3/08/2020, 00:33
—Está bien, Ayame, no tienes que defenderme tanto —sonrió Shanise, y Ayame se ruborizó hasta las orejas, abochornada. En la barra, Kirishima había dejado de limpiar el vaso que se traía entre manos, pero la muchacha no se dio cuenta de ello—. Me refería a que tenemos una manera más calmada de actuar. No es como Yui. En esta aldea hay mucho bravucón. Yo también tengo mi nervio amejin, pero lo mantengo a raya, y eso me sirve para enfrentarlos. Pero contra ella... es todo un enigma.
»También me parece el tipo de persona que evitaría los problemas hasta que se acerquen a su casa —se explicó—. El tipo proteccionista. Más de amenazas veladas que de acciones a las bravas. No creo que te atacase ella misma. Pero no sé si detendría a una de sus kunoichi.
Ayame torció el gesto y agachó la mirada. No le convencían demasiado las palabras de Shanise, y sentía que había algo que se le estaba escapando de entre los dedos. Pero no conseguía dar con la clave. Volvió a darle un sorbo a su zumo, como si eso fuera a devolverle lo que había perdido.
—Tendré unas palabras con ella, a ver si salimos de dudas —sentenció Shanise, juntando los dedos desde los meñiques hasta los pulgares, en sucesión. Y fue entonces cuando Ayame percibió una clara diferencia con Yui: los ojos de Shanise eran como un cielo oscuro y nublado, con destellos de rayos iluminando desde detrás. Yui era la rabia y la potencia de la tormenta eléctrica personificada, Shanise era la calma que precedía a dicha tormenta. Y era una calma igual de escalofriante, igual de peligrosa—. ¿Y decías que la misma General que te atacó la otra vez te atacó también en esta ocasión? ¿Crees que Dragón Rojo y ellos están trabajando juntos?
«¡Trabajando juntos!»
¡Esa era! ¡Esa era la pieza perdida del rompecabezas!
—¡Esa es la cuestión! —Ayame sacudió la cabeza, como si acabara de despertar de un sueño, y volvió a bajar la voz—. Cuando Kuroyuki llegó, lo primero que hizo fue preguntarle a la enmascarada por Akame, como si ella también fuese de Dragón Rojo. Kurama había hablado con él. Por eso no creo que fuera alguien de Kusagakure, ellos jamás intercambiarían una sola palabra con Kurama: odian a los bijū a muerte. Qué intenciones tenía o por qué contactó con el Uchiha, ya no lo sé. Pero cuando la enmascarada no le respondió al respecto, simplemente... la congeló de los pies a la cabeza. Sin más. En cuestión de segundos —explicó, con un desagradable escalofrío.
Pocas cosas había en el mundo que pudieran retener al agua. Pero el hielo era claramente una de ellas.
»También me parece el tipo de persona que evitaría los problemas hasta que se acerquen a su casa —se explicó—. El tipo proteccionista. Más de amenazas veladas que de acciones a las bravas. No creo que te atacase ella misma. Pero no sé si detendría a una de sus kunoichi.
Ayame torció el gesto y agachó la mirada. No le convencían demasiado las palabras de Shanise, y sentía que había algo que se le estaba escapando de entre los dedos. Pero no conseguía dar con la clave. Volvió a darle un sorbo a su zumo, como si eso fuera a devolverle lo que había perdido.
—Tendré unas palabras con ella, a ver si salimos de dudas —sentenció Shanise, juntando los dedos desde los meñiques hasta los pulgares, en sucesión. Y fue entonces cuando Ayame percibió una clara diferencia con Yui: los ojos de Shanise eran como un cielo oscuro y nublado, con destellos de rayos iluminando desde detrás. Yui era la rabia y la potencia de la tormenta eléctrica personificada, Shanise era la calma que precedía a dicha tormenta. Y era una calma igual de escalofriante, igual de peligrosa—. ¿Y decías que la misma General que te atacó la otra vez te atacó también en esta ocasión? ¿Crees que Dragón Rojo y ellos están trabajando juntos?
«¿Trabajando juntos?»
«¡Trabajando juntos!»
¡Esa era! ¡Esa era la pieza perdida del rompecabezas!
—¡Esa es la cuestión! —Ayame sacudió la cabeza, como si acabara de despertar de un sueño, y volvió a bajar la voz—. Cuando Kuroyuki llegó, lo primero que hizo fue preguntarle a la enmascarada por Akame, como si ella también fuese de Dragón Rojo. Kurama había hablado con él. Por eso no creo que fuera alguien de Kusagakure, ellos jamás intercambiarían una sola palabra con Kurama: odian a los bijū a muerte. Qué intenciones tenía o por qué contactó con el Uchiha, ya no lo sé. Pero cuando la enmascarada no le respondió al respecto, simplemente... la congeló de los pies a la cabeza. Sin más. En cuestión de segundos —explicó, con un desagradable escalofrío.
Pocas cosas había en el mundo que pudieran retener al agua. Pero el hielo era claramente una de ellas.