14/02/2020, 15:49
La kunoichi montó su trampa, esperando pacientemente a que el gato hiciera acto de presencia. Mientras montaba guardia, de cuando en vez aún era posible escuchar al perro lamentándose desde aquella hostil casa con un dueño aún más hostil. Lo cierto era, que pese a todo su suerte no era tan mala.
No era lo que buscaba, pero un perro pequeño y peludo se asomó desde las sombras atraído por el aroma de comida fresca, en contraparte a la basura habitual.
Era de pelos negros y rizado, de patas cortas. Tenía un ojo con una extraña mancha café y movía despreocupado su diminuta cola hasta dónde estaba el cebo.
Lo que no sabía la kunoichi, es que su otro objetivo también estaba cerca. Caminaba por el borde de una canaleta, desconfiando del bulto de cajas y bolsas del cual salía aquel extraño palo.
Un gruñido fue su única advertencia, pero sería demasiado tarde para cuando lo escuchase pues el gato se había lanzado encima de su escondrijo, dispuesto a arañar a cualquier invasor humano o animal que estuviese ocultándose bajo los desperdicios. En este caso, Ren.
No era lo que buscaba, pero un perro pequeño y peludo se asomó desde las sombras atraído por el aroma de comida fresca, en contraparte a la basura habitual.
Era de pelos negros y rizado, de patas cortas. Tenía un ojo con una extraña mancha café y movía despreocupado su diminuta cola hasta dónde estaba el cebo.
Lo que no sabía la kunoichi, es que su otro objetivo también estaba cerca. Caminaba por el borde de una canaleta, desconfiando del bulto de cajas y bolsas del cual salía aquel extraño palo.
Un gruñido fue su única advertencia, pero sería demasiado tarde para cuando lo escuchase pues el gato se había lanzado encima de su escondrijo, dispuesto a arañar a cualquier invasor humano o animal que estuviese ocultándose bajo los desperdicios. En este caso, Ren.