Para cualquier uzujin no había ningún lugar en el mundo más digno de visitar que aquel. El Valle del Fin estaba bien, pero el Lago de Shiona era una herida reciente, sin cicatrizar, ni en la Tierra ni en el corazón. El agua de mar se colaba, creando un mar interior mal denominado lago por el mundo. Hana no era la que iba a empezar ese debate.

Arrodillada en la isla central ante el monumento a su Uzukage le rendía tributo, con las palmas juntas y los ojos cerrados. Podía dudar de su villa, del sistema actual que las jerarquizaba, pero no había ni un atisbo de duda acerca de que Shiona-sama había sido una de las mejores kages que habían habido en las Tres Villas. No puedes mantener a toda una villa en paz y bien alimentada durante cien años siendo una mala persona.

En principio, el Sol estaba alto todavía, llevaba una capa de viaje puesta, una chaqueta, una camiseta de manga larga y una camiseta interior. Dicho de otra manera, llevaba más capas que una cebolla. Aún así, tras cinco minutos parada, estaba congelándose. Decidió que era hora de volver. Era uno de sus primeros viajes fuera de la villa, había hecho noche en Los Herreros y ahora le tocaba volver, por mucho que la idea de acampar en el bosque le llamase, era demasiado friolera para dormir a la intemperie en invierno.

Se acercó a la estatua y posó su mano sobre ella, casi esperando sentir algo fuera de lo común. Solo sintió el frio en su palma, la rugosidad del monumento y el silencio, que ella misma rompió.

— Saluda a papá y mamá. — no tenía mucho más que decir.

Dio un par de pasos atrás antes de dedicarle una última mirada al lugar y ponerse en marcha. Se puso la capucha de la capa de viaje de color carmesí y empezó a saltar de plataforma en plataforma, haciendo ritual saltarlas en orden para honrar a Shiona. Nada más digno que ir a verla haciendo la espiral e irse de la misma manera.

Con incontables kilómetros a la espalda, y los mismos que le esperaban en su viaje de vuelta, Ren y Nanashi estaban ya a escasos metros de alcanzar su meta. Ambos peregrinaban con una capa de viaje de un color azul oscuro larga; pues tuvieron que recorrer bastante para poder dejar por fin las zonas de lluvia atrás. Pese a dejar la humedad de la lluvia a sus espaldas, el frío estacional todavía se hacía eco, siendo palpable en sus indumentarias. Bajo su capa de viaje, Ren llevaba una camisa gruesa de mangas largas oscura, con la parte superior de una camisa de kimono blanca por encima, y bajo todas estas, una oscura de rejillas; un obi de color pálido recorría toda su cadera dejando a su izquierda su bokken, y en la parte posterior derecha una cantimplora hecha con una calabaza que Nanashi le había hecho. Nanasi iba también muy abrigado por debajo de la capa, con una camisa gruesa oscura y un pantalón marrón claro.

No tendrían que caminar mucho más, para que el gran lago se extendía ante ellos dos, con varios pilares rojizos sobresaliendo de sus aguas, y en medio, una pequeña islita.

— Nos ha llevado tiempo, pero solo por las vistas, ya ha merecido la pena. — añadió acariciándose la nuca.

— Vaaaaaaaayaaaa... Este lugar es impresionante— añadió boquiabierta Ren al contemplar el lugar. — ¿Así que esta es la tumba...? ¿De Shinoa?

Aunque hubiera pasado relativamente poco desde que salio de la academia, Ren apenas tenia conocimientos sobre la situación política actual ni pasada; conocía levemente la de su tierra natal, la aterradora Yui se hizo con el poder tras asesinar a todas las ratas traidoras, algunos lo consideraron golpe de estado, pero el temor a las represalias hizo que esas voces se acallaran.

— Estamos aquí principalmente para que te empieces a empapar de algo de historia, y nuestra aldea vecina esta bastante cerca; así que mide tus palabras, y procura seguir manteniendo tu placa oculta. Shinobis de Amegakure tan cerca de Uzu podrían hacer saltar las alarmas y buscarnos un problema tanto a nosotros, como a la aldea. No sé por qué le di la razón a Oda pensando que traerte aquí podía ser buena idea; estamos casi jugándonos el pellejo — dijo finalizando la frase llevándose una mano a la boca para tapársela.

— Pues porque aprendo mejor de forma practica o en el campo. Jeje. —añadió con una sincera carcajada.

Nanashi fue el primero en percatarse al observar a alguien saltando entre las plataformas, no estaban solos en aquella fría tarde invernal; pero no debían temer o alterarse.

Conforme se acercaba a la orilla se hacían más claros los dos borrones que había avistado en un principio. Eran dos figuras con capa de viaje y encapuchadas. Hana levantó una ceja, curiosa. Eran las únicas tres personas en aquel lugar. Si hubiese sido una fecha especial, ni siquiera se hubiese parado a pensarlo, pero en aquella situación... era curioso, cuanto menos. Sospechoso, cuanto más.

Decidió acercarse a saludar. No es como que fuese a pasar nada. Se quitó la capucha al llegar a la orilla, desvelando su breve melena rubia y su bandana descansando alrededor de su cuello. A pesar del frío que hacía, no se iba a acercar a dos extraños totalmente cubierta. Una vez a una distancia adecuada para que pudiesen conversar, se detuvo.

— Buenos días, soy Himura Hana, kunoichi de Uzushiogakure. — hizo una leve inclinacion con la cabeza. — ¿Puedo saber vuestros nombres?

Les dedicó una leve sonrisa. Al fin y al cabo, tenían que venir a rendir tributo a Shiona-sama.

— ¿Himura? ¡Que coincidencia, yo también me apellido Himura! ¡Soy Himura Ren!

Y sin tiempo de reacción, se lanzó directa al fregado; cuando Nanashi le había repetido mil veces cuando salieron de las lluviosas tierras que procurara no usar su verdadero nombre. Su maestro suspiró, trasladando la mano de su barba descuidada hasta su propia frente; preguntándose a partes iguales cuan idiota podría llegar a ser nueva alumna, y en que apuro le llegaría a meter.

— Me lamo Nanashi, y esta es mi pupila. Estamos de peregrinaje, o algo así. — dijo antes de que Ren metiera la pata dando rienda a su lengua. — Estoy intentando que se empape un poco de historia; de buena e inocente que es, a veces parece tonta.

Ren le miro frunciendo el ceño, y este se la devolvió arqueando una ceja y girando levemente la cabeza, intentando disimular el enfado con la joven.

— No puede ser. — murmuró Hana con incredulidad.

Era la primera vez que se presentaba a alguien fuera de la villa y va, y tiene su mismo apellido. ¿Qué probabilidades había?

Se quedó callada mientras el maestro de su potencial pariente se presentaba y comentaba la lección que esperaba enseñar a su alumna. La kunoichi no pudo reprimirse una sonrisilla al ver como la regañaba sutilmente para después hacer un intercambio de miradas aún menos sutil.

— Encantada, Nanashi-san. — contestó educadamente antes de girarse a su alumna. — ¿De donde sois? Mi padre siempre hablaba de sus parientes de fuera de la villa, pero nunca me decía sitios concretos.

Sonreía y le brillaban los ojos. Puede que fuese algo descortés indagar tanto en el trasfondo de unos desconocidos. Pero se apellidaban igual. Eso... ¡Eso era todo un misterio! Un misterio que resolver ahí y ahora.

— Venimos desde bastante lejos, cerca de un pueblecito al pasar el bosque Azur. — añadio tras un largo suspiro, desviando la mirada y rascandose la barba, con la esperanza de evitar más preguntas incomodas.

«Si por cerca entiendes varios kilometros, y por pueblecito, Amegakure no sato. Así que en teoría, no he mentido» pensó Nanashi observando el paisaje.

— ¿No es un apellido muy común? — añadió extrañada pero con sinceridad, llevándose una mano a la boca.

— En cualquier caso, descansemos un rato; llevamos una buena caminata hoy también. — se alejó un poco del camino principal de piedra, adornado por toriis. Se recostó bajo un árbol, cruzando las piernas y dando un largo bostezo.

— Al pobre ya le pesan los años, esta mayor para estos viajes. — susurró a la candidata para su nueva amiga.

— Te recuerdo que tengo buen oído, idiota. — se colocó entonces su sombrero de paja por encima de la cara, no le daba el sol, pero tampoco quería que este le despertase después de tostarse un rato. Ren se sonrojó levemente al ser regañada de nuevo y se la veía ligeramente molesta por ello.

— Venimos desde bastante lejos, cerca de un pueblecito al pasar el bosque Azur. —

— Ya veo. — la geografía no era su fuerte, pero sabía que eso estaba muy a la izquierda del mapa, y ahora mismo estaban a la derecha. — Es un buen trecho hasta aquí. — soltó Hana con admiración.

Todo ese camino para ver a Shiona-sama, pensó para sus adentros, henchida de orgullo.

— ¿No es un apellido muy común?

Esa pregunta la confundió notablemente. ¿Había por ahí una aldea llena de primos suyos?

— En Uzushiogakure, de momento, yo no he conocido a ningún Himura más. ¿A cuantos conocéis vosotros? — la curiosidad no paraba de crecer.

El maestro decidió recostarse, apartándose del camino de piedra por el que habían venido. Hana no quería dejar a medias la conversación pero tampoco quería molestar, sobre todo teniendo en cuenta que venían de un viaje considerablemente largo.

— Entiendo que estaréis cansados, no quiero molestar si os vais a echar un rato. — se excusó mirando a uno y a otra.

Off: Hana siente una imperiosa necesidad de hacerte con el bokken de Ren. Defecto Trastorno Psicológico Activado.

— No te preocupes por mí — dijo para que segundos más tarde, su estomago rugiese. — Vale... A lo mejor no estoy cansada, pero si hambrienta. — añadió con una suave risa sonrojada.

Ren no sabía mucho sobre su familia, y aún menos de la procedencia de su apellido, no era uno muy extraño en las tierras de su país. Pero la insistencia Hana la hizo apiadarse de ella; se tumbó a varios metros de su maestro, dejando una pequeña bolsa que llevaba a la espalda frente a ella y una cantimplora forjada en una calabaza, además desanudo su arma de la cintura para dejar su bokken envainado a la derecha para estar más cómoda sobre la hierba.

Desanudo un pañuelo de colores azules y blancos que mostraban diversas olas para mostrar un bentoo de colores oscuros.

— ¿Tienes hambre? ¡Esto sabe mejor en compañía! — sonrío dulcemente.

Nanashi añadió un ronquido a la conversación.

— No te preocupes por mí. Vale... A lo mejor no estoy cansada, pero si hambrienta.

Hana supusó que eso significaba que podía quedarse a charlar un rato pero que no iba a sacar mucho más del tema familia. Con lo que había dicho Ren sobre lo común que era su apellido o en su aldea todos eran primos o de verdad era muy común fuera del País de la Espiral. No estaba segura de qué opción la desconcertaba más.

Siguió a Ren hasta donde fue a sentarse y entonces se fijó en el arma que se desanudaba para poder sentarse. Era un Bokken, un arma legendaria usada en la academia para que no nos cosamos a espadazos. Ver uno le traía recuerdos, tantos, que ahora quería volver a empuñarlo.

— Vaya, eso es un Bokken, ¿no? Los usábamos mucho en la academia ninja. ¿Me dejas verlo? — pidió educadamente con ilusión.

— ¿Tienes hambre? ¡Esto sabe mejor en compañía! —

— Oh, no, gracias. Ya me he servido antes. — le contestó, imitandola y sentandose mientras dejaba su Kodachi enfundada a su lado.

Levanto una de las tapas del bento; para dejar ver algunas bolas de arroz y algo de tempura. Todo lo había preparado Nanashi en los fogones de algunos sitios por los que se habían hospedado. Sin más preámbulos, cogió una de las bolas de arroz para llevársela a la boca.

Hana parecía prestar especial atención al arma de Ren, y la invito nuevamente, aunque esta vez a otra cosa.

— Claro, adelante — posteriormente dio un mordisco a su almuerzo. — Me encantan los samurais, así que desde pequeña he querido aprender a usar la espada. Hace poco ha decidido enseñarme algo, aunque desde que empezamos el viaje ni la he tocado mi me ha mostrado nada nuevo.

Miro enfadada nuevamente a su maestro, quien yacía tumbado, soltando algún ronquido de vez en cuando. Volvió a retomar su almuerzo, masticando descontenta.

— Claro, adelante. Me encantan los samurais, así que desde pequeña he querido aprender a usar la espada. Hace poco ha decidido enseñarme algo, aunque desde que empezamos el viaje ni la he tocado mi me ha mostrado nada nuevo.

Una vez con el permiso de su dueña, alcanzó el Bokken y lo desenvainó. Incluso el olor de la madera era el mismo que en la Academia. Volver a tener uno en las manos era nostálgico y extrañamente reconfortante.

— Ya veo, yo la verdad es que no me llama mucho el arte de la espada ni de las armas en general. Aprendí lo básico y lo practiqué cuando me regalaron mi Kodachi, pero no creo que me especialice demasiado en ello. — Hana dejó el Bokken sobre sus piernas cruzadas y levantó su Kodachi para enseñarsela a Ren.

La desenvainó levemente, la hoja brillaba y estaba perfectamente afilada, más por el poco uso que por un cuidado exhaustivo.

— De momento no la he usado para nada más que entrenar. Entonces, ¿tu maestro es un samurai?

Dejó la Kodachi, nuevamente envainada entre ambas, por si Ren quería echarle un ojo.

— Uooooooh... Es super bonita —dijo una Ren con varios granos de arroz dispersos en su boca, completamente embelesada por su brillo. — ¿Puedo mirarla?

Hana dejo la Kodachi entonces entre ambas, y Ren no dudó en cogerla con cuidado.

— De momento no la he usado para nada más que entrenar. Entonces, ¿tu maestro es un samurai?

Se veía demasiado bonita y puede que fuera importante para ella por ser algún recuerdo, y más si decía que solo la había usado para entrenar. Ren estaba fascinada con los samurais y su mundo, pero hasta que no recibió un severo discurso por parte de su maestro, no se dio cuenta de que realmente se lo tomaba todo a broma y risas, por muy fascinada que estuviera.

— Uuuuhhmm... No, o por lo menos no estoy muy segura. El caso es que sabe usarla. — la desenvaino con cuidado, pero no termino de sacarla de su recipiente; poniendo la hoja hacia el sol para ver más detenidamente su brillo. — Corto un muñeco de paja por la mitad con ese bokken. — añadió sacando un poco la lengua y cerrando un ojo, como si buscara algo.

«Nanashi me dijo que puedes leer el alma de una persona por la hoja y el brillo de su espada; pero no entiendo a que se refiere. Yo la veo bastante normal»

¿Puedo mirarla?

Hana no pudo evitar ensanchar su sonrisa ante el entusiasmo de Ren. Asintió ante la pregunta de la muchacha, y ésta no perdió ni un segundo en cogerla. La rubia por su parte apoyó sus manos sobre el Bokken, más atenta ahora a la morena.

— Uuuuhhmm... No, o por lo menos no estoy muy segura. El caso es que sabe usarla. Corto un muñeco de paja por la mitad con ese bokken.

Sus ojos amarronados se abrieron de golpe, ¿cortar un muñeco de paja con un Bokken? Pero... si se clasifica de arma contundente. ¿Cómo? Sacó el Bokken con cuidado de su vaina. Pesaba exactamente lo mismo que los de la Academia, así que era improbable que llevase dentro metal. Pasó la mano con cuidado por el supuesto filo. No, no cortaba, como mucho podrías clavarte una astilla.

— Guau, pues sí que tiene que ser un buen espadachín.

Giró la cabeza al hombre que dormía plácidamente sin echarles cuentas a las dos chicas. Tragó saliva y volvió a enfundar el Bokken. ¿Habría sido samurai o shinobi antes de convertirse en maestro? En cualquier caso, mejor quedarse en el lado bueno de ese hombre.

Si Ren prestaba atención, vería un grabado en el nacimiento de la hoja de la Kodachi. 希, el kanji de "Esperanza".

— Guau, pues sí que tiene que ser un buen espadachín. — dijo Hana recayendo la atención sobre el maestro de Ren. Esta ni siquiera se percató del asombro de su compañera frente a lo que dijo. Para ella en su momento también fue algo impresionante.

— Si bueno. Tenemos un pequeño restaurante en mitad de la ciudad; y verle cortar cualquier cosa a veces se convierte en un auténtico espectaculo. ----Finalmente dio con algo, se trataba de un kanji grabado sobre la hoja. Si estaba hecho a mano o no, ella no era capaz de diferenciar aquello. — "¿Esperanza?"

Soltó en voz alta, todavía algo absorta en el arma.