2/05/2020, 19:28
La chica parpadeó y luego se llevó las manos a las mejillas, tirando el paraguas por los aires en el proceso.
—¡AYYY! ¡Karaga lo hizo de verdad! — Su pálido color de pronto se tornó en un intenso rosa debido al calor de la vergüenza. —¡Le dije que no se molestara y que estaba bien! ¡Podía cuidarme sola! ¡No era necesario que contratara a alguien más si ella no podía!— Los ojos de la chica parecían ponerse llorosos mientras negaba varias veces con la cabeza. —¡Ay que falta de respeto para con shinobi-san que lo he dejado ignorado! — Agachó la cabeza varias veces.—Lo siento, lo siento, lo siento — Dijo con voz temblorosa.
Finalmente y tras muchas más reverencias, se acomodó de nuevo el cabello y trató de suspirar para serenarse.
—Lamento no haberme presentado como se debe. Soy Isa Hangaku — Saludó finalmente. —Acompáñeme, Maki-san. Le mostraré el cuarto que tenemos para huéspedes — Con mucho esfuerzo, la muchacha le dió vuelta a su silla y dejó un espacio para que pudiera ingresar al recinto.
Delante se toparía con un gran patio, el cual estaba marcado con varias plataformas de combate que indicaban que antaño los estudiantes practicaban ahí al aire libre. Pese a que se suponía que él debía ayudarla, la muchacha esperaba sosteniendo la puerta, cerrándola tras de sí única y exclusivamente cuando Isamu entrase.
—Por aquí — Parecía tener una estricta educación servicial.
Atravesando todo el jardín exterior, al llegar a la entrada del hogar notaría que las gradas fueron reemplazadas por una rampa, probablemente dispuesta para la movilidad de la joven. Al ingresar, se percibía un ambiente taciturno y sombrío. Pese a ser de día, el interior estaba algo oscuro debido a la opacidad del papel de arroz empleado, y a que las ventanas no eran de cristal, sino que eran de madera y estaban permanentemente cerradas. El pasillo era largo y había aparentemente varios cuartos, pero el silencio era lo único que quedaría mientras ellos avanzaban.
—Este es — Una vez más, ella abriría la puerta corrediza aunque en el interior el cuarto estaba ennegrecido y quizá tenía algo de polvo. —Ay, lamento el desorden, se me dificulta limpiar sitios altos... pero, creo que puede dejar sus cosas, y bueno, quizá luego arreglo un poco — la chica estaba reacia a dejar que le ayudaran.
—¡AYYY! ¡Karaga lo hizo de verdad! — Su pálido color de pronto se tornó en un intenso rosa debido al calor de la vergüenza. —¡Le dije que no se molestara y que estaba bien! ¡Podía cuidarme sola! ¡No era necesario que contratara a alguien más si ella no podía!— Los ojos de la chica parecían ponerse llorosos mientras negaba varias veces con la cabeza. —¡Ay que falta de respeto para con shinobi-san que lo he dejado ignorado! — Agachó la cabeza varias veces.—Lo siento, lo siento, lo siento — Dijo con voz temblorosa.
Finalmente y tras muchas más reverencias, se acomodó de nuevo el cabello y trató de suspirar para serenarse.
—Lamento no haberme presentado como se debe. Soy Isa Hangaku — Saludó finalmente. —Acompáñeme, Maki-san. Le mostraré el cuarto que tenemos para huéspedes — Con mucho esfuerzo, la muchacha le dió vuelta a su silla y dejó un espacio para que pudiera ingresar al recinto.
Delante se toparía con un gran patio, el cual estaba marcado con varias plataformas de combate que indicaban que antaño los estudiantes practicaban ahí al aire libre. Pese a que se suponía que él debía ayudarla, la muchacha esperaba sosteniendo la puerta, cerrándola tras de sí única y exclusivamente cuando Isamu entrase.
—Por aquí — Parecía tener una estricta educación servicial.
Atravesando todo el jardín exterior, al llegar a la entrada del hogar notaría que las gradas fueron reemplazadas por una rampa, probablemente dispuesta para la movilidad de la joven. Al ingresar, se percibía un ambiente taciturno y sombrío. Pese a ser de día, el interior estaba algo oscuro debido a la opacidad del papel de arroz empleado, y a que las ventanas no eran de cristal, sino que eran de madera y estaban permanentemente cerradas. El pasillo era largo y había aparentemente varios cuartos, pero el silencio era lo único que quedaría mientras ellos avanzaban.
—Este es — Una vez más, ella abriría la puerta corrediza aunque en el interior el cuarto estaba ennegrecido y quizá tenía algo de polvo. —Ay, lamento el desorden, se me dificulta limpiar sitios altos... pero, creo que puede dejar sus cosas, y bueno, quizá luego arreglo un poco — la chica estaba reacia a dejar que le ayudaran.