14/02/2020, 11:45
Mala decisión. Aquellos infelices no debieron aparecer allí, entre burlas y carcajadas. La vena, en proceso de hincharse Eri, así como el tic en su ceja no presagiaban nada bueno y no iba a ser yo quien la detuviera, se estaban ganando a pulso una señora paliza.
— Eri-san, ¿estás bien?
Era obvio que no, estaba empezando a perder el norte. Chispas empezaron a brotar por todo su cuerpo.
«Hostia puta, esto se va a poner feo»
Era de esas pocas veces en las que tendría que ser yo quién pusiese cordura. El tiempo no tardó en darme la razón, como si de un relámpago se tratase, la uzujin se había lanzado a por el capullo que teníamos delante, propinándole un puñetazo en la boca del estomago.
— ¡Agh!
El que todavía tenía a mis espaldas trató de reaccionar, corriendo para socorrer a su amigo pero... bueno, no podía permitirlo y le di una patada en el estómago para luego agarrarle del brazo y lanzarlo por los aires en dirección a uno de los árboles hice tres sellos de manos y... una baba viscosa y de color dorada terminó por abrazarlo y pegarlo al tronco de aquel árbol, inmovilizandolo durante un tiempo. Ahora podía centrarme en que Eri no hiciese algo de lo que arrepentirse.
Me giré hacía ellos y vi como el tipo había retrocedido unos pasos para sacarse una especie de wakizashi, una espada no muy grande con la que realizar un tajo hacía adelante hacía Eri.
— ¡¡¡Muere, hija de puta!!!
— Eri-san, ¿estás bien?
Era obvio que no, estaba empezando a perder el norte. Chispas empezaron a brotar por todo su cuerpo.
«Hostia puta, esto se va a poner feo»
Era de esas pocas veces en las que tendría que ser yo quién pusiese cordura. El tiempo no tardó en darme la razón, como si de un relámpago se tratase, la uzujin se había lanzado a por el capullo que teníamos delante, propinándole un puñetazo en la boca del estomago.
— ¡Agh!
El que todavía tenía a mis espaldas trató de reaccionar, corriendo para socorrer a su amigo pero... bueno, no podía permitirlo y le di una patada en el estómago para luego agarrarle del brazo y lanzarlo por los aires en dirección a uno de los árboles hice tres sellos de manos y... una baba viscosa y de color dorada terminó por abrazarlo y pegarlo al tronco de aquel árbol, inmovilizandolo durante un tiempo. Ahora podía centrarme en que Eri no hiciese algo de lo que arrepentirse.
Me giré hacía ellos y vi como el tipo había retrocedido unos pasos para sacarse una especie de wakizashi, una espada no muy grande con la que realizar un tajo hacía adelante hacía Eri.
— ¡¡¡Muere, hija de puta!!!
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa