8/11/2020, 01:43
Eri no tardó en ofrecer su ayuda también a Aiko, en lo que respectaba al fuinjutsu. La verdad, siempre había escuchado que era una de las mejores en esa materia, por lo menos en Uzushioakure. Tener a otra mentora, junto a Datsue y Nozomi, tampoco estaba mal. Tres mentores son mejores que uno, las matemáticas así lo afirman. Pero antes siquiera de que le dijese algo, vino el tema del chico que les ofertó ir a la taberna. La oferta incluía bebida y un lugar calentito, además de la contienda de chistes.
La respuesta de la jonin fue abrumadora, preguntando si era posible eso de que diesen dinero por contar chistes malos. Aiko no pudo evitar reír, y con las mismas dijo que se veía bien la idea. La pelirroja se puso en pie y extendió la mano hacia la inmortal para ayudarla a levantarse, en lo que aclaraba que también estaba dispuesta a ir.
—¡Si! —contestó con entusiasmo.
Tomó la mano de Eri, y dejó el bloc de dibujos así como el estuche bajo su brazo izquierdo, y casi sin esfuerzo se levantó. Sacudió con su ahora libre mano su vestimenta, y no pudo evitar moverse como un flan cuando otro escalofrío recorrió su cuerpo de abajo a arriba.
—¿Sabéis llegar o necesitáis que os acompañe?
—Sé donde queda, muchas gracias.
—Genial, así puedo continuar buscando a más clientes. Gracias, y nos vemos.
La kunoichi adelantó el paso, en lo que se despedía del chico con un mero gesto agitado de mano.
—Hace un tiempo tuvimos Datsue y yo una misión cerca de esa panadería, por eso sé donde está —aclaró a Eri.
El paseo no sería demasiado largo, apenas cinco minutos andando a un ritmo tranquilo. Salieron del parque, torcieron hacia la derecha, un par de calles mas arriba giraron hacia la izquierda, y a mitad de calle toparon con el cartel de la panadería: Koke-delicias. La pelirroja miró ambas fachadas cercanas al lugar mencionado, y a la izquierda de la misma topó con una baraja de cartas a modo de letrero. La puerta era de madera, y andaba medio abierta. Dentro sonaba una música muy baja, y se escuchaba un gran barullo de gente.
—S-supongo que es aquí...
Nada más entrar, toparían con una sala oscura donde una leve luz rojiza iluminaba un mostrador al final de la misma. A la derecha había una cortina echada, de color rojizo, que daba seguramente a la sala principal. A la izquierda habían cuatro percheros, que andaban casi a tope de abrigos. Tras el mostrador había un chico moreno, de piel también morena y orbes celestes. Éste vestía parecido al chico que les había invitado al lugar, o prácticamente igual.
La respuesta de la jonin fue abrumadora, preguntando si era posible eso de que diesen dinero por contar chistes malos. Aiko no pudo evitar reír, y con las mismas dijo que se veía bien la idea. La pelirroja se puso en pie y extendió la mano hacia la inmortal para ayudarla a levantarse, en lo que aclaraba que también estaba dispuesta a ir.
—¡Si! —contestó con entusiasmo.
Tomó la mano de Eri, y dejó el bloc de dibujos así como el estuche bajo su brazo izquierdo, y casi sin esfuerzo se levantó. Sacudió con su ahora libre mano su vestimenta, y no pudo evitar moverse como un flan cuando otro escalofrío recorrió su cuerpo de abajo a arriba.
—¿Sabéis llegar o necesitáis que os acompañe?
—Sé donde queda, muchas gracias.
—Genial, así puedo continuar buscando a más clientes. Gracias, y nos vemos.
La kunoichi adelantó el paso, en lo que se despedía del chico con un mero gesto agitado de mano.
—Hace un tiempo tuvimos Datsue y yo una misión cerca de esa panadería, por eso sé donde está —aclaró a Eri.
El paseo no sería demasiado largo, apenas cinco minutos andando a un ritmo tranquilo. Salieron del parque, torcieron hacia la derecha, un par de calles mas arriba giraron hacia la izquierda, y a mitad de calle toparon con el cartel de la panadería: Koke-delicias. La pelirroja miró ambas fachadas cercanas al lugar mencionado, y a la izquierda de la misma topó con una baraja de cartas a modo de letrero. La puerta era de madera, y andaba medio abierta. Dentro sonaba una música muy baja, y se escuchaba un gran barullo de gente.
—S-supongo que es aquí...
Nada más entrar, toparían con una sala oscura donde una leve luz rojiza iluminaba un mostrador al final de la misma. A la derecha había una cortina echada, de color rojizo, que daba seguramente a la sala principal. A la izquierda habían cuatro percheros, que andaban casi a tope de abrigos. Tras el mostrador había un chico moreno, de piel también morena y orbes celestes. Éste vestía parecido al chico que les había invitado al lugar, o prácticamente igual.