15/11/2020, 23:05
(Última modificación: 16/11/2020, 00:45 por Eikyuu Juro. Editado 1 vez en total.)
Los tres hombres avanzaron sin perder más tiempo. Atravesaron los campos de té y una pradera cercana, para luego ir introduciéndose en la maleza. De camino, se cruzaron con una pareja de ancianos que, amablemente, cedieron dos herramientas agrícolas a sus compañeros de viaje. Juro se mantuvo al margen, consciente de que en una posible pelea, esos dos solo le supondrían estorbos. Aun así, no se lo impidió: al fin y al cabo, no podía quitarles el derecho a luchar por su vida.
Un hecho que le preocupó sumamente le vino a la mente en cuanto comenzaron a caminar. El borracho que afirmaba ser su guía parecía querer comprobar si el marionetista le seguía, y al hacerlo, torcía la cabeza. Mucho.
Entonces, la razón acudió a Juro como mensajera poco deseada.
«¿Y si este hombre tiene problemas de visión? » — Sus ojos nublados al principio le habían parecido otro síntoma de su alcohol, pero... ¿Y si era así? No era ciego, pero parecía tener dificultades para enfocar. Si era de cerca o de lejos, era algo que ya no controlaba, y el que estuviera como una cuba tampoco ayudaba.
Por primera vez se sintió un tanto inquieto mientras avanzaban por aquel mundo natural. Allí donde la humanidad no se había atrevido a poner su firma, los árboles crecían irregularmente reclamando la tierra como suya, los hierbajos cubrían casi todo su cuerpo y criaturas misteriosas amenazaban a los intrusos con su mirada. Juro se sintió un explorador al principio, pero pronto, esa sensación pasó y se dio cuenta de que otra verdad: ellos no debían de estar ahí. Estaban metiéndose en terreno prohibido.
— Soy solo un viajero errante. Mi nombre no importa mucho — contestó Juro, cuando el borracho quiso saber su nombre. Podría haberle mentido, pero estaba demasiado concentrado en su alrededor como para enfocarse en su personaje.
No hubo tiempo para hablar. Cruzaron el riachuelo y, junto a una concentración de guayabas, encontraron un cesto volcado. El padre les comunicó, de manera desesperada, que ahí había sido el lugar donde ocurrió el accidente.
Juro observó los alrededores con rapidez. Tal y como el hombre decía, había una huella enorme de un animal desconocido para él. Arbustos aplastados y ramas partidas en línea recta, que daban a entender que una criatura enorme las había atravesado de manera descontrolada. Era imposible que aquello fuera un engaño: de verdad se enfrentaban a un animal gigante.
— Primero una serpiente, luego un tigre y ahora un gorila. Menudo monstruo más variopinto — comentó Juro, con sorna. La verdad es que la cuestión no le parecía nada graciosa, pero no podía sonar nervioso. Fuera lo que fuera, lo exterminaría, de eso no había duda —. Bueno, al menos lo tenemos, ¿no? Solo hay que seguir el rastro de su destrucción y llegaremos a su guarida.
Con suerte, aún no sería demasiado tarde.
Un hecho que le preocupó sumamente le vino a la mente en cuanto comenzaron a caminar. El borracho que afirmaba ser su guía parecía querer comprobar si el marionetista le seguía, y al hacerlo, torcía la cabeza. Mucho.
Entonces, la razón acudió a Juro como mensajera poco deseada.
«¿Y si este hombre tiene problemas de visión? » — Sus ojos nublados al principio le habían parecido otro síntoma de su alcohol, pero... ¿Y si era así? No era ciego, pero parecía tener dificultades para enfocar. Si era de cerca o de lejos, era algo que ya no controlaba, y el que estuviera como una cuba tampoco ayudaba.
Por primera vez se sintió un tanto inquieto mientras avanzaban por aquel mundo natural. Allí donde la humanidad no se había atrevido a poner su firma, los árboles crecían irregularmente reclamando la tierra como suya, los hierbajos cubrían casi todo su cuerpo y criaturas misteriosas amenazaban a los intrusos con su mirada. Juro se sintió un explorador al principio, pero pronto, esa sensación pasó y se dio cuenta de que otra verdad: ellos no debían de estar ahí. Estaban metiéndose en terreno prohibido.
— Soy solo un viajero errante. Mi nombre no importa mucho — contestó Juro, cuando el borracho quiso saber su nombre. Podría haberle mentido, pero estaba demasiado concentrado en su alrededor como para enfocarse en su personaje.
No hubo tiempo para hablar. Cruzaron el riachuelo y, junto a una concentración de guayabas, encontraron un cesto volcado. El padre les comunicó, de manera desesperada, que ahí había sido el lugar donde ocurrió el accidente.
Juro observó los alrededores con rapidez. Tal y como el hombre decía, había una huella enorme de un animal desconocido para él. Arbustos aplastados y ramas partidas en línea recta, que daban a entender que una criatura enorme las había atravesado de manera descontrolada. Era imposible que aquello fuera un engaño: de verdad se enfrentaban a un animal gigante.
— Primero una serpiente, luego un tigre y ahora un gorila. Menudo monstruo más variopinto — comentó Juro, con sorna. La verdad es que la cuestión no le parecía nada graciosa, pero no podía sonar nervioso. Fuera lo que fuera, lo exterminaría, de eso no había duda —. Bueno, al menos lo tenemos, ¿no? Solo hay que seguir el rastro de su destrucción y llegaremos a su guarida.
Con suerte, aún no sería demasiado tarde.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60