27/07/2020, 20:29
Inesperadamente, Ayame guió a Shanise hasta una taberna: Los kunais cruzados era su nombre. Era uno de los lugares favoritos de Daruu, y en cierta manera le hacía sentir cierta familiaridad en aquellos momentos en los que añoraba y estaba tan preocupada por sus seres queridos. Aunque no pudo evitar arrugar la nariz al poner el primer pie dentro del local: seguía apestando a alcohol.
Era un local más bien pequeño, con apenas unas pocas mesas; y algo lúgubre, sólo iluminado por varias lámparas de tubo que había tras la barra. Pero al mismo tiempo era un lugar tranquilo, perfecto para hablar mientras tomaban algo. Afortunadamente, aquel día no había muchos clientes, y tras saludar a Kirishima pudieron ocupar la mesa más discreta del lugar.
—¡Cuánto tiempo sin verte, chica! —la saludó el fornido hombre rubio, alegremente, y Ayame respondió con una risilla nerviosa. No tardó en reparar en la presencia de su acompañante, y por poco se le cae la mandíbula al suelo—. Oh... oh, Shanise-san, es un placer tenerla por mi humilde taberna. ¿Y qué es de Daruu? Hace tiempo que no se pasa por aquí, ¡tienes que decirle que tenemos barriles con hidromiel listos para estrenar!
A Ayame le comenzó a palpitar una vena en la frente.
—Está... ocupado con una misión —se apresuró a mentir. Hablar sobre el torneo y lo que estaba pasando allí sólo atraería más y más preguntas incómodas que no estaba segura de si podía responder por el momento—. Pero se lo diré, gracias Kirishima.
—Entonces, ¿qué va a ser?
—Para mí un zumo de naranja.
Y Kirishima lanzó una risotada al aire.
—Claro, como no. Embotellado y fresquito, como siempre. ¿Y para usted? —agregó, refiriéndose a Shanise.
Era un local más bien pequeño, con apenas unas pocas mesas; y algo lúgubre, sólo iluminado por varias lámparas de tubo que había tras la barra. Pero al mismo tiempo era un lugar tranquilo, perfecto para hablar mientras tomaban algo. Afortunadamente, aquel día no había muchos clientes, y tras saludar a Kirishima pudieron ocupar la mesa más discreta del lugar.
—¡Cuánto tiempo sin verte, chica! —la saludó el fornido hombre rubio, alegremente, y Ayame respondió con una risilla nerviosa. No tardó en reparar en la presencia de su acompañante, y por poco se le cae la mandíbula al suelo—. Oh... oh, Shanise-san, es un placer tenerla por mi humilde taberna. ¿Y qué es de Daruu? Hace tiempo que no se pasa por aquí, ¡tienes que decirle que tenemos barriles con hidromiel listos para estrenar!
A Ayame le comenzó a palpitar una vena en la frente.
—Está... ocupado con una misión —se apresuró a mentir. Hablar sobre el torneo y lo que estaba pasando allí sólo atraería más y más preguntas incómodas que no estaba segura de si podía responder por el momento—. Pero se lo diré, gracias Kirishima.
—Entonces, ¿qué va a ser?
—Para mí un zumo de naranja.
Y Kirishima lanzó una risotada al aire.
—Claro, como no. Embotellado y fresquito, como siempre. ¿Y para usted? —agregó, refiriéndose a Shanise.