11/01/2016, 01:08
(Última modificación: 11/01/2016, 01:09 por Hanamura Kazuma.)
El barco se mecía con ligereza a causa de aquel oleaje sin fuerzas. El mar se encontraba en calma, con un aliento fresco y salado. Por sobre la cubierta el sol de primavera brillaba con fuerza, mostrando un espectáculo de luces en las aguas calmas. No había pasado ni un día desde que la nave zarpo de las costas del remolino, y una bandada de gaviotas parecía dispuesta a acompañarles hasta donde comenzaban las aguas del té.
Después de un largo paseo por las bodegas, Kazuma decidió salir a tomar un poco de aire. Estar bajo cubierta le había aburrido. Al principio tenía la intensión de curiosear que clase de mercancías exóticas llevarían, pero todas resultaban ser cosas comunes en Uzushio. Era una nave de comercio, por lo que seguramente embarcarían artículos en las Islas del Té, para luego importarlo.
«Definitivamente es una gran nave —se dijo a sí mismo, apreciando los cincuenta metros de eslora—. Sabía que el viejo seria dueño de una o dos embarcaciones, pero no pensé que tuviera algo tan bonito.»
El buque había pasado toda la temporada de invierno en el astillero, pues con las tormentas ocasionales, navegar aquel mar era algo peligroso. Pero en cuanto llego la primavera, se echo a la mar junto con cientos de mercaderes que se dirigían a las Islas del Té.
«Espero lleguemos pronto —deseo, viendo por la borda hacia el horizonte—. En el mes de Bienvenida, las plantas comienzan a recuperarse de la época fría y es luego en Primera Flor, cuando las plantas que proporcionan las hojas y flores para las infusiones, emergen y se multiplican.»
En definitiva resultaba la mejor época del año para ser un amante del té. La demanda continental era enorme, pero el nombre de estas islas tenía una razón de ser. Rebosaban en cosechas y sus puertos trabajaban día y noche sin descanso, asegurando la justa venta e intercambio de su principal fuente de ingresos.
Sin duda, al joven de blanca melena le hubiera gustado realizar un recorrido turístico por aquellas islas que tan fantásticas se le hacían. Pero tenía un deber, o mejor dicho una misión que cumplir. Su maestro lo había enviado a buscar un cargamento exclusivo para él. En sí, la tarea no debía de resultar algo muy importante, pero aseguraba que sería una buena forma de que su pupilo conociera mundo y ganara algo experiencia.
Después de un largo paseo por las bodegas, Kazuma decidió salir a tomar un poco de aire. Estar bajo cubierta le había aburrido. Al principio tenía la intensión de curiosear que clase de mercancías exóticas llevarían, pero todas resultaban ser cosas comunes en Uzushio. Era una nave de comercio, por lo que seguramente embarcarían artículos en las Islas del Té, para luego importarlo.
«Definitivamente es una gran nave —se dijo a sí mismo, apreciando los cincuenta metros de eslora—. Sabía que el viejo seria dueño de una o dos embarcaciones, pero no pensé que tuviera algo tan bonito.»
El buque había pasado toda la temporada de invierno en el astillero, pues con las tormentas ocasionales, navegar aquel mar era algo peligroso. Pero en cuanto llego la primavera, se echo a la mar junto con cientos de mercaderes que se dirigían a las Islas del Té.
«Espero lleguemos pronto —deseo, viendo por la borda hacia el horizonte—. En el mes de Bienvenida, las plantas comienzan a recuperarse de la época fría y es luego en Primera Flor, cuando las plantas que proporcionan las hojas y flores para las infusiones, emergen y se multiplican.»
En definitiva resultaba la mejor época del año para ser un amante del té. La demanda continental era enorme, pero el nombre de estas islas tenía una razón de ser. Rebosaban en cosechas y sus puertos trabajaban día y noche sin descanso, asegurando la justa venta e intercambio de su principal fuente de ingresos.
Sin duda, al joven de blanca melena le hubiera gustado realizar un recorrido turístico por aquellas islas que tan fantásticas se le hacían. Pero tenía un deber, o mejor dicho una misión que cumplir. Su maestro lo había enviado a buscar un cargamento exclusivo para él. En sí, la tarea no debía de resultar algo muy importante, pero aseguraba que sería una buena forma de que su pupilo conociera mundo y ganara algo experiencia.