8/11/2020, 01:12
El chico a vista de Etsu parecía un tanto raro, un tanto más de la cuenta. Él no había puesto ni quitado seguro alguno de la puerta, y no era de extrañar que para él fuese inverosímil el comentario del chico. De igual modo, agradeció al rastas que abriese la puerta, a lo cuál se encogió de hombros. No había hecho nada, el abrir tampoco le había supuesto molestia. El joven paseó por la sala, en lo que se presentaba a Etsu. Casi al instante, alzó la mano extendiéndosela al rastas, en un formal saludo.
El Inuzuka apretó la mano de éste en muestra de buena voluntad —Mi nombre es Inuzuka Etsu.
Se volteó y comenzó a moverse por la sala de nuevo, casi intranquilo. El chico llegó al centro, hasta poco menos de unos metros de un concentrado Akane, y señalando al can preguntó si se trataba de su mascota.
—Él es Inuzuka Akane, y no es una mascota, es un shinobi como tú o como yo.
Quizás había escuchado demasiadas veces esa pregunta, y por ello cada vez contestaba con menos humor a la misma. No era maleducado, pero es como ir de compras a un supermercado con tu hija, y que decenas de extraños te preguntasen de qué pasillo habías tomado a la niña. Pero en fin...
A paso casi perdido, el joven continuó andando por la sala, hasta parar ante un cuadro que quedó mirando. Sin demora, preguntó qué hacía el Inuzuka en ese lugar. Isamu quedó mirando detenidamente la obra de arte, y debido a la cercanía con ésta, al tiempo incluso podría darse cuenta que entre la nieve había un pequeño bulto del mismo tono blanquecino, pero que sobresalía a duras penas.
—Pues venía porque un amigo de mi abuelo vive justo en el edificio contiguo, y le ha pedido que nos acercasemos para echarle un ojo a la casa. Al parecer, dicen que la casa está... bueno, ya sabes... embrujada o algo. —rió levemente en lo que extendía ambos brazos y volteaba hacia las habitaciones. —La gente es demasiado supersticiosa.
El Inuzuka apretó la mano de éste en muestra de buena voluntad —Mi nombre es Inuzuka Etsu.
Se volteó y comenzó a moverse por la sala de nuevo, casi intranquilo. El chico llegó al centro, hasta poco menos de unos metros de un concentrado Akane, y señalando al can preguntó si se trataba de su mascota.
—Él es Inuzuka Akane, y no es una mascota, es un shinobi como tú o como yo.
Quizás había escuchado demasiadas veces esa pregunta, y por ello cada vez contestaba con menos humor a la misma. No era maleducado, pero es como ir de compras a un supermercado con tu hija, y que decenas de extraños te preguntasen de qué pasillo habías tomado a la niña. Pero en fin...
A paso casi perdido, el joven continuó andando por la sala, hasta parar ante un cuadro que quedó mirando. Sin demora, preguntó qué hacía el Inuzuka en ese lugar. Isamu quedó mirando detenidamente la obra de arte, y debido a la cercanía con ésta, al tiempo incluso podría darse cuenta que entre la nieve había un pequeño bulto del mismo tono blanquecino, pero que sobresalía a duras penas.
—Pues venía porque un amigo de mi abuelo vive justo en el edificio contiguo, y le ha pedido que nos acercasemos para echarle un ojo a la casa. Al parecer, dicen que la casa está... bueno, ya sabes... embrujada o algo. —rió levemente en lo que extendía ambos brazos y volteaba hacia las habitaciones. —La gente es demasiado supersticiosa.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~