19/08/2020, 16:05
Los chicos pronto llegaron a un edificio tradicional que era más grande que el resto de casas del lugar, pero nada a lo que no estuvieran ya acostumbrados los genin.
Al entrar a casa de Bōku, los genin se encontraron con una sala en la que había un gran mostrador lleno de papeles y dos escaleras. Tras el mostrador encontraron a su cliente, Miniku Bōku, que discutía con una mujer.
— ¡Te he dicho cien veces que no!
— Más terco que una mula terca que eres. ¡Que no tiene ningún sentido! Solo vas a conseguir que te peguen una patada en tu viejo culo de ninja.
— ¡Es lo más lógico y punto! ¡Nos hará más fuertes!
— Sí, sí. Lo que tú digas.
— ¡Eh! Mujer, vuelve aquí. ¡No he acabado de hablar!
Pero ella lo ignoró por completo, saliendo del edificio y dándole los buenos días a los chicos en el proceso.
«Vaya. Parece que Miniku-san solía ser ninja». Pensó Toshio sin estar seguro de esa información sería importante.
Los genin entraron el edificio, donde Kinumi fue la primera en hablar con el cliente.
— Perdone, ¿Boku-san?
El viejo se giró, todavía claramente enfadado.
— Y ahora una cría, ¿qué pasa, niña?
Tanto Toshio como Kinumi tuvieron que controlarse tan bien como pudieron para no acabar golpeando a su cliente justo en ese momento.
El herrero sacó su bandana de su portaobjetos y empezó a atársela en la frente. El joven detestaba cuando la gente mayor lo menospreciaba por edad, pero justo era a esa clase de gente a la que debía demostrarle que él también podía ser profesional.
— Somos los ninjas que pidió para encargarnos de las desapariciones. —Dijo, e hizo una leve reverencia—. Kurogane Toshio, a su servicio.
Al entrar a casa de Bōku, los genin se encontraron con una sala en la que había un gran mostrador lleno de papeles y dos escaleras. Tras el mostrador encontraron a su cliente, Miniku Bōku, que discutía con una mujer.
— ¡Te he dicho cien veces que no!
— Más terco que una mula terca que eres. ¡Que no tiene ningún sentido! Solo vas a conseguir que te peguen una patada en tu viejo culo de ninja.
— ¡Es lo más lógico y punto! ¡Nos hará más fuertes!
— Sí, sí. Lo que tú digas.
— ¡Eh! Mujer, vuelve aquí. ¡No he acabado de hablar!
Pero ella lo ignoró por completo, saliendo del edificio y dándole los buenos días a los chicos en el proceso.
«Vaya. Parece que Miniku-san solía ser ninja». Pensó Toshio sin estar seguro de esa información sería importante.
Los genin entraron el edificio, donde Kinumi fue la primera en hablar con el cliente.
— Perdone, ¿Boku-san?
El viejo se giró, todavía claramente enfadado.
— Y ahora una cría, ¿qué pasa, niña?
Tanto Toshio como Kinumi tuvieron que controlarse tan bien como pudieron para no acabar golpeando a su cliente justo en ese momento.
El herrero sacó su bandana de su portaobjetos y empezó a atársela en la frente. El joven detestaba cuando la gente mayor lo menospreciaba por edad, pero justo era a esa clase de gente a la que debía demostrarle que él también podía ser profesional.
— Somos los ninjas que pidió para encargarnos de las desapariciones. —Dijo, e hizo una leve reverencia—. Kurogane Toshio, a su servicio.