13/06/2020, 13:57
Con todo el revuelo tras la convocatoria de la segunda edición del Torneo de los Dojos, Kusagakure se había quedado casi vacía. Los luchadores prácticamente vivían fuera, y sus familiares viajaban cada dos por tres para ser espectadores de los enfrentamientos y animar a su villa. Además; la tensión entre Kusagakure junto con las dos aldeas no ayudaba tampoco, haciendo desconfiar a más de un shinobi o kunoichi, por ello, la falta de personal era tema de conversación esos días.
En la recepción, un chico joven de cabello cobrizo revisaba unos papeles, pero en sus ojos se podía leer el temor. A simple vista, parecía un encargado, pero él no lo era, no: solo estaría allí ese día y no quería que nada saliese mal.
Los farolillos que adornaban la recepción hacían que brillasen sus ojos castaños, y el sonido de una fuente de bambú adornando el escritorio era lo único que resonaba en la estancia, hasta que un muchacho de diecinueve años apareció por la puerta, haciendo que el encargado levantase sus ojos asustados y lo encarase.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —preguntó en el mayor tono cortés que pudo poner.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)