2/07/2020, 18:56
Juro logró encontrar un pequeño cobijo dónde, a partir de ese mismo día, pasaría las noches. Lejos del oasis, pero no demasiado. Ahí, luchó por mantener el calor y tratar de dormir. Sin embargo, su mente estaba más activa que nunca pensando. En todo lo que habían hablado, en Chomei. Por una vez, se atrevió a recordar todo lo que había sucedido. La forma en la que su Kage le había estampado con la mesa cuando había tratado de mentirle. La manera en la que le había instado a seguir hablando, incluso cuando Juro trataba de darle detalles. La forma en la que le había mirado cuando le había contado la verdad. La forma en la que le había condenado.
No. Ningún comportamiento era excusable para justificar el asesinato de un hombre que había significado tanto para él. Pero, aun así... ¿Por qué no podía evitar sentirse tan dolido? Quizá, en el fondo, había esperado más de ese hombre. Comprensión. Ayuda. Juro no era un ninja valiente. Era un chico asustado. Había intentado escapar, y el Morikage, en el fondo, lo sabía. Sin embargo, en lugar de dejarle ir, le había atacado. Le había puesto más nervioso. Le había obligado a forzar una batalla en una aldea llena de inocentes.
Juro dio un puñetazo contra la tierra. ¿Por qué? ¿Por qué un hombre que había significado tanto para él le había llevado hasta aquella situación? ¿Por qué había pretendido encerrarle y condenarle? Si la verdad le iba a llevar a la tragedia y la mentira no era una opción, ¿Cuál habría sido la correcta? ¿Dejarse asesinar por el general?
« No pienses en eso. Piensa en lo que nos ha contado Chōmei » — Curiosamente, su mente se lo recordó. Chōmei, la criatura que había temido, odiado, ahora le había brindado una mano amiga. Le había ayudado. Le había consolado. Puede que, en el fondo, este mes que había pasado ignorandole había sido desproporcionado. Incluso había respetado sus sentimientos.
Era curioso, pero el apoyo que tanto necesitaba y que tanto había buscado en su Kage, al final, se lo había dado el bijuu. Un ser que, según él, solo era una bestia sin sentimientos, voraz de sangre.
Puede que, al final, las apariencias engañaran.
— ¿Chōmei? ¿Estás despierto?
« Pues claro. El gran y afortunado Chōmei está siempre alerta»
Juro esperó unos segundos, cogió aire... y entonces, lo soltó.
— Lo siento. Siento haberla pagado contigo. Siento haberte ignorado y... gracias — murmuró Juro —. Gracias por volver a hacerme sentir un ser humano. Me siento muy afortunado de tenerte.
El bijuu no contestó, pero Juro se sintió reconfortado. El calor que tenía en su pecho indicaba que el Bijuu se sentía igual.
Al final, en la tragedia y desesperación, había encontrado a un amigo.
Los meses pasaron. El invierno había dejado paso a la primavera y esta, al final, se transformó en el caluroso verano. Los días para Juro eran un ciclo sin fin de rutina: dormir, esconderse, buscar alimentos y regresar. Tenía un refugio, un lugar escondido al que poder regresar, siempre que no fuera muy arriesgado. Nunca comprometió su posición, y por supuesto, limitó las interacciones con la gente del exterior lo mínimo posible. Ni un turista, ni un tendero. Ni si quiera alguien que le pidiera indicaciones. Sobrevivía a base de conseguir alimento, ropa y escondite. Pronto, comenzó a necesitar dinero. Encontró un pequeño alivio en trabajos legales que pudiera ver: vender objetos que encontrara por el desierto, ayudar a gente de los alrededores... Nunca dio su nombre a nadie, y trató de enmascararse de diversas maneras para no llamar la atención en exceso. Una persona distinta, una personalidad distinta cada vez.
Puede que otros se hubieran vuelto locos sin una gran fuerza de voluntad ante tal aislamiento. Pero Juro tenía la suerte de que, a pesar de que estaba solo, nunca lo estaba en realidad.
Esa misma tarde, se había deslizado por la calles de Inaka. El sol, en su punto más alto, había amenazado con chamuscarle, pero se había arrebujado en su capa y había continuado. Además de comprar comida, algo le había llamado la atención en un puesto callejero. Sabía que era una pérdida de tiempo y dinero, pero, al fin y al cabo, llevaba meses sin permitirse nada. Solo cuando llegó al oasis, pudo liberarse de su disfraz: esta vez había escogido a una mujer joven y curtida de treinta y pico años, con la piel morena y unas discretas trenzas negras.
Juro observó su botín: un colgante con forma de trebol de cuatro hojas. Sin embargo, este era de un color negro. Era algo paradójico, pues el negro no era un color precisamente de buen agüero.
— ¿Te gusta? — murmuró. Juro miró a su reflejo en el oasis. En tardes calurosas, cuando no había nadie mirando, le gustaba acercarse y hablar con Chōmei. Era más seguro que abandonar su cuerpo a la realidad paralela dentro de él, y, a veces, cuando miraba su reflejo, sentía como que el Juro reflejado era, en realidad, el bijuu hablando desde su rostro. Claro que también podía ser por las ondulaciones del agua...
« ¿Eso es lo que los humanos llamais un amuleto de la suerte? ¡Menuda baratija! jejeje»
— Puede que lo sea. Pero a mucha gente le ayuda. También suelen decir que las herraduras y las patas de conejo la dan — explicó Juro.
« La suerte solo existe en mi, chico. Puedes buscarla todo lo que quieras, pero ya la tienes.
En realidad, me siento un poco ofendido. No me digas que vas a reemplazarme por esto»
En realidad, me siento un poco ofendido. No me digas que vas a reemplazarme por esto»
— Para nada. Sacarte de mi sería muy complicado — bromeó Juro —. De hecho, esto solo es un recordatorio. Tu y yo hemos pasado por mucho en estos tiempos. Es algo como... una pulsera de la amistad. ¿Sabes lo que es? Si yo llevo esto y tu... bueno, tú estás dentro de mí, así que tecnicamente lo estás llevando también. Es como nuestro símbolo. Lo llevaré escondido claro, pero sabemos que esta aquí.
« Eres un humano muy extraño, ¿Alguna vez te lo han dicho?
Menuda suerte la mía»
Menuda suerte la mía»
— Lo tomaré como que estás de acuerdo — comentó Juro, mientras se ponía el colgante.
Sí, las cosas se habían vuelto locas , y el paso de unos meses no iba a cambiarlo. El tiempo no iba a sanar las heridas que esa noche le había causado. Juro seguía teniendo pesadillas, temblando ante la idea de ser capturado, y con el miedo metido en el cuerpo de forma permanente.
Pero... ¿Sabeis que? Juro ha aprendido a vivir con ello. A mirar para delante. Puede que aún no haya enfrentado a las consecuencias de sus actos (no se había encontrado con un shinobi en meses) pero se estaba preparando mentalmente para ello. Aquella paz le había dado tiempo para pensar. En sí mismo. En todo.
Ya no quería ser un pobre idiota asustado que se pasa el tiempo temblando y lloriqueando. Quería afrontar lo que había pasado. Había huido de su aldea, había sobrevivido meses en aquel paraje inhóspito. Pero hasta que no hiciera lo que planeaba, nada de eso habría valido realmente la pena.
« ¿Qué haremos a partir de ahora, Juro? »
El chico sonrió para sí. Chōmei también había notado el cambio en él.
— No estoy muy seguro, ¿sabes? Llevamos tanto tiempo aquí, escondiéndonos, que me da miedo que me acomode. Que nunca sea capaz de salir de aquí. Vivir como cobardes durante el resto de nuestros días no suena muy bien, ¿verdad? — murmuró Juro —. Lo que me dijiste ese día... tenías razón. No podemos seguir así. He tomado una serie de decisiones y debo afrontarlas. Quiero cambiar la vida que tenemos.
« ¡Qué suerte! . Me estaba cansando de este desierto »
— Yo también, la verdad. Yo también.
« Juro, sé sincero. Tienes algo en mente, ¿verdad? Algo peligroso »
La seriedad de las palabras del bijuu le pillaron por sorpresa. Juro sonrió. Aquella criatura debería saber mejor que nadie lo que pensaba.
— Antes, solo quería morir. Desaparecer. Pero cambie de idea— explicó el chico — . Chōmei , yo te hice una promesa una vez, ¿recuerdas? Nos unimos contra Kurama. Te dije que juntos acabaríamos con él y con su imperio. Puede que ahora ya no tenga una aldea que me respalde, ni amigos que me protejan. Pero... aun así...
» He cometido mucho mal. El suficiente por una vida entera de arrepentimiento — suspiró —. Sé que no puedo enmendarlo. Pero al menos, haré algo bueno por este mundo. Kurama es el mal: busca la destrucción. Si nos enfrentamos a él, al menos, al menos...
« ... al menos habremos hecho algo para demostrar que nos arrepentimos. ¿Eso piensas?»
— Puede. Te seré sincero. Odio a Kurama. Lo odio con todas mis fuerzas. Siento que si su general no se me hubiera cruzado ese día, nada de esto habría sucedido. Sé que es cobarde, sé que es una forma de excusar mis actos, pero... — Juro apretó los puños —. Me da igual lo que me pase. Me da igual si muero intentándolo. Quiero destruir a Kurama y a su ejército. Quiero que sienta todo el dolor que yo he sentido.
Silencio. Juro sintió que en el fondo, su bijuu no lo respaldaba del todo. Ambos querían lo mismo, pero no creyó que aprobara sus razones para quererlo. La venganza no era algo bueno, claro está. Pero aun así...
—Siento que hemos llegado hasta aquí, nos hemos arrastrado y hemos sobrevivido para hacer algo grande, ¿sabes? No como el asesinato de un Kage. Algo bueno. Quiero darle un sentido a nuestra existencia. Quiero dejar una huella en el mundo que no sea de destrucción.
« Y luego, ¿Qué pasará con nosotros? »
— No lo sé. El destino decidirá — murmuró Juro, sentado —. También tenemos un par de conversaciones pendientes. Me gustaría ver a mis amigos , a mi alumno y a mi familia. Al menos, una última vez.
« Juro-kun... »
— Sí, lo sé, lo sé. Tendré cuidado. Hasta que tumbemos a Kurama, no me dejaré capturar por nadie. No podemos comprometer nuestra misión — Sus ojos se alzaron hacia el cielo, claro y despejado —. Será difícil volver a mirarles a la cara, ¿sabes? Quizá han perdido la esperanza en mí. Pero... estos meses me han hecho reflexionar. Quiero hacer esto, Chōmei. Lo necesito.
Juro esperó una respuesta que al principio, no llegó. Con sorpresa, sintió como su Bijuu realmente estaba pensandolo. Estaba meditando. Otra vez, sintió una calidez a la altura de su pecho. Chōmei realmente estaba preocupado por él. Aunque el bijuu no moriría si él era capturado, Juro lo haría con toda seguridad. Ninguno de los dos quería acabar así: habían compartido días y días durante esos meses hablando. Al final, se habían vuelto inseparables.
Sin embargo, la criatura comprendió que no podía impedirle a Juro hacer lo que debía hacer. Su misión era acabar con Kurama. Habían sellado un pacto aquel día y ese pacto se cumpliría.
« Juro-kun... Hagamosle morder el polvo.
¡Los grandes y afortunados Chōmei y Juro vencerán!
¡El destino que nos espera es de grandeza!»
¡Los grandes y afortunados Chōmei y Juro vencerán!
¡El destino que nos espera es de grandeza!»
Juro soltó una carcajada. Una sonrisa sincera. Sin embargo, sintió que su bijuu, en apariencia infantil y despreocupada, estaba realmente preocupado por él. Por lo que les podría pasar.
Pero estaban los dos juntos en esto. Así que avanzarían.
...
Esa misma noche, Juro regresó al oasis de la luna. Entradas las horas nocturnas, cuando los turistas ya se habían marchado y solo había silencio, arena y soledad, el marionetista se dejó ver. Se postró ante las mismas aguas del lado, y con los ojos abiertos de par en par, observó la imagen que se alzaba ante él: La luna, nuevamente, volvía a estar llena y redonda.
Cómo el día que llegó al desierto, meses atrás. Como el día en que el bijuu el fue sellado, y su destino, por tanto.
Consciente de que la luna había tenido siempre una gran importancia en su vida, vio que se anunciaba un cambio. Su destino estaba a punto de cambiar. Pero, ¿Hacia dónde exactamente? ¿Sería un destino de fortuna y grandeza, cómo había anunciado Chōmei? ¿O uno de gran desesperación y tragedia? ¿Sería la muerte lo que le esperaría?
Quizá, esta era la última vez que podía ver la luna llena. Por eso, tomó aire, y gastó varios minutos en observarla. Vio su enorme reflejo en el claro, y de repente, se sintió muy pequeño. Por alguna razón, en esos momentos, no pudo evitar pensar en su madre ¡Ojala estuviera ahí con él! Podría haberle contado tantas cosas. Sus miedos, sus esperanzas, sus deseos. Podría haberle pedido ayuda. Pero él nunca la había conocido. ¿Qué pensaría de él si lo viera ahora mismo?
Exhaló. Respiró. Meditó. Y cuando creyó que ya era bastante, se dio la vuelta y se marchó, dándole la espalda a aquella demoníaca luna.
« Ya sabes lo que dicen los humanos, Juro-kun. La suerte ayuda a los que se atreven»
— Sí, tienes razón — Juro no puedo evitar sonreír —. Haremos nuestra propia suerte.
Juro se desvaneció entre la arena, abandonando a la luna y a su refugio. Humano y Bijuu en uno solo.
¿A dónde les llevaría el destino?
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
...
Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60