14/10/2020, 23:31
El chico marchó del lugar, y terminó yendo a la casa "encantada" reiterando sobre las pautas ofrecidas. La guía o indicaciones habían sido más que acertadas, y no tardó en topar con un gran número de personas. Éstas le dificultaban el paso, pero a base de alzar la voz y andar apartando a la gente, no tardaría en dar con la misma puerta del sitio. Ésta estaba abierta, aunque precintada con un par de cintas que, curiosamente parecían estar arrancadas recientemente.
Entre los comentarios de la gente, seguramente podría percibir algún "¿otro shinobi más?" o bien algún "¿dónde se cree que va ese joven?". No era de extrañar, el transito hacia dentro no era de lo más frecuente, normalmente la dirección de marcha era contraria.
Para antes de que el chico pudiese atravesar el umbral de la puerta, una mano lo tomaría del hombro, buscando acaparar su atención. Se trataba de un hombre adulto, de quizás cuarenta años. Éste vestía un kimono blanco, con un simbolo verde en el pecho, que seguramente pertenecía a algún grupo de artes marciales del lugar. Su cabellera era corta y rubia, y sus ojos negros como dos pozos de petróleo.
—Chico... —interrumpió al shinobi. —Ten cuidado, esa casa no es buen asunto. Ya hay otro shinobi dentro, pero aún así es peligroso. Deberían tener cuidado.
Lo primero que vería tras el umbral de la puerta principal, era un pasillo sin decoración alguna. Las paredes, lisas y de color anaranjado, no presentaban grietas, humedades o deterioro. Al final del mismo, tras uno veinte metros, se hallaba una puerta de madera cerrada. De hecho, si intentaba abrir se encontraría con que ésta estaba cerrada, y era el único sitio por el que acceder al resto de la casa.
Entre los comentarios de la gente, seguramente podría percibir algún "¿otro shinobi más?" o bien algún "¿dónde se cree que va ese joven?". No era de extrañar, el transito hacia dentro no era de lo más frecuente, normalmente la dirección de marcha era contraria.
Para antes de que el chico pudiese atravesar el umbral de la puerta, una mano lo tomaría del hombro, buscando acaparar su atención. Se trataba de un hombre adulto, de quizás cuarenta años. Éste vestía un kimono blanco, con un simbolo verde en el pecho, que seguramente pertenecía a algún grupo de artes marciales del lugar. Su cabellera era corta y rubia, y sus ojos negros como dos pozos de petróleo.
—Chico... —interrumpió al shinobi. —Ten cuidado, esa casa no es buen asunto. Ya hay otro shinobi dentro, pero aún así es peligroso. Deberían tener cuidado.
Lo primero que vería tras el umbral de la puerta principal, era un pasillo sin decoración alguna. Las paredes, lisas y de color anaranjado, no presentaban grietas, humedades o deterioro. Al final del mismo, tras uno veinte metros, se hallaba una puerta de madera cerrada. De hecho, si intentaba abrir se encontraría con que ésta estaba cerrada, y era el único sitio por el que acceder al resto de la casa.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~