29/04/2020, 13:17
Las arenas del desierto se transformaron. No. Más bien, el mundo entero se transformó de golpe. Juro había ascendido hasta el cielo. De pie, sobre las nubes, le sostuvo la mirada a Chōmei. Frente a frente, bijuu y jinchūriki. En este caso, la criatura no tenía ninguna clase de cadena que le restringiera al suelo, y agitaba sus alas, ferozmente, desplazándose por el cielo artificial. Juro no pudo contener una sonrisa al ver a la criatura volar. Ni de lejos podría igualarla por sí mismo.
Al igual que la criatura sentía la desesperación de Juro, el marionetista pudo sentir la pequeña sensación de libertad que el bijuu experimentaba. Estaba encerrado en su cuerpo, sí, pero al menos, podía moverse.
— Mucho mejor así. Esas cadenas estaban arrugando mis alas. Quería estirarme desde hace mucho. — Chōmei rió, pero Juro notó un cierto tono de tristeza mezclado en sus palabras. Se fascinó ante los complejos sentimientos de la criatura. Vivir encadenado en aquella vasija y luego, en Juro, debía de haber sido una experiencia muy dura —. Un ser cautivo es la cosa más desafortunada del mundo . Hace tiempo me sentía así. Pero, por suerte, ahora ya no.
Juro ni si quiera pudo tomar el halago. Imágenes le llegaron a la cabeza en ese momento. Sí, había sido libre, cuando habían matado al Morikage. Cuando habían estado a punto de destrozar la villa.
— Me alegro — murmuró, pero era falso. Chōmei batió las alas nuevamente, esta vez más cerca del chico, y realizó un giro rotundo, de un lado a otro de su cuerpo. Juro la observó. Quizá en otro momento hubiera estado impresionado por la agilidad de la criatura, pero en ese momento, no sabía como sentirse.
— Tú, sin embargo, sigues sintiendote desafortunado — continuó la criatura —. Tu y yo somos uno, Juro-kun. No lo olvides. Sé como te sientes y entiendo hasta tus más íntimos pensamientos. Te has encerrado en tí mismo por todo lo ocurrido.
— Se que no le tenías mucho aprecio al Morikage, ni a los humanos en general. Pero no vas a convencerme de que lo que ha pasado es excusable — argumentó Juro —. Usé tu poder, es cierto, pero abusé de él. Hice una monstruosidad. Lo siento, Chōmei , pero no soy la buena persona que creías que era. No sé ni si quiera quién soy.
El bijuu detuvo su vuelo y se alzó frente al marionetista, quién, ahora, parecía mucho más pequeño.
— . Monstruo es lo que nos han llamado siempre. Sí tú eres un monstruo, yo también lo soy — dijo la criatura, con el tono de quién hace una afirmación lógica e inevitable —. ¿Hiciste una monstruosidad? Sí lo quieres llamar así, pues sí, lo hiciste. ¿Abusaste de mi poder? Puede que no hubiera hecho falta llegar a tanto, chico. Pero en ningún caso te puedo juzgar por ello. El Juro que luchó en la cueva sigue siendo el Juro que se enfrentó al Morikage. Y sigue siendo el Juro que ha escapado y que está aquí ahora.
— No. He cambiado. Ya no soy el que era — murmuró el chico, desalentado —. El poder me ha corrompido. Tú poder.
Esa era la razón por la que había estado ignorando a Chōmei. No, no estaba asustado de la criatura: había sido sincera y le había ayudado. Pero el poder que le había otorgado. Oh. Eso era otra cosa distinta. El poder que simbolizaba el bijuu le aterraba. Se sentía cómo si ese poder le hubiera poseído.
Tenía que evitar volver a estar en contacto con él. Solo así podría evitar una tragedia.
— ¡Oh, el poder! ¡Mi poder maligno ha cambiado tu suerte y la ha vuelto negra! — exclamó Chōmei. Juro tardó unos segundos en darse cuenta de que le estaba tomando el pelo ---- ¡Corre, Juro-kun! ¡Huye antes de que mi poder te vuelva a poseer!
La criatura empezó a volar en círculos, mientras continuaba con aquella broma pesaba. El chico se cruzó de brazos y hizo un mohin.
— ¡Ya vale! — exclamó el chico, molesto. Al escuchar la risa del bijuu, no pudo más que apretar los puños y tratar de mirarle mal. Dios. Era como tratar con un niño —. Me alegro de que uno de los dos se esté divirtiendo, al menos.
El bijuu regresó a su lugar, mientras parecía estar riéndose (si es que se podía usar esa expresión con él) a carcajada limpia.
— Juro-kun, eres demasiado serio. No tienes ni pizca de sentido del humor. Eso sí que es tener mala suerte — exclamó el bijuu. Con su alegría habitual, prosiguió —. Te voy a contar una historia, Juro, y quiero que me escuches bien.
Por una vez, el chico decidió callarse, sentarse y observar a la criatura. Quizá fue su curiosidad lo que le llevó a ello: llevaba tiempo queriendo saber algo de aquella criatura y, por una vez, parecía estar dispuesta a contarselo. Aún en la situación en la que estaban, eso le resultaba muy interesante.
« Vamos. Quiero entender quién eres. Por qué hiciste lo que hiciste » — El ser que tenía delante no era un monstruo para él. Ya no. Por mucho que su Morikage y todo el mundo hubiera querido hacérselo creer. Habían confiado entre ellos mutuamente y se habían protegido. Pero aún no se habían sincerado el uno con el otro.
— Aunque te cueste creerlo, el gran y afortunado Chōmei fue creado por un humano. Pero no cualquiera. Hablo del Sabio de los Seis Caminos, Rikudō Sennin. Nos creó a mi y a mis hermanos. Aunque creo que eso ya lo sabes — exclamó la criatura —. Padre era también un ser afortunado, al fin y al cabo, fue el padre de todos los shinobis. Esos trucos baratos a los que llaman ninjutsu no se acercan a lo que él era capaz de hacer. Sin embargo, era un hombre de paz. No buscaba las guerras. Llevaba una vida de ermitaño, alejado de la humanidad.
Juro escuchó. Se sorprendió así mismo reconociendo un sentimiento de cariño. El bijuu realmente se sentía así con su padre. Reflexionó. Pensó en su propio padre y su propia madre. Supuso que esos sentimientos que compartían eran iguales. Había algo más en sus palabras: admiración. Una terrible admiración.
— Padre nos creó a través del chakra del Jūbi, como nueve contenedores de su poder. Nos encerró y nos ocultó en su lecho de muerte, para evitar que nos encontraran — A Juro se le partió el corazón al escuchar aquello — Oh, no, chico, puedo ver lo que estas pensando. Padre era un buen hombre. En quién no confiaba era en el ser humano. Nuestro poder era grande, pero su ambición era enorme. Menuda suerte para nosotros. Tras su muerte, nos encontraron y nos utilizaron.
Un nuevo sentimiento: ira. De pronto, se dio cuenta de que nunca había visto a la criatura enfadada. Con su comportamiento, tan infantil, había pensando que tendría rabietas. Pero no. Juro de descubrió temblando ante un odio ancestral que parecía brotar de él, tras años y años de contención.
— Lo siento, Juro-kun. Pero el ser humano nos ha tratado de forma monstruosa. Nos utilizó en sus guerras. Nos sometió a sus fines. Yo perdí la libertad y mis alas en favor del trato de un perro faldero — Juro cerró los ojos, pero aun así, lo sintió —. Aún no lo he olvidado, ¿sabes? La sangre, la violencia, los constantes abusos. Tener que enfrentarme a muerte contra mis hermanos una, y otra, y otra vez. En algún momento, dejé de sentirme yo mismo. Perdí mis sentidos, mi suerte y mi autoridad. Al final, me volví una marioneta más.
« Puedo entender esa sensación » — Incluso retomar ese sentido. Dios. Se sentía tan identificad.
—. Pero la fortuna me sonrió y regresé a mis cabales cuando mis hermanos rompieron sus ataduras. Entonces, escapamos, destruyendo todo a nuestro paso. Eliminamos las aldeas que nos habían usado. Habíamos tomado una decisión: vengarnos del ser humano por sus actos. Cargamos un odio que hemos mantenido durante generaciones, incluso tras la muerte — Juro tembló al escuchar esas palabras. Sí, era cierto. La criatura que tenía delante había muerto una vez —. Fui exterminado en el Valle del Fin. Esa historia ya la sabes.
— Los bijuus no podéis morir, ¿verdad? — A diferencia de los humanos a los que había asesinado.
— Nosotros, los bijuus, tenemos a la suerte de nuestro lado. Morimos, pero no por mucho. Nuestro chakra se reúne en un punto y volvemos a formarnos — Una explicación fascinante, pero siniestra. Juro podía imaginar que es lo que pasaría si él moría —. No es nada agradable, en realidad. Cuando volví a aparecer, me encontré en el País del Rayo. Esos malditos humanos no tardaron en aparecer. Aquellos a quienes antes llamabas compañeros y superiores. Me resistí, claro está, pero volví a ser capturado.
— Por suerte, acabaste en mi interior — murmuró Juro, con media sonrisa.
— Por suerte. Aunque al principio, chico, no te niego que habría dado mis alas por poder descuartizarte y acabar con la villa — Juro tragó saliva. Sí, lo recordaba. Había estado aterrado del bijuu en sus inicios. Cómo le había amenazado varias veces, alegando que le despedazaría —. ¿Me crees un monstruo por ello, Juro-kun?
Juro lo meditó durante un rato. No, no necesitaba pensarlo, en realidad. Lo entendía.
— No. Los humanos os han tratado de forma horrible, incluso cuando vuestro Padre os dijo que confiarais en ellos — Aún no había olvidado esas palabras —. Cuando despertaste, debiste sentirte confuso y aturdido. Un montón de ninjas se abalanzaron sobre tí y te encerraron en una vasija. Querer destruirlo todo es... lógico. Eso no te hace un monstruo. Paradojicamente, es un sentimiento muy humano.
— Entre tu y yo hay mucha diferencia, mi pequeño y afortunado amigo — Oh, por supuesto. El gran Chōmei era mucho mejor que cualquier humano —. Pero en ese momento, solo hubo algo que yo sentí.
» Fue miedo. El miedo a ser capturado otra vez. A volver a sufrir. Por ese miedo, habría producido un genocidio sin dudarlo.
— Miedo...
— Esa es la razón por la que no te puedo juzgar, Juro. Tú sentiste miedo al sentirte arrinconado en aquel despacho. Miedo al ver que no podías escapar. Miedo a creer que ahí se acabaría todo. Fue exactamente el mismo miedo que yo sentí en su día y fue lo que te llevó a actuar cómo tal. — Juro recordó sus palabras de antes. "Es un sentimiento muy humano"—. ¿Qué podrías haber actuado de otra forma? Claro. Pero todas las decisiones en la vida llevan a un arrepentimiento. Esa es nuestra fortuna. Es un ciclo difícil de romper. Pero ahora que lo entiendes, espero que dejes de decir esas estupideces y te comportes como mi jinchūriki tiene que ser.
— ¿Perdona? — exclamó Juro, casi indignado. ¿Desde cuándo el bijuu elegía al jinchūriki ?
Sin embargo, el sueño se rompió. De pronto, ya no se encontraba en el cielo ni tenía en frente a Chōmei.
Ahora estaba en el suelo del desierto. La noche se acercaba y las temperaturas habían descendido dramáticamente. Se abrazó así mismo, utilizando la capa que llevaba como protección.
En fin. Su sentido del humor a veces era, simplemente, demasiado macabro.
Al igual que la criatura sentía la desesperación de Juro, el marionetista pudo sentir la pequeña sensación de libertad que el bijuu experimentaba. Estaba encerrado en su cuerpo, sí, pero al menos, podía moverse.
— Mucho mejor así. Esas cadenas estaban arrugando mis alas. Quería estirarme desde hace mucho. — Chōmei rió, pero Juro notó un cierto tono de tristeza mezclado en sus palabras. Se fascinó ante los complejos sentimientos de la criatura. Vivir encadenado en aquella vasija y luego, en Juro, debía de haber sido una experiencia muy dura —. Un ser cautivo es la cosa más desafortunada del mundo . Hace tiempo me sentía así. Pero, por suerte, ahora ya no.
Juro ni si quiera pudo tomar el halago. Imágenes le llegaron a la cabeza en ese momento. Sí, había sido libre, cuando habían matado al Morikage. Cuando habían estado a punto de destrozar la villa.
— Me alegro — murmuró, pero era falso. Chōmei batió las alas nuevamente, esta vez más cerca del chico, y realizó un giro rotundo, de un lado a otro de su cuerpo. Juro la observó. Quizá en otro momento hubiera estado impresionado por la agilidad de la criatura, pero en ese momento, no sabía como sentirse.
— Tú, sin embargo, sigues sintiendote desafortunado — continuó la criatura —. Tu y yo somos uno, Juro-kun. No lo olvides. Sé como te sientes y entiendo hasta tus más íntimos pensamientos. Te has encerrado en tí mismo por todo lo ocurrido.
— Se que no le tenías mucho aprecio al Morikage, ni a los humanos en general. Pero no vas a convencerme de que lo que ha pasado es excusable — argumentó Juro —. Usé tu poder, es cierto, pero abusé de él. Hice una monstruosidad. Lo siento, Chōmei , pero no soy la buena persona que creías que era. No sé ni si quiera quién soy.
El bijuu detuvo su vuelo y se alzó frente al marionetista, quién, ahora, parecía mucho más pequeño.
— . Monstruo es lo que nos han llamado siempre. Sí tú eres un monstruo, yo también lo soy — dijo la criatura, con el tono de quién hace una afirmación lógica e inevitable —. ¿Hiciste una monstruosidad? Sí lo quieres llamar así, pues sí, lo hiciste. ¿Abusaste de mi poder? Puede que no hubiera hecho falta llegar a tanto, chico. Pero en ningún caso te puedo juzgar por ello. El Juro que luchó en la cueva sigue siendo el Juro que se enfrentó al Morikage. Y sigue siendo el Juro que ha escapado y que está aquí ahora.
— No. He cambiado. Ya no soy el que era — murmuró el chico, desalentado —. El poder me ha corrompido. Tú poder.
Esa era la razón por la que había estado ignorando a Chōmei. No, no estaba asustado de la criatura: había sido sincera y le había ayudado. Pero el poder que le había otorgado. Oh. Eso era otra cosa distinta. El poder que simbolizaba el bijuu le aterraba. Se sentía cómo si ese poder le hubiera poseído.
Tenía que evitar volver a estar en contacto con él. Solo así podría evitar una tragedia.
— ¡Oh, el poder! ¡Mi poder maligno ha cambiado tu suerte y la ha vuelto negra! — exclamó Chōmei. Juro tardó unos segundos en darse cuenta de que le estaba tomando el pelo ---- ¡Corre, Juro-kun! ¡Huye antes de que mi poder te vuelva a poseer!
La criatura empezó a volar en círculos, mientras continuaba con aquella broma pesaba. El chico se cruzó de brazos y hizo un mohin.
— ¡Ya vale! — exclamó el chico, molesto. Al escuchar la risa del bijuu, no pudo más que apretar los puños y tratar de mirarle mal. Dios. Era como tratar con un niño —. Me alegro de que uno de los dos se esté divirtiendo, al menos.
El bijuu regresó a su lugar, mientras parecía estar riéndose (si es que se podía usar esa expresión con él) a carcajada limpia.
— Juro-kun, eres demasiado serio. No tienes ni pizca de sentido del humor. Eso sí que es tener mala suerte — exclamó el bijuu. Con su alegría habitual, prosiguió —. Te voy a contar una historia, Juro, y quiero que me escuches bien.
Por una vez, el chico decidió callarse, sentarse y observar a la criatura. Quizá fue su curiosidad lo que le llevó a ello: llevaba tiempo queriendo saber algo de aquella criatura y, por una vez, parecía estar dispuesta a contarselo. Aún en la situación en la que estaban, eso le resultaba muy interesante.
« Vamos. Quiero entender quién eres. Por qué hiciste lo que hiciste » — El ser que tenía delante no era un monstruo para él. Ya no. Por mucho que su Morikage y todo el mundo hubiera querido hacérselo creer. Habían confiado entre ellos mutuamente y se habían protegido. Pero aún no se habían sincerado el uno con el otro.
— Aunque te cueste creerlo, el gran y afortunado Chōmei fue creado por un humano. Pero no cualquiera. Hablo del Sabio de los Seis Caminos, Rikudō Sennin. Nos creó a mi y a mis hermanos. Aunque creo que eso ya lo sabes — exclamó la criatura —. Padre era también un ser afortunado, al fin y al cabo, fue el padre de todos los shinobis. Esos trucos baratos a los que llaman ninjutsu no se acercan a lo que él era capaz de hacer. Sin embargo, era un hombre de paz. No buscaba las guerras. Llevaba una vida de ermitaño, alejado de la humanidad.
Juro escuchó. Se sorprendió así mismo reconociendo un sentimiento de cariño. El bijuu realmente se sentía así con su padre. Reflexionó. Pensó en su propio padre y su propia madre. Supuso que esos sentimientos que compartían eran iguales. Había algo más en sus palabras: admiración. Una terrible admiración.
— Padre nos creó a través del chakra del Jūbi, como nueve contenedores de su poder. Nos encerró y nos ocultó en su lecho de muerte, para evitar que nos encontraran — A Juro se le partió el corazón al escuchar aquello — Oh, no, chico, puedo ver lo que estas pensando. Padre era un buen hombre. En quién no confiaba era en el ser humano. Nuestro poder era grande, pero su ambición era enorme. Menuda suerte para nosotros. Tras su muerte, nos encontraron y nos utilizaron.
Un nuevo sentimiento: ira. De pronto, se dio cuenta de que nunca había visto a la criatura enfadada. Con su comportamiento, tan infantil, había pensando que tendría rabietas. Pero no. Juro de descubrió temblando ante un odio ancestral que parecía brotar de él, tras años y años de contención.
— Lo siento, Juro-kun. Pero el ser humano nos ha tratado de forma monstruosa. Nos utilizó en sus guerras. Nos sometió a sus fines. Yo perdí la libertad y mis alas en favor del trato de un perro faldero — Juro cerró los ojos, pero aun así, lo sintió —. Aún no lo he olvidado, ¿sabes? La sangre, la violencia, los constantes abusos. Tener que enfrentarme a muerte contra mis hermanos una, y otra, y otra vez. En algún momento, dejé de sentirme yo mismo. Perdí mis sentidos, mi suerte y mi autoridad. Al final, me volví una marioneta más.
« Puedo entender esa sensación » — Incluso retomar ese sentido. Dios. Se sentía tan identificad.
—. Pero la fortuna me sonrió y regresé a mis cabales cuando mis hermanos rompieron sus ataduras. Entonces, escapamos, destruyendo todo a nuestro paso. Eliminamos las aldeas que nos habían usado. Habíamos tomado una decisión: vengarnos del ser humano por sus actos. Cargamos un odio que hemos mantenido durante generaciones, incluso tras la muerte — Juro tembló al escuchar esas palabras. Sí, era cierto. La criatura que tenía delante había muerto una vez —. Fui exterminado en el Valle del Fin. Esa historia ya la sabes.
— Los bijuus no podéis morir, ¿verdad? — A diferencia de los humanos a los que había asesinado.
— Nosotros, los bijuus, tenemos a la suerte de nuestro lado. Morimos, pero no por mucho. Nuestro chakra se reúne en un punto y volvemos a formarnos — Una explicación fascinante, pero siniestra. Juro podía imaginar que es lo que pasaría si él moría —. No es nada agradable, en realidad. Cuando volví a aparecer, me encontré en el País del Rayo. Esos malditos humanos no tardaron en aparecer. Aquellos a quienes antes llamabas compañeros y superiores. Me resistí, claro está, pero volví a ser capturado.
— Por suerte, acabaste en mi interior — murmuró Juro, con media sonrisa.
— Por suerte. Aunque al principio, chico, no te niego que habría dado mis alas por poder descuartizarte y acabar con la villa — Juro tragó saliva. Sí, lo recordaba. Había estado aterrado del bijuu en sus inicios. Cómo le había amenazado varias veces, alegando que le despedazaría —. ¿Me crees un monstruo por ello, Juro-kun?
Juro lo meditó durante un rato. No, no necesitaba pensarlo, en realidad. Lo entendía.
— No. Los humanos os han tratado de forma horrible, incluso cuando vuestro Padre os dijo que confiarais en ellos — Aún no había olvidado esas palabras —. Cuando despertaste, debiste sentirte confuso y aturdido. Un montón de ninjas se abalanzaron sobre tí y te encerraron en una vasija. Querer destruirlo todo es... lógico. Eso no te hace un monstruo. Paradojicamente, es un sentimiento muy humano.
— Entre tu y yo hay mucha diferencia, mi pequeño y afortunado amigo — Oh, por supuesto. El gran Chōmei era mucho mejor que cualquier humano —. Pero en ese momento, solo hubo algo que yo sentí.
» Fue miedo. El miedo a ser capturado otra vez. A volver a sufrir. Por ese miedo, habría producido un genocidio sin dudarlo.
— Miedo...
— Esa es la razón por la que no te puedo juzgar, Juro. Tú sentiste miedo al sentirte arrinconado en aquel despacho. Miedo al ver que no podías escapar. Miedo a creer que ahí se acabaría todo. Fue exactamente el mismo miedo que yo sentí en su día y fue lo que te llevó a actuar cómo tal. — Juro recordó sus palabras de antes. "Es un sentimiento muy humano"—. ¿Qué podrías haber actuado de otra forma? Claro. Pero todas las decisiones en la vida llevan a un arrepentimiento. Esa es nuestra fortuna. Es un ciclo difícil de romper. Pero ahora que lo entiendes, espero que dejes de decir esas estupideces y te comportes como mi jinchūriki tiene que ser.
— ¿Perdona? — exclamó Juro, casi indignado. ¿Desde cuándo el bijuu elegía al jinchūriki ?
Sin embargo, el sueño se rompió. De pronto, ya no se encontraba en el cielo ni tenía en frente a Chōmei.
Ahora estaba en el suelo del desierto. La noche se acercaba y las temperaturas habían descendido dramáticamente. Se abrazó así mismo, utilizando la capa que llevaba como protección.
«¿Por qué no empiezas por buscar un refugio? »
« Sería una lástima morir por el clima después de todo lo que hemos pasado»
« ¡Eso sí que sería tener mala suerte! jejeje»
En fin. Su sentido del humor a veces era, simplemente, demasiado macabro.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60