25/06/2020, 23:11
—Woah —Kitate Miho habló antes de que los bandidos pudiesen responder —[color=olive. Woah, espere, Sora-san. Entiendo lo de la líder fulana ésa, pero no puede darles libertad así como así. No sé cómo funcionará la justicia ninja o algo así, pero si ellos estuvieron robando, ellos deben de pagar.[/color]
Ao llegó al fin, con cara más que somnolienta, con una gruesa y larga soga enrollada en el brazo. Se la entregó a Miho.
—Deja a unos —Sentenció la granjera —. Así, independientemente de lo que ocurra allá con la mujer, alguien pagará por los crímenes de alguna u otra forma.
Los bandidos se miraron entre sí, asustados de la posibilidad de quedar a la merced de granjeros furiosos.
—¡Sí! ¡Y-yo les indicaré el camino! —dijo quien había sido el primero en hablar, pero sus otros dos compañeros se apresuraron también.
—¡No, no me dejen aquí! ¡Yo voy!
—E-estos dos se perderán. ¡Iré yo!
—Co-con permiso. —Ranko tomó al bandido que estaba amenazando por el cuello de su camisa, y lo obligó (con cuidado) a que se moviera, hasta que llegara a donde estaban los otros tres.
—Yo… Yo quiero quedarme, no me gusta esa mujer —soltó el último mientras bajaba la mirada. Se notaba más enojado que el resto, pero igual de resignado —. No quiero encontrarla de malas.
Los otros bandidos se volvieron a ver entre sí, confusos. Parecían sopesar con qué opción saldrían menos mal parados. Todos parecían estar dispuestos a cooperar, siempre que les quitara algún peso de encima. Kitate le hizo un último comentario a la jōnin.
—Sora-san. Entiendo su posición como líder de nuestro encargo. Realmente no debería de oponerme, pues sí cumplieron con la misión. Sólo preferiría que sí dejara a alguno de ellos.
Ao llegó al fin, con cara más que somnolienta, con una gruesa y larga soga enrollada en el brazo. Se la entregó a Miho.
—Deja a unos —Sentenció la granjera —. Así, independientemente de lo que ocurra allá con la mujer, alguien pagará por los crímenes de alguna u otra forma.
Los bandidos se miraron entre sí, asustados de la posibilidad de quedar a la merced de granjeros furiosos.
—¡Sí! ¡Y-yo les indicaré el camino! —dijo quien había sido el primero en hablar, pero sus otros dos compañeros se apresuraron también.
—¡No, no me dejen aquí! ¡Yo voy!
—E-estos dos se perderán. ¡Iré yo!
—Co-con permiso. —Ranko tomó al bandido que estaba amenazando por el cuello de su camisa, y lo obligó (con cuidado) a que se moviera, hasta que llegara a donde estaban los otros tres.
—Yo… Yo quiero quedarme, no me gusta esa mujer —soltó el último mientras bajaba la mirada. Se notaba más enojado que el resto, pero igual de resignado —. No quiero encontrarla de malas.
Los otros bandidos se volvieron a ver entre sí, confusos. Parecían sopesar con qué opción saldrían menos mal parados. Todos parecían estar dispuestos a cooperar, siempre que les quitara algún peso de encima. Kitate le hizo un último comentario a la jōnin.
—Sora-san. Entiendo su posición como líder de nuestro encargo. Realmente no debería de oponerme, pues sí cumplieron con la misión. Sólo preferiría que sí dejara a alguno de ellos.
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