14/02/2020, 11:16
(Última modificación: 14/02/2020, 11:19 por Uzumaki Eri. Editado 2 veces en total.)
— ¡Oh, mira esto, colega! Resulta que el viejo ha contratado un par de ninjas para ayudar al perro, ¿pudisteis salvarlo? ¡Seguro que no!
A Eri se le instaló un tic en la ceja derecha, mirando al hombre que estaba delante de ella cachondeándose de la muerte del inocente y precioso perro que ahora se hallaba muerto a unos metros de su posición. El moreno se reía, y con cada carcajada a Eri se le hinchaba más la vena del cuello, haciendo que cada gota de su sangre comenzase a hervir.
No le gustaba matar, no le gustaba ver como alguien moría, y mucho menos si ese alguien era inocente. Le daba igual personas, perros, gatos, cualquier ser vivo inocente no debería morir solo porque otros se diviertan viéndolo sufrir.
— Mira, mira, ¡es una jōnin! Creo que ese cabrón estaba un poco desesperado.
«Soy jounin por algo, gilipollas.»
De pronto, el cuerpo de Eri comenzó a echar chispas desde su cuerpo, como si hubiera hecho que una técnica eléctrica la rodease, volviendo más agudizados sus sentidos, pero en verdad solo estimulaba su cuerpo. Lo había hecho de manera inconsciente, presa de la cólera que sentía al escuchar las carcajadas sucias de los desconocidos, y, sin decir nada; en un parpadeo se posicionó frente al último de los dos, el blanco, y le propinó un puñetazo en el estómago.
A Eri se le instaló un tic en la ceja derecha, mirando al hombre que estaba delante de ella cachondeándose de la muerte del inocente y precioso perro que ahora se hallaba muerto a unos metros de su posición. El moreno se reía, y con cada carcajada a Eri se le hinchaba más la vena del cuello, haciendo que cada gota de su sangre comenzase a hervir.
No le gustaba matar, no le gustaba ver como alguien moría, y mucho menos si ese alguien era inocente. Le daba igual personas, perros, gatos, cualquier ser vivo inocente no debería morir solo porque otros se diviertan viéndolo sufrir.
— Mira, mira, ¡es una jōnin! Creo que ese cabrón estaba un poco desesperado.
«Soy jounin por algo, gilipollas.»
De pronto, el cuerpo de Eri comenzó a echar chispas desde su cuerpo, como si hubiera hecho que una técnica eléctrica la rodease, volviendo más agudizados sus sentidos, pero en verdad solo estimulaba su cuerpo. Lo había hecho de manera inconsciente, presa de la cólera que sentía al escuchar las carcajadas sucias de los desconocidos, y, sin decir nada; en un parpadeo se posicionó frente al último de los dos, el blanco, y le propinó un puñetazo en el estómago.