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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
La luna se alzaba, grande, redonda y misteriosa ante la bella aldea de Kusagakure. El infinito cielo, oscuro y cubierto de nubes rodeaba todo menos la luna llena. Un bello monumento que amenazaba con ser tragado por la oscuridad.

A sus habitantes, sin embargo, no les importaba aquella negrura. Las personas paseaban por la calle, reían y jugaban: hombres, mujeres, ancianos, niños. Los tenderetes continuaban en cada calle y las plazas estaban abarrotadas. Los dojos estaban llenos de jóvenes promesas.

¿Estaría entrenando ahí Daigo? ¿Su alumno, Kazuma-kun? ¿Etsu-san? Sí, por alguna razón, estaba seguro de que sí. Más adelante, estaba la casa de Yota, su familia, Kumopansa. Probablemente estaría ahí. Su mejor amigo siempre atesoraba los momentos que pasaba con su madre, a pesar de lo que indicase su mal humor. Casi a las afueras, la casa de Juro, y a su lado, el taller donde su hermana Katsue trabajaban tan duro, cuando no se encargaba de la tienda de su familia. Su abuela probablemente estaría haciendo inventario o tumbada, leyendo algún buen libro.

En mitad de aquella grandiosa villa, estaba su Kage: Moyashi Kenzou. Con su habitual sonrisa, observaba a sus ciudadanos. Sentía orgullo y aprecio. Por su querida familia. De cierta manera, se parecía a la Luna. Lo observaba todo, con cariño, pero no podía eliminar al cielo ni borrar la oscuridad del mundo. Igual que la luna puede proteger a los amantes incautos que se reúnen bajo su manto.

Ojala el tiempo pudiera congelarse. Juro desearía que ahí parara todo. Disfrutar esos momentos para siempre.

Pero la oscuridad siempre devoraba la luna. Entonces, todo se teñía de rojo.

Los truenos, rasgando el cielo como un gran tambor, indicaban que el fin se acercaba. Los rayos iluminaban, cada cierto tiempo, el cielo oscuro, mostrando una enorme figura. Siete alas volaban ciegamente, alimentadas por su sed de sangre. Un yelmo de escarabajo, una figura de gran monstruosidad en forma de insecto. Sus ojos, bajo el casco, brillaban. La baba caía de su rostro. Estaba hambriento de sangre y poder.

Pero la gente no se inmutaba. No hacía nada. Seguían riendo, cantando, bailando, hablando. Cómo si a nadie le importara el que un enorme monstruo se introdujera en sus vidas.

Las nubes, el viento y los truenos cesaron de golpe. Una enorme onda de aire hizo que el cielo cayera en pedazos, dejando en su lugar una masa grisácea y despejada. Frente a ella, apareció una enorme esfera: oscura, enorme y violenta.

Una técnica creada por los dioses. Una capaz de destruir su creación.

Ese día (igual que todos desde el incidente) no habría héroe salvador. La enorme esfera caía limpiamente sobre el edificio del Kage y se tragaba a Kenzou, mientras él seguía sonriendo. Después, se extendía. Destruía calles, casas, dojos. Reventaba toda la aldea, hasta convertirla en un enorme cráter. Pero lo peor eran la personas. No se desintegraban: se derretían. Juro observó como primero, perdían la piel, después, los huesos. Estaban agonizando. Gritaban alzándose hacia el cielo, pidiendo clemencia a aquel horrible Dios que les castigaba.

Su familia, sus amigos. Todos recibieron la misma muerte, violenta y horrible. Al final, la única persona que quedaba era el Morikage: destrozado y sangrante, como un esqueleto, le observaba. Ya no sonreía. Le señalaba. Él era el culpable de todo aquello. Él era el monstruo de sus sueños.



Juro volvió a despertarse entre gritos. El corazón le latía a mil por hora y notó como su cuerpo estaba bañado en sudor. A pesar de ser por la noche, ardía de calor. Bajo sus ojos habían empezado a salir lágrimas de forma descontrolada.

Qué curioso. Pensaba que ya se había quedado sin ellas.

Se abrazó así mismo, buscando calor. Rezó para que sus gritos no hubieran alertado a los turistas que solían aparecer por la noche frente al oasis. Afortunadamente, no estaba tan cerca como para ser oído.

« Chico, ¿estás bien?»

Los ojos de Juro ya no eran como antes. Había perdido su luz. Enormes bolsas de ojeras se habían comprimido en su cara, tratando de deformarla. Aquella pesadilla. La había tenido todos los días desde aquel accidente.

Sin embargo, le perseguía fuera donde fuese. No importaba en que recóndito bosque o caverna huyese, o lo rápido que volase. Incluso ahí, en el desierto.

— No. No lo estoy bien — suspiró —. Pero hace tiempo que eso dejó de importar.

Ante él, ahora se alzaba un enorme oasis, de aguas puras y cristalinas. En ellas, se reflejaba la luna llena, tan enorme y brillante como la recordaba en aquel día.

“La mayor parte del tiempo navegamos a salvo de la tormenta. Seguimos a nuestro corazón, confiando en lo que está bien. Toda una vida dedicada a la verdad. A nuestra verdad. Pero el miedo lo cambia todo. Cuando una persona es sometida por él, todo se rompe. Un capricho del destino, un golpe de mala suerte. No importa.

Las decisiones se desvanecen. Con un pestañeo, toda tu vida hasta entonces ha terminado.

¿Qué ocurre entonces? Cuando todo se desvanece, cuando se pierde el control. Una vez que tu alma está rota y el miedo ha ganado. ¿Tomarás la decisión correcta? ¿Serás valiente o te hundirás en tu miseria?

¿Quién serás en ese momento? Ante el reflejo de la luna, ¿Será tu cara o la de un extraño la que verás?

Hablo / Pienso

Avatar hecho por la increible Eri-sama.

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Sellos implantados: Hermandad intrepida
  • Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60
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[Unific] El exiliado, el desierto y el escarabajo - por Eikyuu Juro - 12/04/2020, 17:27


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