16/02/2020, 00:56
Un melancólico Daigo, que bien venía de experimentar uno de los acontecimientos más turbios que hubiese padecido la Aldea de la Hierba en muchísimo pero muchísimo tiempo, se encontró con la suerte de que aún quedaban un par de entradas disponibles para el evento de la noche, y quizás, sólo quizás, atender al evento de uno de sus deportes favoritos ayudaría a despejar un poco la mente del luto que ahora le embaucaba a él y al resto de sus compatriotas. Aunque no logró conseguir uno de esos puestos preferenciales que te permitían vivir la experiencia de una manera más personal, estando tan próximo al ring que podías incluso escuchar el golpe de los guantes apabullar la piel de los contrarios , lo cierto es que le había tocado una butaca de la segunda fila, que no estaba tan arriba del todo. El número era el E-12, y para llegar hasta él, tendría que mover su culo hasta el interior de Gōruden.
Gōruden había sido alguna vez el corazón de un templo que veneraba a Daibutsu. Los impuestos y una época de pocas ofrendas acabaron con los filigreses, y por allá en el Verano del 200; Gōruden Toboya pagó las deudas y adquirió la infraestructura. De más está decir que modificó el templo hasta convertirlo en un portentoso y avanzado gimnasio, incluso para la época, y contrató a un puñado de luchadores veteranos que comenzaron a recibir pupilos e instruyeron a la ciudad en el maravilloso mundo del de las luchas.
Desde entonces, la actividad se convirtió en una rutina casi religiosa para los amantes de la lucha y el apoyo del público permitió que la LKBP fuera creada a nivel federativo, donde los boxeadores de otros dojos dentro y fuera del País del Bosque pudieran luchar por los más grandes títulos de campeón, que traían consigo no sólo prestigio, sino una cantidad exorbitante de dinero que te podía arreglar la vida. Así pues, la Hierba se convirtió en la cuna del boxeo como un estilo de vida para aquellos que no podían convertirse en shinobi.
La entrada al dojo se componía de un camino llano, recto, con murales de retratos de luchadores de época y una línea temporal de todos los campeones. El rostro de Puño de Hierro Hiro era el último en adornar el pasillo. Hiro era el campeón actual del título de peso pesado, con un record de 10-0-0.
A la salida, sendos reflectores de luz natural iluminaban el amplísimo ring de carpeta verde rodeado por cuerdas negras. Éste, circundado por cuatro palcos principales, un sector para comentaristas y el resto de asientos para el público de a pie. Un gran bululú de gente ya se concentraba adentro, y pronto el calor del espectáculo abrazó a un Daigo que bien podía sentirse muy pequeño ante la portentosa concentración de ciudadanos de Tane-Shigai que aguardaban expectantes a que el evento diera lugar.
Gōruden había sido alguna vez el corazón de un templo que veneraba a Daibutsu. Los impuestos y una época de pocas ofrendas acabaron con los filigreses, y por allá en el Verano del 200; Gōruden Toboya pagó las deudas y adquirió la infraestructura. De más está decir que modificó el templo hasta convertirlo en un portentoso y avanzado gimnasio, incluso para la época, y contrató a un puñado de luchadores veteranos que comenzaron a recibir pupilos e instruyeron a la ciudad en el maravilloso mundo del de las luchas.
Desde entonces, la actividad se convirtió en una rutina casi religiosa para los amantes de la lucha y el apoyo del público permitió que la LKBP fuera creada a nivel federativo, donde los boxeadores de otros dojos dentro y fuera del País del Bosque pudieran luchar por los más grandes títulos de campeón, que traían consigo no sólo prestigio, sino una cantidad exorbitante de dinero que te podía arreglar la vida. Así pues, la Hierba se convirtió en la cuna del boxeo como un estilo de vida para aquellos que no podían convertirse en shinobi.
La entrada al dojo se componía de un camino llano, recto, con murales de retratos de luchadores de época y una línea temporal de todos los campeones. El rostro de Puño de Hierro Hiro era el último en adornar el pasillo. Hiro era el campeón actual del título de peso pesado, con un record de 10-0-0.
A la salida, sendos reflectores de luz natural iluminaban el amplísimo ring de carpeta verde rodeado por cuerdas negras. Éste, circundado por cuatro palcos principales, un sector para comentaristas y el resto de asientos para el público de a pie. Un gran bululú de gente ya se concentraba adentro, y pronto el calor del espectáculo abrazó a un Daigo que bien podía sentirse muy pequeño ante la portentosa concentración de ciudadanos de Tane-Shigai que aguardaban expectantes a que el evento diera lugar.