26/07/2020, 15:29
Un tenso silencio siguió a las palabras de Ayame. El despacho se oscureció paulatinamente cuando las nubes cubrieron el cielo y eclipsaron a aquel molesto sol, y, de un momento a otro, el susurro de un suave repiqueteo contra el cristal fue el anuncio del regreso de la lluvia. Amenokami había vuelto a ellos.
—Has crecido mucho, Ayame —dijo entonces Shanise, arrancándose la máscara del rostro. Le sonreía, afable, mostrándole aquellos dientes afilados que resultaban tan escalofriantes.
Pero Ayame sintió la calidez brotar en su pecho. No había palabras para describir la euforia que sintió en aquel momento, cuando vio que la mujer que más admiraba en el mundo la estaba reconociendo. La muchacha le devolvió la sonrisa con una inclinación de cabeza.
—Eso es... Eso es, joder. —Alimentada por las palabras de Ayame, Yui había regresado a su ser. La anterior Arashikage se reincorporó enjugándose las lágrimas, se dio la vuelta y se arrojó contra Ayame, que no pudo evitar sobresaltarse, preparada para salir huyendo. No podrían culparla, la última experiencia que había tenido ante un acercamiento así de Yui, había sido cuando quiso cortarle el cuello con sus espadas. Pero lo que hizo Yui la dejó paralizada en el sitio, literalmente hablando. La apresó entre sus brazos, abrazándola con fuerza. La fuerza de un oso constriñendo sus costillas—. Gracias, Ayame.
—¡Nnnnghh...! —Quiso responder, pero la presión en su caja torácica era demasiado fuerte y le impidió articular palabra alguna. Y, cuando Yui la liberó, Ayame perdió momentáneamente el equilibrio y pegó una sonora bocanada de aire, intentando recuperar el aliento.
—Entonces... ¿ahora qué? ¿Te irás a Shinogi-to...? —dijo Shanise entonces, alicaída.
Yui se volvió hacia ella y caminó con decisión hacia la parte posterior del despacho mientras se quitaba el sombrero de Daimyō de la cabeza. Entonces lo alzó en el aire y, ante la atónita mirada de las otras dos kunoichi, se deshizo súbitamente en agua.
«C... ¡¿Cómo ha hecho eso?!» Se preguntó Ayame, anonadada. Tenía más que conocida la capacidad de los Hōzuki para transformar su cuerpo en agua, ¿pero transformar objetos ajenos? ¡Jamás había visto algo así!
—Declaro el fin de la monarquía feudal —sentenció Amekoro Yui.
—¿¡Qué estás diciendo!? —exclamó una atónita Shanise.
Pero, y aunque no había esperado que hiciera algo así, a Ayame no le pilló tan de sorpresa. No después de su conversación en el ascensor.
—A partir de ahora, los shinobi y kunoichi del País de la Tormenta conducirán sus destinos con sus propias manos. Con esta declaración, establezco y ocupo un nuevo cargo, superior al de Kage, en la nueva capital del País: Amegakure. El de Arashi. Soy Amekoro Yui, la primera Tormenta de Amegakure —Yui se giró hacia Shanise, y le dedicó una sonrisa que Ayame jamás había visto en ella. No era una sonrisa irónica y afilada, como las que estaba acostumbrada a ver en ella, sino que estaba llena de calidez y de... amor—. Cuando la Tormenta se apague, uno de sus Hijos de la Tormenta tomará su nombre. El más preparado. El líder. Y dicho líder eligirá de nuevo un futuro sucesor. Como Tormenta, necesito mi Sombra. Sé mi Arashikage, Hōzuki Shanise.
—Yui, yo... ¡Esto es muy precipitado, no voy a ser capaz de...! —protestó Shanise.
Pero Yui se acercó aún más a ella, y clavó sus ojos eléctricos en los suyos. Acarició su rostro con suavidad y entonces, bajo la sorprendida mirada de Ayame, la besó con ternura en los labios.
—Siempre estuviste más preparada que yo, cariño. Nunca podría haberlo hecho sin ti.
«¡De verdad estaban juntas!» Ayame ya lo había sospechado muchas veces. La complicidad que existía entre Yui y Shanise siempre había ido más allá que la simple diligencia entre un líder y su mano derecha.
—Además, no voy a irme a ningún lado, ¿entiendes? ¡Solo que tú te comerás todos los marrones, JAJAJA —Se carcajeó. Volvía a ser la Yui de siempre—. [sub=cornflowerblue]¡Suerte con esa estirada de Kintsugi!
—Gilipollas —replicó Shanise, asestándole un puñetazo amistoso en el hombro.
Ayame, por su parte, clavó una rodilla en el suelo y bajó la cabeza, profundamente conmovida y enorgullecida. Estaba ante un momento histórico, había sido la primera testigo del fin de la monarquía feudal, del surgimiento de los Arashi como sus sustitutos y del resurgimiento de la nueva Arashikage de Amegakure.
—Arashi, eh... -dono —titubeó, con cierta torpeza—; Arashikage-sama —Se había acabado el "Shanise-senpai"—. Yo, Aotsuki Ayame, juro serviros con absoluta lealtad como kunoichi. Y que viva Amegakure.
—Has crecido mucho, Ayame —dijo entonces Shanise, arrancándose la máscara del rostro. Le sonreía, afable, mostrándole aquellos dientes afilados que resultaban tan escalofriantes.
Pero Ayame sintió la calidez brotar en su pecho. No había palabras para describir la euforia que sintió en aquel momento, cuando vio que la mujer que más admiraba en el mundo la estaba reconociendo. La muchacha le devolvió la sonrisa con una inclinación de cabeza.
—Eso es... Eso es, joder. —Alimentada por las palabras de Ayame, Yui había regresado a su ser. La anterior Arashikage se reincorporó enjugándose las lágrimas, se dio la vuelta y se arrojó contra Ayame, que no pudo evitar sobresaltarse, preparada para salir huyendo. No podrían culparla, la última experiencia que había tenido ante un acercamiento así de Yui, había sido cuando quiso cortarle el cuello con sus espadas. Pero lo que hizo Yui la dejó paralizada en el sitio, literalmente hablando. La apresó entre sus brazos, abrazándola con fuerza. La fuerza de un oso constriñendo sus costillas—. Gracias, Ayame.
—¡Nnnnghh...! —Quiso responder, pero la presión en su caja torácica era demasiado fuerte y le impidió articular palabra alguna. Y, cuando Yui la liberó, Ayame perdió momentáneamente el equilibrio y pegó una sonora bocanada de aire, intentando recuperar el aliento.
—Entonces... ¿ahora qué? ¿Te irás a Shinogi-to...? —dijo Shanise entonces, alicaída.
Yui se volvió hacia ella y caminó con decisión hacia la parte posterior del despacho mientras se quitaba el sombrero de Daimyō de la cabeza. Entonces lo alzó en el aire y, ante la atónita mirada de las otras dos kunoichi, se deshizo súbitamente en agua.
«C... ¡¿Cómo ha hecho eso?!» Se preguntó Ayame, anonadada. Tenía más que conocida la capacidad de los Hōzuki para transformar su cuerpo en agua, ¿pero transformar objetos ajenos? ¡Jamás había visto algo así!
—Declaro el fin de la monarquía feudal —sentenció Amekoro Yui.
—¿¡Qué estás diciendo!? —exclamó una atónita Shanise.
Pero, y aunque no había esperado que hiciera algo así, a Ayame no le pilló tan de sorpresa. No después de su conversación en el ascensor.
—A partir de ahora, los shinobi y kunoichi del País de la Tormenta conducirán sus destinos con sus propias manos. Con esta declaración, establezco y ocupo un nuevo cargo, superior al de Kage, en la nueva capital del País: Amegakure. El de Arashi. Soy Amekoro Yui, la primera Tormenta de Amegakure —Yui se giró hacia Shanise, y le dedicó una sonrisa que Ayame jamás había visto en ella. No era una sonrisa irónica y afilada, como las que estaba acostumbrada a ver en ella, sino que estaba llena de calidez y de... amor—. Cuando la Tormenta se apague, uno de sus Hijos de la Tormenta tomará su nombre. El más preparado. El líder. Y dicho líder eligirá de nuevo un futuro sucesor. Como Tormenta, necesito mi Sombra. Sé mi Arashikage, Hōzuki Shanise.
—Yui, yo... ¡Esto es muy precipitado, no voy a ser capaz de...! —protestó Shanise.
Pero Yui se acercó aún más a ella, y clavó sus ojos eléctricos en los suyos. Acarició su rostro con suavidad y entonces, bajo la sorprendida mirada de Ayame, la besó con ternura en los labios.
—Siempre estuviste más preparada que yo, cariño. Nunca podría haberlo hecho sin ti.
«¡De verdad estaban juntas!» Ayame ya lo había sospechado muchas veces. La complicidad que existía entre Yui y Shanise siempre había ido más allá que la simple diligencia entre un líder y su mano derecha.
—Además, no voy a irme a ningún lado, ¿entiendes? ¡Solo que tú te comerás todos los marrones, JAJAJA —Se carcajeó. Volvía a ser la Yui de siempre—. [sub=cornflowerblue]¡Suerte con esa estirada de Kintsugi!
—Gilipollas —replicó Shanise, asestándole un puñetazo amistoso en el hombro.
Ayame, por su parte, clavó una rodilla en el suelo y bajó la cabeza, profundamente conmovida y enorgullecida. Estaba ante un momento histórico, había sido la primera testigo del fin de la monarquía feudal, del surgimiento de los Arashi como sus sustitutos y del resurgimiento de la nueva Arashikage de Amegakure.
—Arashi, eh... -dono —titubeó, con cierta torpeza—; Arashikage-sama —Se había acabado el "Shanise-senpai"—. Yo, Aotsuki Ayame, juro serviros con absoluta lealtad como kunoichi. Y que viva Amegakure.