6/02/2020, 21:42
Daisuke escuchó con atención y en silencio las palabras del Sarutobi.
—Muy bien, muy bien. En mis tiempos, no había nada como morder el polvo unas cuantas veces para espabilar y aprender un par de trucos nuevos. ¡Siempre lo he dicho! Lástima que muchos de los sensei de ahora se han vuelto unos blandengues y no os ponen a caldo con frecuencia.
— Sí... qué mala suerte. — Pensó el Nara de manera irónica, pues agradecía no tener un sensei duro que lo sometiese a entrenamientos extremos ni a misiones con riesgo de muerte. Aunque, a falta de un sensei así, ya tenía a su padre, que lo educaba duramente con disciplina y dureza, pero también con respeto, diligencia y empatía. Su familia no era la mejor del mundo, sin duda, pero gracias a ellos se había convertido en el shinobi que era ahora.
El Gennin continuó hablando, y elevó su ceja derecha cuando, de repente, Isshio comenzó a reírse, y a diferencia de antes, parecía estar burlándose de él, lo que provocó que Daisuke frunciese el ceño, levemente mosqueado con la actitud de su anfitrión.
—¿Odio? ¿Rencor contra los ninja? ¿Los bijū organizándose para atacar el mundo? ¡JIAJIAJIA! ¡Creo que alguien ha estado leyendo demasiadas historias de fantasía! ¿Cómo se te han metido semejantes disparates en la sesera, muchacho? ¿"Eliminar el odio que los bijū llevan dentro"? ¡JIAJIAJIA! ¿De qué demonios hablas?
—Tienes buena imaginación, eso está claro. Cuando te retires podrías dedicarte a escribir.
El Nara respiró tres veces antes de responder al Sarutobi, intentando serenarse para no perder ni los nervios, ni la compostura, ni, por supuesto, la razón. No debía olvidar que era un shinobi de rango inferior y que, ante él, se encontraba no sólo su cliente, si no también un ninja de grado superior aclamado con honores en toda la aldea. Si se encaraba con él tenía todas las de perder, y eso no le convenía.
— Aunque tenga bastante imaginación y fuese bueno para dedicarme a escribir, supongo que soy demasiado vago como para ponerme a escribir un libro entero. — Respondió Daisuke, encogiéndose de hombros. — Siempre me he imaginado jugando al shogi de mayor sin parar en busca de un oponente digno, o enseñando a jugar a otros chicos que no sepan. O, simplemente, disfrutando mirando el cielo y las nubes, viendo pasar el tiempo con calma. — Añadió, con una leve sonrisa, mientras cerraba sus ojos y se imaginaba aquella sensación de tranquilidad para así terminar de relajarse por completo.
— Respecto al tema de los Bijū... — Dijo el Nara, retomando el tema de conversación, volviendo a abrir los ojos, esta vez con el rostro serio. — Es cierto que en la Academia intentaron educarme de otra manera más anticuada. — Explicó, con total serenidad, recordando viejos tiempos pasados. — Pero yo siempre he destacado entre el resto por mi forma de pensar diferente, ya sea para bien o para mal. — Añadió, con una leve sonrisa. — A veces, cuando hay un problema evidente, como es el tema de los Bijū, hay que mirarlo desde un punto de vista externo. Se llama pensamiento lateral, y muy pocas personas son capaces de usarlo. — Dijo, señalando su propia cabeza con el dedo índice de su mano izquierda. — Como decía. En la Academia, y me atrevería a decir que en todo Oonindo, se trata a los Bijū como monstruos, desde el resentimiento y el rencor. Se dice que un ninja no debe tener sentimientos, porque eso podría ser su perdición en una misión. Pero yo todavía no tengo esa capacidad, y no sé si la tendré algún día. — Decía, pensativo. — ¿En serio creéis que la mejor solución es encerrarlos dentro de unos recipientes humanos a los que todos llaman jinchurikis? ¿No pensáis que tanto humano como Bijū pueden estar sufriendo? Los Bijū quieren ser libres, como las nubes que tanto me gusta admirar. Nadie desea ser tratado como un objeto y un arma que hay que utilizar contra otros. Ellos, lejos de ser animales sin sentimientos, tienen un corazón y un alma, como todos y cada uno de nosotros. Estoy seguro de que se puede razonar con ellos. Pero sin duda habría que cambiar muchas cosas en la forma de pensar del mundo entero para que hubiera una paz eterna y duradera. ¿No sería mejor tenerlos como aliados que como enemigos a los que hay que temer? — Daisuke hablaba sin parar, lleno de conjeturas y conclusiones tal vez precipitadas acerca de los sentimientos de los Bijū. Nunca había hablado con uno, y no podía asegurar que su forma de pensar era la adecuada y la correcta. Pero tenía empatía, que era algo de lo que muchos carecían.
—Muy bien, muy bien. En mis tiempos, no había nada como morder el polvo unas cuantas veces para espabilar y aprender un par de trucos nuevos. ¡Siempre lo he dicho! Lástima que muchos de los sensei de ahora se han vuelto unos blandengues y no os ponen a caldo con frecuencia.
— Sí... qué mala suerte. — Pensó el Nara de manera irónica, pues agradecía no tener un sensei duro que lo sometiese a entrenamientos extremos ni a misiones con riesgo de muerte. Aunque, a falta de un sensei así, ya tenía a su padre, que lo educaba duramente con disciplina y dureza, pero también con respeto, diligencia y empatía. Su familia no era la mejor del mundo, sin duda, pero gracias a ellos se había convertido en el shinobi que era ahora.
El Gennin continuó hablando, y elevó su ceja derecha cuando, de repente, Isshio comenzó a reírse, y a diferencia de antes, parecía estar burlándose de él, lo que provocó que Daisuke frunciese el ceño, levemente mosqueado con la actitud de su anfitrión.
—¿Odio? ¿Rencor contra los ninja? ¿Los bijū organizándose para atacar el mundo? ¡JIAJIAJIA! ¡Creo que alguien ha estado leyendo demasiadas historias de fantasía! ¿Cómo se te han metido semejantes disparates en la sesera, muchacho? ¿"Eliminar el odio que los bijū llevan dentro"? ¡JIAJIAJIA! ¿De qué demonios hablas?
—Tienes buena imaginación, eso está claro. Cuando te retires podrías dedicarte a escribir.
El Nara respiró tres veces antes de responder al Sarutobi, intentando serenarse para no perder ni los nervios, ni la compostura, ni, por supuesto, la razón. No debía olvidar que era un shinobi de rango inferior y que, ante él, se encontraba no sólo su cliente, si no también un ninja de grado superior aclamado con honores en toda la aldea. Si se encaraba con él tenía todas las de perder, y eso no le convenía.
— Aunque tenga bastante imaginación y fuese bueno para dedicarme a escribir, supongo que soy demasiado vago como para ponerme a escribir un libro entero. — Respondió Daisuke, encogiéndose de hombros. — Siempre me he imaginado jugando al shogi de mayor sin parar en busca de un oponente digno, o enseñando a jugar a otros chicos que no sepan. O, simplemente, disfrutando mirando el cielo y las nubes, viendo pasar el tiempo con calma. — Añadió, con una leve sonrisa, mientras cerraba sus ojos y se imaginaba aquella sensación de tranquilidad para así terminar de relajarse por completo.
— Respecto al tema de los Bijū... — Dijo el Nara, retomando el tema de conversación, volviendo a abrir los ojos, esta vez con el rostro serio. — Es cierto que en la Academia intentaron educarme de otra manera más anticuada. — Explicó, con total serenidad, recordando viejos tiempos pasados. — Pero yo siempre he destacado entre el resto por mi forma de pensar diferente, ya sea para bien o para mal. — Añadió, con una leve sonrisa. — A veces, cuando hay un problema evidente, como es el tema de los Bijū, hay que mirarlo desde un punto de vista externo. Se llama pensamiento lateral, y muy pocas personas son capaces de usarlo. — Dijo, señalando su propia cabeza con el dedo índice de su mano izquierda. — Como decía. En la Academia, y me atrevería a decir que en todo Oonindo, se trata a los Bijū como monstruos, desde el resentimiento y el rencor. Se dice que un ninja no debe tener sentimientos, porque eso podría ser su perdición en una misión. Pero yo todavía no tengo esa capacidad, y no sé si la tendré algún día. — Decía, pensativo. — ¿En serio creéis que la mejor solución es encerrarlos dentro de unos recipientes humanos a los que todos llaman jinchurikis? ¿No pensáis que tanto humano como Bijū pueden estar sufriendo? Los Bijū quieren ser libres, como las nubes que tanto me gusta admirar. Nadie desea ser tratado como un objeto y un arma que hay que utilizar contra otros. Ellos, lejos de ser animales sin sentimientos, tienen un corazón y un alma, como todos y cada uno de nosotros. Estoy seguro de que se puede razonar con ellos. Pero sin duda habría que cambiar muchas cosas en la forma de pensar del mundo entero para que hubiera una paz eterna y duradera. ¿No sería mejor tenerlos como aliados que como enemigos a los que hay que temer? — Daisuke hablaba sin parar, lleno de conjeturas y conclusiones tal vez precipitadas acerca de los sentimientos de los Bijū. Nunca había hablado con uno, y no podía asegurar que su forma de pensar era la adecuada y la correcta. Pero tenía empatía, que era algo de lo que muchos carecían.