27/10/2020, 00:31
Al igual que el resto de las Islas del Té, la Mediana Roja es un lugar tranquilo, un puente de unión entre la naturaleza y el hombre caracterizada por sus villas rurales, el té rojo que con tanto afán sirve su gente y la enorme selva que la rodea. Muchos buscaban la tranquilidad de Zawara, su capital, para desconectar del mundo y tomarse unas pequeñas vacaciones. No era el caso de Juro, claro. Al fin y al cabo, los exiliados no tienen trabajo, ni vacaciones.
Aquel día, por casualidad o por obra del destino, Eikyuu Juro se encontraba en ese mismo lugar, en esa misma taberna. Un chico que antaño había sido un mero ninja común y corriente y que ahora el tiempo y las circunstancias de la vida habían convertido en un prófugo.
Estaba sentado en una de las mesas, cerca de la barra, y completamente solo. Su apariencia había sido transformada por un básico Henge, convirtiéndolo en un hombre de alrededor de unos treinta años, con el pelo rapado, ojos marrones y unas facciones comunes, que vestía ropajes oscuros. Lo justo para encajar en ese lugar sin que nadie le hiciera muchas preguntas. Tras tanto tiempo huyendo y ocultándose, había aprendido unos trucos.
¿La razón de su presencia? Estaba de paso. En una búsqueda mucho más grande, que le había mantenido ocupado durante meses desde que decidió salir del desierto. Otra vez había vuelto a su rutina: permanece poco, ocultate y no dejes huella. Es la única manera de sobrevivir.
Pero ahora tenía un objetivo. Algo que hacía que las noches se le hicieran menos largas, que sus pesadillas dejaran de martirizarle y que su corazón, de vez en cuando, pareciera latir otra vez al mismo ritmo que antes.
En el tiempo que llevaba buscando no se había encontrado con nadie y no había conseguido nada. Una absoluta perdida de tiempo, que esperaba remediar dentro de poco. Sin embargo, a veces los imprevistos ocurren y no puedes hacer nada para evitarlo. Eso mismo fue lo que sucedió cuando aquel hombre entró en la taberna de una manera muy escandalosa, suplicando por ayuda. Con un rápido vistazo el marionetista pudo comprobar que estaba lleno de sudor (debía de haber corrido hasta ese lugar) y por alguna razón, estaba manchado de tierra. Puede que viniera de los mismos cultivos o de algún lugar de la selva cercana a la aldea.
Juro sabía que ya había dejado de ser ninja hace tiempo. No era su obligación ayudar a nadie. Cuanto más pasara desapercibido, mejor. Había mil y una razones para no ayudar a esa persona, por mucho que su mirada lo suplicara...
... y aun así, no pudo controlar ese impulso en su cuerpo. Nunca había dado la espalda a nadie que necesitara ayuda, y al parecer, tampoco lo haría aquel día. La compasión que siempre había caracterizado al viejo Juro afloraba en él sin control, ignorando incluso sus instintos de supervivencia.
Parecía estar disfrutando de aquello. Juro suspiró mentalmente y se dirigió al hombre, al tiempo que se acercaba.
— ¿Qué ocurre? ¿Se encuentra bien? — Su voz era un poco más grave de lo normal y su mirada, más firme, pero aun así, esperó poder calmar a aquel hombre.
Aquel día, por casualidad o por obra del destino, Eikyuu Juro se encontraba en ese mismo lugar, en esa misma taberna. Un chico que antaño había sido un mero ninja común y corriente y que ahora el tiempo y las circunstancias de la vida habían convertido en un prófugo.
Estaba sentado en una de las mesas, cerca de la barra, y completamente solo. Su apariencia había sido transformada por un básico Henge, convirtiéndolo en un hombre de alrededor de unos treinta años, con el pelo rapado, ojos marrones y unas facciones comunes, que vestía ropajes oscuros. Lo justo para encajar en ese lugar sin que nadie le hiciera muchas preguntas. Tras tanto tiempo huyendo y ocultándose, había aprendido unos trucos.
¿La razón de su presencia? Estaba de paso. En una búsqueda mucho más grande, que le había mantenido ocupado durante meses desde que decidió salir del desierto. Otra vez había vuelto a su rutina: permanece poco, ocultate y no dejes huella. Es la única manera de sobrevivir.
Pero ahora tenía un objetivo. Algo que hacía que las noches se le hicieran menos largas, que sus pesadillas dejaran de martirizarle y que su corazón, de vez en cuando, pareciera latir otra vez al mismo ritmo que antes.
En el tiempo que llevaba buscando no se había encontrado con nadie y no había conseguido nada. Una absoluta perdida de tiempo, que esperaba remediar dentro de poco. Sin embargo, a veces los imprevistos ocurren y no puedes hacer nada para evitarlo. Eso mismo fue lo que sucedió cuando aquel hombre entró en la taberna de una manera muy escandalosa, suplicando por ayuda. Con un rápido vistazo el marionetista pudo comprobar que estaba lleno de sudor (debía de haber corrido hasta ese lugar) y por alguna razón, estaba manchado de tierra. Puede que viniera de los mismos cultivos o de algún lugar de la selva cercana a la aldea.
Juro sabía que ya había dejado de ser ninja hace tiempo. No era su obligación ayudar a nadie. Cuanto más pasara desapercibido, mejor. Había mil y una razones para no ayudar a esa persona, por mucho que su mirada lo suplicara...
... y aun así, no pudo controlar ese impulso en su cuerpo. Nunca había dado la espalda a nadie que necesitara ayuda, y al parecer, tampoco lo haría aquel día. La compasión que siempre había caracterizado al viejo Juro afloraba en él sin control, ignorando incluso sus instintos de supervivencia.
«Jejejeje.
Supongo que algunas cosas no cambian, ¿eh?
Menuda suerte la nuestra»
Supongo que algunas cosas no cambian, ¿eh?
Menuda suerte la nuestra»
Parecía estar disfrutando de aquello. Juro suspiró mentalmente y se dirigió al hombre, al tiempo que se acercaba.
— ¿Qué ocurre? ¿Se encuentra bien? — Su voz era un poco más grave de lo normal y su mirada, más firme, pero aun así, esperó poder calmar a aquel hombre.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60