28/10/2020, 18:38
Sumida en su mundo de carboncillo, goma y papel, la genin ni se dio cuenta de que alguien se acercaba hacia ella. No fue hasta que las distancias eran minúsculas e insignificantes hasta que cayó en el hecho, bueno... eso y que la chica que se había acercado la saludó, y preguntó que hacía. Aiko no pudo evitar dar un pequeño saltito, que incluso terminó con el lápiz cayendo al suelo. Llevó su mirada hacia la chica, pudiendo ver a una más que abrigada pelirroja. Parecía la reencarnación de la abominable mujer de las nieves, esa criatura mitológica que aparecía en Yukio y secuestraba niños que paseaban por las calles de noche.
Aiko terminó riendo, le había propinado un buen susto, pero para nada se lo había tomado a mal. Buscó con la zurda el lápiz, en lo que con la diestra tornaba un poco el dibujo para mostrárselo.
—Buenas tardes, Eri. Andaba aquí dibujando un poco, despejándome un poco —contestó.
A decir verdad, hacía bastante tiempo que no hablaba con ella o la veía por las calles. Quizás había estado ocupada, o bien había sido Aiko quien había dedicado más tiempo de lo habitual a las misiones y el entrenamiento, todo era posible. Pero fuese como fuese, era una auténtica pena, pues Eri había sido también una de las personas que más la habían apoyado en la aldea en sus primeros pasos, junto a Datsue.
—¿Que es de ti? Ya hacía bastante que no te veía...
Torció de nuevo el dibujo hacia sí misma, y lo dejó reposar entre sus piernas. Por ahora lo dejaría tal cual estaba, tenía toda la eternidad para terminarlo, literalmente.
Aiko terminó riendo, le había propinado un buen susto, pero para nada se lo había tomado a mal. Buscó con la zurda el lápiz, en lo que con la diestra tornaba un poco el dibujo para mostrárselo.
—Buenas tardes, Eri. Andaba aquí dibujando un poco, despejándome un poco —contestó.
A decir verdad, hacía bastante tiempo que no hablaba con ella o la veía por las calles. Quizás había estado ocupada, o bien había sido Aiko quien había dedicado más tiempo de lo habitual a las misiones y el entrenamiento, todo era posible. Pero fuese como fuese, era una auténtica pena, pues Eri había sido también una de las personas que más la habían apoyado en la aldea en sus primeros pasos, junto a Datsue.
—¿Que es de ti? Ya hacía bastante que no te veía...
Torció de nuevo el dibujo hacia sí misma, y lo dejó reposar entre sus piernas. Por ahora lo dejaría tal cual estaba, tenía toda la eternidad para terminarlo, literalmente.