18/05/2020, 21:00
Ao sonreiría antes de entrar, mientras que Miho sólo inclinaría la cabeza levemente, ante el comentario de Yota. Ambas estaban agradecidas y confiaban en el shinobi, aunque una no lo demostrara abiertamente.
Y así, con el reconocimiento del terreno por parte del arácnido, comenzó la guardia.
La noche comenzaría a pasar. Justo antes de dormir, Ao se acercaría a Yota, a donde sea que se estableciese, y le daría una bandeja con cuatro mochi. Se despediría una vez más e iría a dormir. Se escucharía un par de animalejos alrededor del huerto, y Yota podría ver a un mapache en las cercanías, aunque no le prestaría mucha atención al plantio. Algún ave ulularía en la distancia. Algún zumbido de insecto pasaría al lado del genin cada tanto. La luna dejaba apenas ver todo aquello que no estuviese cubierto por el manto de follaje que rodeaba la granja y bordeaba el camino. Un poco antes de medianoche, por alrededor de media hora, si Yota miraba en dirección a la casa, vería el rostro de Miho entre las sombras, intentando hacer una parte de la vigilancia desde dentro para no levantar sospecha.
Sin embargo, fue alrededor de las dos de la mañana cuando algo realmente fuera de lo común sucedió. Muy lentamente, una finísima niebla comenzó a surgir de entre los árboles detrás del huerto. Era apenas notable, y el genin rubio sólo se daría cuenta de su existencia al ver el reflejo de la luz de la luna flotando sobre la valla del huerto. Se comportaba como neblina, pero era tan delgada que parecía ser más una masa de burbujas comiéndose el paisaje con su traslúcida superficie.
Y así, con el reconocimiento del terreno por parte del arácnido, comenzó la guardia.
La noche comenzaría a pasar. Justo antes de dormir, Ao se acercaría a Yota, a donde sea que se estableciese, y le daría una bandeja con cuatro mochi. Se despediría una vez más e iría a dormir. Se escucharía un par de animalejos alrededor del huerto, y Yota podría ver a un mapache en las cercanías, aunque no le prestaría mucha atención al plantio. Algún ave ulularía en la distancia. Algún zumbido de insecto pasaría al lado del genin cada tanto. La luna dejaba apenas ver todo aquello que no estuviese cubierto por el manto de follaje que rodeaba la granja y bordeaba el camino. Un poco antes de medianoche, por alrededor de media hora, si Yota miraba en dirección a la casa, vería el rostro de Miho entre las sombras, intentando hacer una parte de la vigilancia desde dentro para no levantar sospecha.
Sin embargo, fue alrededor de las dos de la mañana cuando algo realmente fuera de lo común sucedió. Muy lentamente, una finísima niebla comenzó a surgir de entre los árboles detrás del huerto. Era apenas notable, y el genin rubio sólo se daría cuenta de su existencia al ver el reflejo de la luz de la luna flotando sobre la valla del huerto. Se comportaba como neblina, pero era tan delgada que parecía ser más una masa de burbujas comiéndose el paisaje con su traslúcida superficie.
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