16/11/2020, 22:11
Eri parecía efusiva, llena de un entusiasmo envidiable acerca de contar chistes malos sobre un escenario. Parecían el blanco y el negro, polos magnéticos totalmente contrarios.La jonin aseguró que pensarían si participarían en el concurso, en lo que se adentraba en la sala contigua, la principal.
La sala era bastante amplia, al menos mucho más de lo que pudiese parecer por la fachada del recinto. Habían un total de tres filas de cinco mesas, cada cuál tenía un total de seis sillas a cada lado, lo que hacía un total de ciento ochenta posibles espectadores y/o concursantes. Una cifra sin duda estremecedora, por lo menos para una de las pelirrojas. Tanto las sillas como las mesas eran de pura madera, barnizada eso sí, pero realmente simples. El suelo parecía tarima, las paredes eran de un color oscuro, y al fondo había una barra donde tres camareras y tres camareros parecían atender los pedidos. Al flanco derecho, un escenario se alzaba a casi medio metro del resto del suelo, con un micrófono en el medio del mismo, y una cortina roja atrás de todo.
Apenas habiendo entrado, la Uumaki preguntó a su acompañante cómo lo veía. Ésta, que recién entraba a la sala, se vio bastante abrumada por el dantesco panorama. —P-pues... me da bastante corte... la verdad. A-además... no sé, mm-mis chistes malos... son muy malos...
Sonrió un poco incómoda, en lo que señalaba una mesa que aún estaba libre —¿Nos sentamos ahí?
La sala era bastante amplia, al menos mucho más de lo que pudiese parecer por la fachada del recinto. Habían un total de tres filas de cinco mesas, cada cuál tenía un total de seis sillas a cada lado, lo que hacía un total de ciento ochenta posibles espectadores y/o concursantes. Una cifra sin duda estremecedora, por lo menos para una de las pelirrojas. Tanto las sillas como las mesas eran de pura madera, barnizada eso sí, pero realmente simples. El suelo parecía tarima, las paredes eran de un color oscuro, y al fondo había una barra donde tres camareras y tres camareros parecían atender los pedidos. Al flanco derecho, un escenario se alzaba a casi medio metro del resto del suelo, con un micrófono en el medio del mismo, y una cortina roja atrás de todo.
Apenas habiendo entrado, la Uumaki preguntó a su acompañante cómo lo veía. Ésta, que recién entraba a la sala, se vio bastante abrumada por el dantesco panorama. —P-pues... me da bastante corte... la verdad. A-además... no sé, mm-mis chistes malos... son muy malos...
Sonrió un poco incómoda, en lo que señalaba una mesa que aún estaba libre —¿Nos sentamos ahí?