3/07/2020, 16:17
Ranko asintió y se preparó, atenta a lo que pasaba en el claro, así como a los movimientos de su compañero. Esperaría a su jutsu de telaraña, y luego se lanzaría a noquear al objetivo. Pan comido, ¿no? ¿No?
El rostro oculto de la mujer apenas y se giró para enfocarse en la extraña criatura que le hablaba. Con toda la calma del mundo, soltó el saco. Sus hombros se relajaron. Respiró.
—Los siguieron —sentenció. Su cuerpo se inclinó unos grados hacia atrás, como quien estira la espalda después de estar un buen rato en la misma posición. Su cabeza se meneó de la misma forma —. ¿Saben por qué decidí contratarlos? ¿A ustedes y no a ninjas renegados o bandidos más fuertes?
—Ahm… ¿P-porque nosotros somos…?
—Porque confiaba en su cobardía —lo interrumpió. Su voz era clara, tan tenebrosa como la de un humano decidido puede ser. Dio un paso hacia adelante —. Sabía que sería cuestión de tiempo antes de que Kusagakure enviara gente a investigar esos ataques. Y mis instrucciones no fueron atacar a nadie, ¿cierto? Si se encontraban con ninjas, simplemente cambiaríamos de región. Deben admitir que les pagaba bien para lo sencilla que era su tarea, ¿cierto?
Los bandidos comenzaron a retroceder muy lentamente.
—S-sí… Ve-verá, señora, es que…
—Su estupidez escapó de mi visión. Supongo que igual fue mi culpa. Y ahora no saben cuánto han puesto en juego, cuánto están a punto de echar a la basura. Tú, criatura —Evidentemente le hablaba a Kumopansa —. ¿Cuántos vienen contigo?
—¡S-señora! —El mismo bandido que había sido el primero en hablar ahora se postraba de nuevo, suplicante —. ¡N-no tuvimos otra alternativa! ¡N-nos amenazaron! ¡E-esos granjeros n-nos habrían matado s-s-si…!
Hubo un chispazo eléctrico debajo de la capa de la mujer, y del saco surgió una placa metálica que voló y se incrustó a toda velocidad en el cráneo del bandido. Los otros tres gritaron e intentaron huir, pero otras tres placas surgieron del saco e impactaron los torsos de los hombres.
—¡Diablos! Araña. ¿Cuántos son?
El rostro oculto de la mujer apenas y se giró para enfocarse en la extraña criatura que le hablaba. Con toda la calma del mundo, soltó el saco. Sus hombros se relajaron. Respiró.
—Los siguieron —sentenció. Su cuerpo se inclinó unos grados hacia atrás, como quien estira la espalda después de estar un buen rato en la misma posición. Su cabeza se meneó de la misma forma —. ¿Saben por qué decidí contratarlos? ¿A ustedes y no a ninjas renegados o bandidos más fuertes?
—Ahm… ¿P-porque nosotros somos…?
—Porque confiaba en su cobardía —lo interrumpió. Su voz era clara, tan tenebrosa como la de un humano decidido puede ser. Dio un paso hacia adelante —. Sabía que sería cuestión de tiempo antes de que Kusagakure enviara gente a investigar esos ataques. Y mis instrucciones no fueron atacar a nadie, ¿cierto? Si se encontraban con ninjas, simplemente cambiaríamos de región. Deben admitir que les pagaba bien para lo sencilla que era su tarea, ¿cierto?
Los bandidos comenzaron a retroceder muy lentamente.
—S-sí… Ve-verá, señora, es que…
—Su estupidez escapó de mi visión. Supongo que igual fue mi culpa. Y ahora no saben cuánto han puesto en juego, cuánto están a punto de echar a la basura. Tú, criatura —Evidentemente le hablaba a Kumopansa —. ¿Cuántos vienen contigo?
—¡S-señora! —El mismo bandido que había sido el primero en hablar ahora se postraba de nuevo, suplicante —. ¡N-no tuvimos otra alternativa! ¡N-nos amenazaron! ¡E-esos granjeros n-nos habrían matado s-s-si…!
Hubo un chispazo eléctrico debajo de la capa de la mujer, y del saco surgió una placa metálica que voló y se incrustó a toda velocidad en el cráneo del bandido. Los otros tres gritaron e intentaron huir, pero otras tres placas surgieron del saco e impactaron los torsos de los hombres.
—¡Diablos! Araña. ¿Cuántos son?
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