24/10/2020, 02:15
Uchiha Zaide no bajó la mano imbuida en electricidad, que seguía apuntando al pecho de Ryū, pero su boca se abrió en una expresión confusa.
—¿Qué dices?
—Tu hermana.
Aquella palabra le golpeó el pecho como un martillo helado.
—¿Qué dices…? —repitió, casi sin voz. Se había desconcentrado tanto que dejó de suministrar el suficiente chakra para mantener el Chidori—. ¿Qué cojones dices, huh?
—Digo, Zaide, que te mentí. No fui yo quien mandó asesinar a tu hermana.
Zaide abrió la boca para replicar, pero no supo qué decir.
—Cinco años atrás, cuando tu hermana hizo esa misión… No fui yo quién preparó la trampa. Ni quien dio la orden. Te dije a ti y al resto de Ryūtōs que había sido yo para ocultar la verdad. Porque sabía que, de lo contrario, irías a por el asesino real. Y el asesino, al contrario que yo, no te sobreviviría.
Zaide torció la cabeza y entrecerró su ojo sano, intentando captar mejor la expresión facial de Ryū. Su timbre en la voz. Su respiración.
—Mientes —soltó, convencido. Al sucio bastardo debió parecerle que dijo algo gracioso, porque soltó una carcajada gutural.
—¿A cuántos acabo de matar, Zaide? ¿¡A cuántos!? ¿Doscientas? ¿Quinientas personas? ¿Te crees que me importa añadir una más a la lista? —preguntó con absoluta indiferencia—. No maté a tu hermana, Zaide. Aunque me alegré de su muerte. En su momento pensé que eso te centraría. Veía tanto potencial en ti… —Se encogió de hombros. Aquello ya no importaba—. Te diré una prueba más: tu hermana no murió la noche que tú crees. La tumba que le hiciste, fuera donde fuera, no tiene sus huesos.
—¿Qué dices?
—Tu hermana.
Aquella palabra le golpeó el pecho como un martillo helado.
—¿Qué dices…? —repitió, casi sin voz. Se había desconcentrado tanto que dejó de suministrar el suficiente chakra para mantener el Chidori—. ¿Qué cojones dices, huh?
—Digo, Zaide, que te mentí. No fui yo quien mandó asesinar a tu hermana.
Zaide abrió la boca para replicar, pero no supo qué decir.
—Cinco años atrás, cuando tu hermana hizo esa misión… No fui yo quién preparó la trampa. Ni quien dio la orden. Te dije a ti y al resto de Ryūtōs que había sido yo para ocultar la verdad. Porque sabía que, de lo contrario, irías a por el asesino real. Y el asesino, al contrario que yo, no te sobreviviría.
Zaide torció la cabeza y entrecerró su ojo sano, intentando captar mejor la expresión facial de Ryū. Su timbre en la voz. Su respiración.
—Mientes —soltó, convencido. Al sucio bastardo debió parecerle que dijo algo gracioso, porque soltó una carcajada gutural.
—¿A cuántos acabo de matar, Zaide? ¿¡A cuántos!? ¿Doscientas? ¿Quinientas personas? ¿Te crees que me importa añadir una más a la lista? —preguntó con absoluta indiferencia—. No maté a tu hermana, Zaide. Aunque me alegré de su muerte. En su momento pensé que eso te centraría. Veía tanto potencial en ti… —Se encogió de hombros. Aquello ya no importaba—. Te diré una prueba más: tu hermana no murió la noche que tú crees. La tumba que le hiciste, fuera donde fuera, no tiene sus huesos.