10/05/2020, 22:04
—Oh, no, ningún inconveniente, para nada —A pesar de verse un poco incómoda hablando con una araña, la mujer se notaba con ganas de ayudarles —. Bienvenidos, Sasagani-kun. Ku… Kumopansa-kun.
Apenas entrar a los terrenos, Kitate Miho apareció en la puerta de la casa, con una desgastada toalla pequeña secándose el cabello. Una yukata que se notaba la mar de fresca.
—También espero que quede todo resuelto esta noche. Estos ataques nos han tenido a todos en alerta constante, y eso no ha ayudado mucho.
—Hay que confiar en ellos, Miho. Están entrenados para eso, ¿no, Sasagani-kun? —Ao le apuntó con el abanico, sonriente —. Un poco de buenas vibras ayudará mucho en su misión.
Kitate Miho suspiró con pesadez mientras se cruzaba de brazos.
—No discutiré con tu optimismo, Ao. En fin. Estas son mis tierras, Sasagani. Hasta que todo esto acabe, puedes ir y venir a tu gusto, a excepción de nuestra recámara y la cocina, por supuesto. Y entre menos desastre hagas, mejor. Mucho que mejor si ese desastre es cero. ¿Entendido?
La mujer más joven golpeó a la más vieja en la cabeza con el abanico. La mayor se encogió de hombros y frunció los labios.
—No es manera de hablarle a quien viene a ayudarnos, Miho —Ao la regañó con firmeza, luego se volvió con tono amable al genin —. Puedes colocarte o moverte donde prefieras para vigilar, Sasagani-kun. Sólo ten cuidado con las plantas, ¿sí? Fue difícil recuperar aunque fuese un poquito de la cosecha anterior. Si podemos ayudar de cualquier manera, o si se te ofrece un bocadillo a media noche, no dudes en llamar.
Miho gruñó entre dientes ante la oferta de su pareja. Las féminas le dedicarían sendas reverencias a Yota (con claras diferencias de intensidad) y luego entrarían a la casa, dispuestas a tener una cena muy breve antes de dormir.
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