4/07/2020, 18:44
(Última modificación: 5/07/2020, 01:26 por Sagiso Ranko. Editado 4 veces en total.
Razón: Info del Kawarimi usado por Ririki añadida
)
"¿M-magnético?" pensó Ranko, pero asintió ante la advertencia de Yota, y saltó tras él cuando lanzó sus telarañas.
—¿Ah, no? —Le espetó la mujer a la araña. Hubo al instante un chispazo bajo su capa y una placa más voló desde el saco en dirección a Kumopansa, mientras, con un quejido, Ririki levantó la diestra en un sello —. Uno.
Los hilos de Yota impactaron los hombros de la capa, y Ranko, apenas tocar el suelo, se lanzó como bala, rasgando el suelo a sus pies.
—¡Hitoshin!
—Dos.
Con un movimiento en el aire, Ranko apuntó e impactó con una fuerte patada el rostro de la mujer, y al contacto supo que algo andaba mal.
"¿Por qué es tan suave?"
Después del golpe, la capa se vino abajo con todo y telaraña, revelando con una nubecilla de humo una rama llena de follaje bajo la capucha. A varios metros a la izquierda de Ranko, la mujer entró al claro velozmente, revelándose ante la luz de la luna.
Iwada Ririki tenía apariencia demacrada, con ojeras pronunciadas y labios resecos. Su cabello, otrora cobrizo, estaba opaco y enredado, largo y sin cuidado alguno. Vestía lo que parecía haber sido algún día un bata de laboratorio, ahora desgastada, manchada y desgarrada. Pero lo que más se notaba era su brazo izquierdo. Tenía un aparato metálico cubriendo su miembro: varias placas metálicas fijadas directamente a la carne, con distintos instrumentos y cables conectando todo. El aparato llegaba hasta el hombro, sujeto a un arnés de cuero y metal al torso. Podía verse bajo aquel dispositivo piel negra, con un sinfín de cicatrices y puntos, muchos de ellos inflamados.
Ririki alzó el brazo, y varios arcos eléctricos surgieron entre sus dedos extendidos. Gruñó audiblemente al cerrar el puño. Una oleada casi imperceptible de chakra recorrió toda el área.
—Tres… —murmuraría al ver a Sora.
Ranko intentaría alcanzarla, pero algo la detendría. Su equipo estaba de repente muy pesado. Su wakizashi, a la cadera, tiraba de ella hacia atrás con suma fuerza, y su portaobjetos hacía lo mismo. Tardó un instante en darse cuenta de que no tiraban: sus objetos, específicamente sus metales, estaban fijos en el aire, como congelados en su posición. Yota y Sora experimentarían lo mismo: todos sus objetos metálicos, incluidos los ocultos, se detendrían en el aire, imposibles de mover.
Si se fijaban, aunque fuese un poco, en su rostro, verían a una mujer muy adolorida.
—Tres y una araña… ¿Son todos? No quería llegar a esto…
—¿Ah, no? —Le espetó la mujer a la araña. Hubo al instante un chispazo bajo su capa y una placa más voló desde el saco en dirección a Kumopansa, mientras, con un quejido, Ririki levantó la diestra en un sello —. Uno.
Los hilos de Yota impactaron los hombros de la capa, y Ranko, apenas tocar el suelo, se lanzó como bala, rasgando el suelo a sus pies.
—¡Hitoshin!
—Dos.
Con un movimiento en el aire, Ranko apuntó e impactó con una fuerte patada el rostro de la mujer, y al contacto supo que algo andaba mal.
"¿Por qué es tan suave?"
Después del golpe, la capa se vino abajo con todo y telaraña, revelando con una nubecilla de humo una rama llena de follaje bajo la capucha. A varios metros a la izquierda de Ranko, la mujer entró al claro velozmente, revelándose ante la luz de la luna.
Iwada Ririki tenía apariencia demacrada, con ojeras pronunciadas y labios resecos. Su cabello, otrora cobrizo, estaba opaco y enredado, largo y sin cuidado alguno. Vestía lo que parecía haber sido algún día un bata de laboratorio, ahora desgastada, manchada y desgarrada. Pero lo que más se notaba era su brazo izquierdo. Tenía un aparato metálico cubriendo su miembro: varias placas metálicas fijadas directamente a la carne, con distintos instrumentos y cables conectando todo. El aparato llegaba hasta el hombro, sujeto a un arnés de cuero y metal al torso. Podía verse bajo aquel dispositivo piel negra, con un sinfín de cicatrices y puntos, muchos de ellos inflamados.
Ririki alzó el brazo, y varios arcos eléctricos surgieron entre sus dedos extendidos. Gruñó audiblemente al cerrar el puño. Una oleada casi imperceptible de chakra recorrió toda el área.
—Tres… —murmuraría al ver a Sora.
Ranko intentaría alcanzarla, pero algo la detendría. Su equipo estaba de repente muy pesado. Su wakizashi, a la cadera, tiraba de ella hacia atrás con suma fuerza, y su portaobjetos hacía lo mismo. Tardó un instante en darse cuenta de que no tiraban: sus objetos, específicamente sus metales, estaban fijos en el aire, como congelados en su posición. Yota y Sora experimentarían lo mismo: todos sus objetos metálicos, incluidos los ocultos, se detendrían en el aire, imposibles de mover.
Si se fijaban, aunque fuese un poco, en su rostro, verían a una mujer muy adolorida.
—Tres y una araña… ¿Son todos? No quería llegar a esto…
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