16/04/2020, 14:20
La chiquilla en la que se había transformado Yota sacó la bandana que le había proporcionado el recepcionista, allá en Kusagakure. Los ojos del leñador se quedaron fijos en ella y no tardó en torcer el gesto en una mueca de desdén. La placa había perdido su brillo metálico característico y lo había sustituido por el óxido, los bordes estaban desgastados y roídos por el paso del tiempo y la tela sucia y polvorienta.
—¿Y no os han enseñado en la Academia que un shinobi debe proteger su bandana con su vida si es necesario? Menudo desperdicio... —gruñó, con voz ronca. Y suspiró—. Muy bien. Pasa si quieres. Te ofreceré un té mientras esperamos a tu dichoso sensei —rezongó, de mala gana, pero abrió un brazo hacia el interior de la cabaña.
—¿Y no os han enseñado en la Academia que un shinobi debe proteger su bandana con su vida si es necesario? Menudo desperdicio... —gruñó, con voz ronca. Y suspiró—. Muy bien. Pasa si quieres. Te ofreceré un té mientras esperamos a tu dichoso sensei —rezongó, de mala gana, pero abrió un brazo hacia el interior de la cabaña.
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