14/12/2020, 01:44
(Última modificación: 14/12/2020, 01:47 por Eikyuu Juro. Editado 1 vez en total.)
Juro no dio ninguna explicación a aquel hombre. Al fin y al cabo, no tenía por qué. En su defensa, podía decir que nunca había asegurado ser un hombre adulto. Y mucho menos alguien honrado. Pero ahí estaba, cumpliendo con un deber que él mismo se había impuesto, por lo que era mejor no hablar.
El hombre borracho aseguró que iluminaría su camino y aunque seguía mostrando signos de haber bebido, su paso se volvió más decidido. Entonces su guadaña se iluminó. Juro reconoció enseguida el uso de chakra y la naturaleza elemental. Exactamente igual que aquella vez. La técnica no le había sorprendido: al fin y al cabo, ya había asumido que aquel hombre, de alguna manera u otra, tenía habilidades shinobi.
Por primera vez en todo el viaje, se alegró de haberle permitido venir, aunque sabía que no había sido decisión suya.
Se adentraron en aquella siniestra cueva, donde las sombras danzaban tímidamente frente a la luz de la guadaña. El olor se hacía más nauseabundo a cada paso. Juro arrugó el gesto y trató de recobrar la compostura que había perdido antes. Fuera lo que fuera, la necesitaría para lo que estaba a punto de ver.
El hombre se detuvo. A Juro se le aceleró el corazón.
Si el marionetista no se hubiera serenado, podría haber salido corriendo perfectamente. El monstruo que tenía delante era una aberracción de la naturaleza: su cuerpo era el de un gorila enorme y antinatural, pero lo coronaban otras dos cabeza más, la de una serpiente y la de un tigre. Eso explicaba los sonidos, las descripciones de los aldeanos. No es que fuera una criatura extraña o confusa: es que era las tres cosas mezcladas de una manera monstruosa.
No era Kurama, aunque su chakra estaba en ello. Tampoco era un bijuu. Pero poco le faltaba. Las siete colas que ondeaban en aquella bestia practicamente le estaban insultando. Parecía una burla. ¿Quién es el verdadero y quién es el falso monstruo?
Chōmei no dijo nada más, pero Juro lo entendió. Entendió que aquella cosa era obra de aquel bijuu sediento de sangre y poder. Un bijuu artificial creado por otro bijuu. Las piernas le fallaron. Había esperado muchas cosas, pero no esto. ¿Cómo de fuerte sería esta criatura? ¿Tendría que utilizar su poder al completo? Si iniciaba una pelea a tal escala, podrían destruir todo el lugar. Asesinaría a la niña, a sus compañeros y quizá, a toda la aldea cercana. ¿Y si era incapaz de ganar? ¿Y si su poder no era suficiente? ¿Y si todo volvía a repetirse?
Se mordió el labio y volvió en sí. Dudar era parte del Juro del pasado. Había cambiado. Tenía en frente un aliado de Kurama, y tal y como había jurado, debía destruirlo. Pero antes, había otra prioridad.
— Tenemos que rescatar a la niña primero. No puedo pelear con esa criatura con ella en medio. La acabaría matando — susurró Juro, y comprendió que era la única alternativa. Transformarse ahí, en aquella cueva, podría ser letal para todo el mundo.
Antes de tomar una decisión, Juro trató de examinar todos los detalles posibles. ¿Tenía suficiente espacio como para maniobrar? ¿Había algún lugar sobre el que poder refugiarse o esconderse de la criatura, o por el contrario, no tenía más remedio que avanzar de frente los diez metros hasta ella?
El hombre borracho aseguró que iluminaría su camino y aunque seguía mostrando signos de haber bebido, su paso se volvió más decidido. Entonces su guadaña se iluminó. Juro reconoció enseguida el uso de chakra y la naturaleza elemental. Exactamente igual que aquella vez. La técnica no le había sorprendido: al fin y al cabo, ya había asumido que aquel hombre, de alguna manera u otra, tenía habilidades shinobi.
Por primera vez en todo el viaje, se alegró de haberle permitido venir, aunque sabía que no había sido decisión suya.
Se adentraron en aquella siniestra cueva, donde las sombras danzaban tímidamente frente a la luz de la guadaña. El olor se hacía más nauseabundo a cada paso. Juro arrugó el gesto y trató de recobrar la compostura que había perdido antes. Fuera lo que fuera, la necesitaría para lo que estaba a punto de ver.
El hombre se detuvo. A Juro se le aceleró el corazón.
«Esto... esto no debería de existir.
Kurama, ¿Hasta donde piensas llegar?»
Kurama, ¿Hasta donde piensas llegar?»
Si el marionetista no se hubiera serenado, podría haber salido corriendo perfectamente. El monstruo que tenía delante era una aberracción de la naturaleza: su cuerpo era el de un gorila enorme y antinatural, pero lo coronaban otras dos cabeza más, la de una serpiente y la de un tigre. Eso explicaba los sonidos, las descripciones de los aldeanos. No es que fuera una criatura extraña o confusa: es que era las tres cosas mezcladas de una manera monstruosa.
No era Kurama, aunque su chakra estaba en ello. Tampoco era un bijuu. Pero poco le faltaba. Las siete colas que ondeaban en aquella bestia practicamente le estaban insultando. Parecía una burla. ¿Quién es el verdadero y quién es el falso monstruo?
Chōmei no dijo nada más, pero Juro lo entendió. Entendió que aquella cosa era obra de aquel bijuu sediento de sangre y poder. Un bijuu artificial creado por otro bijuu. Las piernas le fallaron. Había esperado muchas cosas, pero no esto. ¿Cómo de fuerte sería esta criatura? ¿Tendría que utilizar su poder al completo? Si iniciaba una pelea a tal escala, podrían destruir todo el lugar. Asesinaría a la niña, a sus compañeros y quizá, a toda la aldea cercana. ¿Y si era incapaz de ganar? ¿Y si su poder no era suficiente? ¿Y si todo volvía a repetirse?
Se mordió el labio y volvió en sí. Dudar era parte del Juro del pasado. Había cambiado. Tenía en frente un aliado de Kurama, y tal y como había jurado, debía destruirlo. Pero antes, había otra prioridad.
— Tenemos que rescatar a la niña primero. No puedo pelear con esa criatura con ella en medio. La acabaría matando — susurró Juro, y comprendió que era la única alternativa. Transformarse ahí, en aquella cueva, podría ser letal para todo el mundo.
Antes de tomar una decisión, Juro trató de examinar todos los detalles posibles. ¿Tenía suficiente espacio como para maniobrar? ¿Había algún lugar sobre el que poder refugiarse o esconderse de la criatura, o por el contrario, no tenía más remedio que avanzar de frente los diez metros hasta ella?
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60