23/12/2020, 16:43
Juro pudo por fin respirar un poco más tranquilo, en cuanto su clon regresó a él y los recuerdos se unieron a los suyos: la niña y el padre estaban bien y podrían escapar. Ya había cumplido su cometido. La buena acción se había terminado y ahora, esta lucha no era por esa niña, ni por nadie de la aldea, ni si quiera por el hombre que le había ayudado.
Esta lucha era contra Kurama. Algo mucho más personal para él.
Juro lo supo sin necesidad del aviso. Las tres cabezas de aquella monstruosidad, rebosantes de furia, espuma y rabia, le dedicaron una mirada furibunda. La criatura se impulsó y, utilizando todo su peso, se lanzó a por el chico. Si Juro recibía semejante golpe sin ninguna clase de protección, tendría pocas posibilidades de luchar después.
Con una mano, realizó el sello del carnero y al instante, ya no se encontraba ahí, sino a diez metros de distancia, en otro extremo de la cueva.
La bestia, sin embargo, si que encontraría un regalito cuando cayera al suelo que había dejado segundos antes de usar la técnica. Más concretamente, una pequeña capsula que, ante el peso, se rompería, liberando una nube de humo en un radio de cinco metros de distancia. Era una de sus adquisiciones más valiosas: gas lacrimogeno. En un humano, provocaría una incontrolable tos y una enorme picazón de ojos que le cegaría. Aunque no estaba seguro de sus efectos con la bestia, era una oportunidad que no pensaba desperdiciar.
Realizó tres sellos y dos esferas de aire comprimido salieron de su boca, directas al enorme cuerpo del monstruo.
El aspecto de Juro ya no era el mismo, puesto que estaba liberando, de manera voluntaria, el poder del bijuu. Un poder al que ya se había acostumbrado por fin. Un velo de energía burbujeante de color verde se había atorado a todo su cuerpo. Su cabeza estaba recubierta por cuernos, sus manos parecían garras y en su espalda, habían nacido cuatro colas de puro chakra, aunque se podía apreciar el inicio de la quinta. Pronto, formaría las siete. Se sentía más fuerte, más rápido, más hábil.
Pero no dejaría que eso le nublara. No otra vez.
Esta lucha era contra Kurama. Algo mucho más personal para él.
«¡Va a por nosotros! ¡Esquívalo!»
Juro lo supo sin necesidad del aviso. Las tres cabezas de aquella monstruosidad, rebosantes de furia, espuma y rabia, le dedicaron una mirada furibunda. La criatura se impulsó y, utilizando todo su peso, se lanzó a por el chico. Si Juro recibía semejante golpe sin ninguna clase de protección, tendría pocas posibilidades de luchar después.
Con una mano, realizó el sello del carnero y al instante, ya no se encontraba ahí, sino a diez metros de distancia, en otro extremo de la cueva.
La bestia, sin embargo, si que encontraría un regalito cuando cayera al suelo que había dejado segundos antes de usar la técnica. Más concretamente, una pequeña capsula que, ante el peso, se rompería, liberando una nube de humo en un radio de cinco metros de distancia. Era una de sus adquisiciones más valiosas: gas lacrimogeno. En un humano, provocaría una incontrolable tos y una enorme picazón de ojos que le cegaría. Aunque no estaba seguro de sus efectos con la bestia, era una oportunidad que no pensaba desperdiciar.
Realizó tres sellos y dos esferas de aire comprimido salieron de su boca, directas al enorme cuerpo del monstruo.
El aspecto de Juro ya no era el mismo, puesto que estaba liberando, de manera voluntaria, el poder del bijuu. Un poder al que ya se había acostumbrado por fin. Un velo de energía burbujeante de color verde se había atorado a todo su cuerpo. Su cabeza estaba recubierta por cuernos, sus manos parecían garras y en su espalda, habían nacido cuatro colas de puro chakra, aunque se podía apreciar el inicio de la quinta. Pronto, formaría las siete. Se sentía más fuerte, más rápido, más hábil.
Pero no dejaría que eso le nublara. No otra vez.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60