pero la mayoría de gente que conozco trabaja ese día. Ya sabes, puestos de comida y de juegos. Ni siquiera tengo nada que ponerme, así que supongo que será otro año sin festival. Tampoco pasa nada, seguro que necesitan a alguien para ayudar con misiones D.
Para cuando Hana dejó de hablar ya estaban dentro del restaurante en cuestión, miró alrededor, asombrada por el estilo tradicional del lugar. Las puertas correderas, el suelo de tatami, todo era encandilador. Cuando el hermano de Eri la presentó al dueño del local, la genin hizo una leve reverencia.
Después de una breve conversación, Ryuu procedió a dejarlas solas y el señor del local les preguntó qué querían antes siquiera de darles las cartas. Y lo peor es que su sensei volvió a girarse a ella, para preguntarle qué quería.
—¿Tú qué quieres?
— Lo que tú quieras me vale, es la primera vez que vengo así que puedo probar lo que sea. — contestó ni corta ni perezosa esta vez, dedicándole una sonrisa sincera a la pelirroja y al señor.
— Así que no tengo con quien ir, no tengo tanta confianza con nadie de la villa. A ver, sí, pero la mayoría de gente que conozco trabaja ese día. Ya sabes, puestos de comida y de juegos. Ni siquiera tengo nada que ponerme, así que supongo que será otro año sin festival. Tampoco pasa nada, seguro que necesitan a alguien para ayudar con misiones D.
Aquel discurso hizo que un pinchazo en el pecho pasase por el corazón de Eri. Poco sabía del pasado de su nueva pupila pero se podía imaginar por qué no había ido el año pasado, eso y que lo había leído también en su expediente, claro, pero le gustaría conocerlo por parte de la chica.
Aunque tampoco quería presionarla.
No pudo decir nada más porque llegaron al restaurante donde fueron recibidas por Yamamoto. Pronto ambas se vieron sentadas en una mesa con una carta delante, y la Uzumaki estaba a la espera de saber qué era lo que quería Hana para comer. Podría pedir lo más caro, así que no tendría problema en elegir lo que quisiera.
Pero Hana no parecía una persona dispuesta a aprovecharse de la situación.
—Lo que tú quieras me vale, es la primera vez que vengo así que puedo probar lo que sea.
Eri sonrió de vuelta a la chica, quien contagió su sonrisa a la Uzumaki que no tardó en hacerle una señal al dueño del lugar. Tardó unos minutos en llegar pues estaba con un encargo de una mesa alejada a donde estaban ambas chicas.
—¿Qué quieren las jóvenes? —preguntó amablemente.
—Pues... —Eri miró por última vez la carta, y no pudo evitar sentir como su boca se hacía agua al ver la imagen del bol de ramen con huevo y cerdo que estaba a la mitad del papel—. Dos cincos, por favor, y agua para dos.
Yamamoto asintió y se retiró, volviendo a dejarlas solas.
—Bien, ya está, así que, bueno —buscó algo que decir para establecer una conversación—. ¿Querrías ir conmigo al festival este año? —preguntó. Ella tampoco tenía con quien ir tras la ruptura con Nabi, e ir sola no era una buena opción, así que...
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Dejó que su sensei decidiese por ella, seguramente era mejor que elegir algo a ciegas y después tener que vivir sabiendo que había sido por su mano loca. Finalmente, el hombre les tomó nota y se fue. Eri no tardó en retomar el tema del festival.
—Bien, ya está, así que, bueno. ¿Querrías ir conmigo al festival este año?
No se había planteado como estaba sonando lo que le había contado a su sensei hasta que le propuso ir con ella. ¿Había provocado que Eri se lo pidiese por pena? Sin duda, lo había provocado.
— No, no, Eri-sensei, no te preocupes. Datsue-san me dijo lo de tu novio, supongo que querrás ir con él, estoy bien, no quiero que tengas que ir conmigo por pena. De verdad que no pasa nada, ya te he dicho que ni siquiera tengo ropa de mi talla para ir. Lo mejor será dejarlo para el año que viene. — dijo poniendo las palmas de sus manos de cara a Eri, intentando detenerla en sus actos de bondad.
Tampoco tenía dinero para comprarse algo bonito, ni algo feo, la verdad.