24/07/2020, 18:26
Yui avanzó hacia la puerta y le dio un empellón con decisión. Hōzuki Shanise, tras el escritorio, dio un pequeño brinco. Dejó cuidadosamente una pluma con la que escribía en un pergamino de aspecto oficial y puso las manos lentamente sobre la mesa. Se alzó.
—Yuyu... ¿qué...? —Reparó entonces en Ayame—. ¡Ayame! ¿Qué hacéis vosotras dos aquí...?
—Shani —pronunció Yui, con la voz rota. Las lágrimas comenzaron a caer—. Mi hermano ha muerto. No he podido hacer nada para...
Yui estalló a llorar. Shanise quedó blanca como la leche. Ayame jamás la había visto así: derrotada, cayendo de rodillas al suelo, tapándose la cara. El sombrero de Señora Feudal a medio calcinar se deslizó a un lado y cayó al suelo. Shanise saltó por encima de la mesa y se arrodilló junto a Yui, abrazándola.
Miró a Ayame. Tenía los ojos húmedos. Parecía asustada.
—Ayame... ¿qué ha pasado?
—Yuyu... ¿qué...? —Reparó entonces en Ayame—. ¡Ayame! ¿Qué hacéis vosotras dos aquí...?
—Shani —pronunció Yui, con la voz rota. Las lágrimas comenzaron a caer—. Mi hermano ha muerto. No he podido hacer nada para...
Yui estalló a llorar. Shanise quedó blanca como la leche. Ayame jamás la había visto así: derrotada, cayendo de rodillas al suelo, tapándose la cara. El sombrero de Señora Feudal a medio calcinar se deslizó a un lado y cayó al suelo. Shanise saltó por encima de la mesa y se arrodilló junto a Yui, abrazándola.
Miró a Ayame. Tenía los ojos húmedos. Parecía asustada.
—Ayame... ¿qué ha pasado?