24/10/2020, 02:09
Ryūnosuke vio el cambio en su mirada. Fue algo muy sutil, algo que solo alguien con gran percepción, o que le conociese desde hacía mucho tiempo, podía captar. El color carmesí del Sharingan de Uchiha Zaide siempre había sido muy particular. Cuando lo mirabas, uno tenía la sensación de que no era un color estático, sino que, aunque realmente no cambiase, era como estar contemplando un mar rojo en calma, o una herida abierta. Tenía esa viveza. Esa dinamismo. Ahora Ryūnosuke le miraba y tan solo veía… un iris rojo. Como puede serlo el tapón de una ame-cola o una salsa de tomate.
—Has perdido las ganas de vivir —comprendió de pronto. Un hombre así era peligroso. Un imbécil que deseaba su propia muerte hacía tonterías inesperadas. No obstante, no fue peligro lo que sintió Ryūnosuke, sino lástima—. Es una pena, Zaide. Te he llegado a respetar.
»Te merecías ir al otro barrio sabiendo la verdad.
—Has perdido las ganas de vivir —comprendió de pronto. Un hombre así era peligroso. Un imbécil que deseaba su propia muerte hacía tonterías inesperadas. No obstante, no fue peligro lo que sintió Ryūnosuke, sino lástima—. Es una pena, Zaide. Te he llegado a respetar.
»Te merecías ir al otro barrio sabiendo la verdad.