16/06/2020, 18:42
El hombretón se le acercó al oído y le susurró:
»Hizo trampa
Yatagama miró a un lado, luego a otro. Paranóico. Conspiranoico. Desde hace un tiempo que venía creyendo que le seguían. Que le escuchaban. Pero no sabía quién y porqué. Quizás porque se había dado cuenta de las artimañas de su contrincante para conseguir la victoria, o porque su vida se había venido a pico tras la pérdida del título, y los culpables eran conscientes de que un hombre desesperado era capaz de todo. De todo.
Sin nadie alrededor, Yatagama continuó:
—Todos pensábamos que simplemente era una fuerza sobrenatural. Un tipo fuerte, vaya, que golpeaba como sólo unos pocos. Así como yo puedo aguantar ostias como panes, pues supuse que él, por el contrario, pegaba mucho y duro. ¿Todos nos destacamos en algo, no? —dijo, convencido. A veces le costaba pronunciar algunas palabras, quizás por las heridas a pleno curar, o tal vez por la incómoda máscara que sostenía los huesos en su lugar—. pero a medida de que pasaban las rondas, jab tras jab, uppercut tras uppercut; mi cuerpo trataba de decirme que algo estaba mal. Que aquella fuerza no era normal. Que saliera de allí cuanto antes. Pero el orgullo es cabezón e hice lo que hago siempre: desgastar a mis oponentes. Dejar que peguen cuanto quieran porque yo soy la jodida Roca Yatagama, coño.
»Ja. Que equivocado estaba, amigo. Que equivocado estaba...
La voz del presentador, en segundo plano, llamaba a los primeros dos boxeadores de la noche. Un par de amateurs, vaya, que aperturarían el evento como de costumbre.
»Hizo trampa
Yatagama miró a un lado, luego a otro. Paranóico. Conspiranoico. Desde hace un tiempo que venía creyendo que le seguían. Que le escuchaban. Pero no sabía quién y porqué. Quizás porque se había dado cuenta de las artimañas de su contrincante para conseguir la victoria, o porque su vida se había venido a pico tras la pérdida del título, y los culpables eran conscientes de que un hombre desesperado era capaz de todo. De todo.
Sin nadie alrededor, Yatagama continuó:
—Todos pensábamos que simplemente era una fuerza sobrenatural. Un tipo fuerte, vaya, que golpeaba como sólo unos pocos. Así como yo puedo aguantar ostias como panes, pues supuse que él, por el contrario, pegaba mucho y duro. ¿Todos nos destacamos en algo, no? —dijo, convencido. A veces le costaba pronunciar algunas palabras, quizás por las heridas a pleno curar, o tal vez por la incómoda máscara que sostenía los huesos en su lugar—. pero a medida de que pasaban las rondas, jab tras jab, uppercut tras uppercut; mi cuerpo trataba de decirme que algo estaba mal. Que aquella fuerza no era normal. Que saliera de allí cuanto antes. Pero el orgullo es cabezón e hice lo que hago siempre: desgastar a mis oponentes. Dejar que peguen cuanto quieran porque yo soy la jodida Roca Yatagama, coño.
»Ja. Que equivocado estaba, amigo. Que equivocado estaba...
La voz del presentador, en segundo plano, llamaba a los primeros dos boxeadores de la noche. Un par de amateurs, vaya, que aperturarían el evento como de costumbre.