5/02/2020, 19:30
La respuesta de la Hyūga no se hizo de rogar.
—¿No... n-n-no viene la dirección?. Eso ha s-s-sido una equivocación, ay, qué apuro...
Acto seguido, la Chunnin cogió un trozo de papel y un bolígrafo y escribió la dirección donde tenía que acudir el Nara, entregándoselo en mano.
— Muchas gracias, Kyoko. — Repitió Daisuke educadamente mientras cogía el papel con su mano derecha. — Eres muy amable. — Añadió con una sonrisa en su rostro, mientras leía la dirección, la memorizaba y se guardaba el papel en el bolsillo derecho de su pantalón.
— Bueno, supongo que eso es todo. Nos vemos. Pasa un buen día. — Dijo el rubio a modo de despedida mientras elevaba su mano derecha.
Acto seguido, Daisuke se dio media vuelta y salió por la puerta del despacho tal y como había entrado: sin prisa alguna pero sin pausa. Al parecer, tenía que realizar labores de jardinero para un famoso miembro del clan Sarutobi. No era una tarea que lo disgustase, pero tampoco que lo llenase de ilusión. Sin embargo, era mejor que limpiar retretes. Es más, cualquier encargo era mejor que limpiar retretes.
El Nara bajó las escaleras del edificio tranquilamente, de una en una, mientras miraba detenidamente el cielo, observando las pocas nubes de color blanco que se encontraban en él, pensando en el día que le tocaría realizar misiones más complicadas, que implicasen algún combate. Desde luego, todavía quedaba mucho, y por supuesto, tenía mucho entrenamiento que realizar antes de estar preparado para ello. Y, además, por si fuera poco, odiaba y aborrecía los combates, pero le agradaba sentirse útil para el bienestar de su aldea.
En cuestión de veinte minutos, Daisuke se presentó finalmente en la dirección que le había escrito previamente la Chunnin. Una vez se encontraba delante de la puerta de la casa de Isshin, decidió llamar con tres golpes secos, utilizando su puño derecho con firmeza. Después, esperó pacientemente a que alguien le abriese para así poder identificarse como tal, mientras miraba hacia la bandana que portaba en el brazo izquierdo que lo convertía en un Gennin de pleno derecho, aunque fuese tan inexperto.
—¿No... n-n-no viene la dirección?. Eso ha s-s-sido una equivocación, ay, qué apuro...
Acto seguido, la Chunnin cogió un trozo de papel y un bolígrafo y escribió la dirección donde tenía que acudir el Nara, entregándoselo en mano.
— Muchas gracias, Kyoko. — Repitió Daisuke educadamente mientras cogía el papel con su mano derecha. — Eres muy amable. — Añadió con una sonrisa en su rostro, mientras leía la dirección, la memorizaba y se guardaba el papel en el bolsillo derecho de su pantalón.
— Bueno, supongo que eso es todo. Nos vemos. Pasa un buen día. — Dijo el rubio a modo de despedida mientras elevaba su mano derecha.
Acto seguido, Daisuke se dio media vuelta y salió por la puerta del despacho tal y como había entrado: sin prisa alguna pero sin pausa. Al parecer, tenía que realizar labores de jardinero para un famoso miembro del clan Sarutobi. No era una tarea que lo disgustase, pero tampoco que lo llenase de ilusión. Sin embargo, era mejor que limpiar retretes. Es más, cualquier encargo era mejor que limpiar retretes.
El Nara bajó las escaleras del edificio tranquilamente, de una en una, mientras miraba detenidamente el cielo, observando las pocas nubes de color blanco que se encontraban en él, pensando en el día que le tocaría realizar misiones más complicadas, que implicasen algún combate. Desde luego, todavía quedaba mucho, y por supuesto, tenía mucho entrenamiento que realizar antes de estar preparado para ello. Y, además, por si fuera poco, odiaba y aborrecía los combates, pero le agradaba sentirse útil para el bienestar de su aldea.
En cuestión de veinte minutos, Daisuke se presentó finalmente en la dirección que le había escrito previamente la Chunnin. Una vez se encontraba delante de la puerta de la casa de Isshin, decidió llamar con tres golpes secos, utilizando su puño derecho con firmeza. Después, esperó pacientemente a que alguien le abriese para así poder identificarse como tal, mientras miraba hacia la bandana que portaba en el brazo izquierdo que lo convertía en un Gennin de pleno derecho, aunque fuese tan inexperto.