29/07/2020, 02:55
Unos largos y aburridos diez minutos pasaron antes de que Toshio viese a cualquier otra persona más por ahí.
«¿Me habrán hecho el lío?» pensó. Quizá no le habían creído y simplemente lo tendrían allí hasta que se aburriese.
La verdad es que la paciencia no era una de sus virtudes.
Por suerte Kinumi acabó por aparecer cruzando por la puerta de entrada, vistiendo lo que probablemente sería el kimono más caro que Toshio vería jamás en su vida y estando tan arreglada como se esperaba de una persona de su estatus.
—¡Hola! —saludó Toshio con una amigable sonrisa.
La chica se sentó frente al Kurogane y, con una seriedad impresionante le preguntó si era él quien la acompañará.
—Así es —respondió apuntándose al pecho con el pulgar—. Kurogane Toshio, a tu servicio.
«¿Me habrán hecho el lío?» pensó. Quizá no le habían creído y simplemente lo tendrían allí hasta que se aburriese.
La verdad es que la paciencia no era una de sus virtudes.
Por suerte Kinumi acabó por aparecer cruzando por la puerta de entrada, vistiendo lo que probablemente sería el kimono más caro que Toshio vería jamás en su vida y estando tan arreglada como se esperaba de una persona de su estatus.
—¡Hola! —saludó Toshio con una amigable sonrisa.
La chica se sentó frente al Kurogane y, con una seriedad impresionante le preguntó si era él quien la acompañará.
—Así es —respondió apuntándose al pecho con el pulgar—. Kurogane Toshio, a tu servicio.