18/09/2020, 00:38
Allá donde habita un fantasma que deambula constantemente en busca de pobres victimas a las que asustar, podría decirse también que habita un alma en pena que busca en su sempiterna agonía algún alma caritativa que le escuche y ayude a emigrar al más allá. Esa siempre había sido la filosofía del abuelo, e incluso la de su padre. Pero cabía decir que la idea en su padre era mucho más efímera, pues se cubría en su constante manto de mentiras, con su carismático mantra: su sonrisa.
—No tío, los fantasmas no existen. Seguro que se lo ha inventado el viejo — —Increpó de nuevo el Inuzuka, por duodécima vez consecutiva.
Akane dejó caer un suspiro, cansado de escuchar a su hermano escudándose en su propia idea, en su camino para evadir una posible verdad. Con desdén lanzó sus orbes hacia el de rastas, queriendo decirle que ya bastaba, que era suficiente. Las palabras no fueron necesarias, entre ellos había un vinculo demasiado especial.
—¡Esta bien! ¡está bien! Ya paro... —Se quejó en lo que se llevaba ambas manos tras la nuca, esbozando una sonrisa. —Pero... ¿de verdad piensas que pueda haber un fantasma en esa mansión? ¡Hermano! ¡Eso es una tontería! ¡Y lo sabes!
La melodía volvía a sonar, en ese tremebundo runrún que parecía no tener un final declarado. Por suerte o por desgracia, habían llegado hasta la misma entrada de Notsuba. Quizás esa incesante pesadez del rastas llegase a su final en breve. El can atisbó nada mas cruzar las puertas a los lugares mas altos, donde solían hallarse las fortalezas encantadas en los libros y películas. Pero en Notsuba eso era como buscar una aguja en un pajar...
Los dojos se enlosaban a lo largo de la vista hasta casi rozar el sol, y eso que andaban a poco más de medio día; siendo así que el astro rey podía andar perfectamente en lo más alto. La gente caminaba por las calles con bastante tránsito, siendo quizás común en un día entre semana, y enarbolando la posible serenidad de aquél hermoso lugar con un bullicio más bien de urbe que de un lugar tan tradicional y dedicado a la meditación y el entrenamiento.
—¿Prewwwuguntamos?
Etsu se adelantó un poco, buscando a quién podían preguntar —Si, estaría bien... de lo contrario vamos a tardar una eternidad.
—No tío, los fantasmas no existen. Seguro que se lo ha inventado el viejo — —Increpó de nuevo el Inuzuka, por duodécima vez consecutiva.
Akane dejó caer un suspiro, cansado de escuchar a su hermano escudándose en su propia idea, en su camino para evadir una posible verdad. Con desdén lanzó sus orbes hacia el de rastas, queriendo decirle que ya bastaba, que era suficiente. Las palabras no fueron necesarias, entre ellos había un vinculo demasiado especial.
—¡Esta bien! ¡está bien! Ya paro... —Se quejó en lo que se llevaba ambas manos tras la nuca, esbozando una sonrisa. —Pero... ¿de verdad piensas que pueda haber un fantasma en esa mansión? ¡Hermano! ¡Eso es una tontería! ¡Y lo sabes!
La melodía volvía a sonar, en ese tremebundo runrún que parecía no tener un final declarado. Por suerte o por desgracia, habían llegado hasta la misma entrada de Notsuba. Quizás esa incesante pesadez del rastas llegase a su final en breve. El can atisbó nada mas cruzar las puertas a los lugares mas altos, donde solían hallarse las fortalezas encantadas en los libros y películas. Pero en Notsuba eso era como buscar una aguja en un pajar...
Los dojos se enlosaban a lo largo de la vista hasta casi rozar el sol, y eso que andaban a poco más de medio día; siendo así que el astro rey podía andar perfectamente en lo más alto. La gente caminaba por las calles con bastante tránsito, siendo quizás común en un día entre semana, y enarbolando la posible serenidad de aquél hermoso lugar con un bullicio más bien de urbe que de un lugar tan tradicional y dedicado a la meditación y el entrenamiento.
—¿Prewwwuguntamos?
Etsu se adelantó un poco, buscando a quién podían preguntar —Si, estaría bien... de lo contrario vamos a tardar una eternidad.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~