24/10/2020, 02:17
Ryūnosuke lo vio en su expresión. Si bien al principio la duda no era más que la llama de una vela bajo la tormenta en mar abierto, ahora el candelabro había caído sobre la cubierta del barco y prendía en llamas el navío entero.
—La enterré con mis propias manos… ¡La tuve en mis jodidos brazos! ¿Qué coño me estás contando, huh?
—Y yo sostuve tu cabeza, que yo mismo arranqué, con estas manos —replicó, alzando sus manos tan grandes como zarpas de osos para mostrárselas al Uchiha—. Y aún así…
Ahí estaba él.
—No creas que eres el único que sabe engañar a la gente, Zaide. Dragón Rojo ya lo hizo con Kaido una vez: dimos su cadáver a Amegakure para que lo creyesen muerto. En este caso, el asesino hizo lo mismo.
—La enterré con mis propias manos… ¡La tuve en mis jodidos brazos! ¿Qué coño me estás contando, huh?
—Y yo sostuve tu cabeza, que yo mismo arranqué, con estas manos —replicó, alzando sus manos tan grandes como zarpas de osos para mostrárselas al Uchiha—. Y aún así…
Ahí estaba él.
—No creas que eres el único que sabe engañar a la gente, Zaide. Dragón Rojo ya lo hizo con Kaido una vez: dimos su cadáver a Amegakure para que lo creyesen muerto. En este caso, el asesino hizo lo mismo.