—Oh. ¡Oh! Entiendo, entiendo — Continuó con sus labores.—Pues ya que lo mencionas...— El hombre se puso sombrío y apretó con fuerza el palo del trapeador, llegando a morderse el labio con rabia. —M-mi-mí jefe... Echó a la calle uno. Lo usó para, para pelear, pero como perdió lo tiró por ahí. Yo, yo no pude hacer nada al respecto pues padezco de una alergia muy fuerte al pelaje de los animales y además puede ser peligroso. Pe-pero quizá tu si puedas llevarlo a un sitio seguro, me da mucha lástima.
Mientras hablaban, ninguno de los dos logró percatarse del sonido de pasos desde la puerta que daba al interior del local, y mucho menos de la sombría silueta que se asomaba por la ventanilla.
—La última vez que lo vi estaba herido. Yo no le recriminé ni dije nada para no perder mi empleo pero si pudiera hacer algo por ese animal...
¡POM! La puerta se abrió de golpe y un señor cuarentón vestido con un delantal sucio se asomó teniendo una cara roja de la rabia.
—¿¡Qué están murmurando!? Escuché un ruido y luego parloteo ¿Ahora que fue Kenichi?— El sujeto puso los brazos en jarra y los clavó sobre el muchacho de lentes.
Mientras hablaban, ninguno de los dos logró percatarse del sonido de pasos desde la puerta que daba al interior del local, y mucho menos de la sombría silueta que se asomaba por la ventanilla.
—La última vez que lo vi estaba herido. Yo no le recriminé ni dije nada para no perder mi empleo pero si pudiera hacer algo por ese animal...
¡POM! La puerta se abrió de golpe y un señor cuarentón vestido con un delantal sucio se asomó teniendo una cara roja de la rabia.
—¿¡Qué están murmurando!? Escuché un ruido y luego parloteo ¿Ahora que fue Kenichi?— El sujeto puso los brazos en jarra y los clavó sobre el muchacho de lentes.