13/01/2021, 21:40
—Supongo. Era un monstruo con poder, pero no tenía más inteligencia que su instinto básico. Y este estaba en constante choque, porque cada cabeza actuaba a su manera. Eso es lo que le ha matado.
«¿Está hablando del engendro, o de Dragón Rojo?» Se preguntó por un momento. «Supongo que aplica a los dos, ¿huh?»
Kyūtsuki había atacado al resto de Cabezas de Dragón con su traición en favor de Umigarasu. Kaido les había hecho daño en el momento más importante de la organización. Akame siempre había ido a su bola. Ryū le había dejado medio ciego y mutilado el alma. Y él… Bueno, él era él. Con todo lo que ello implicaba. Era de necios sorprenderse siquiera de que hubiesen compartido el mismo destino que aquel amimal.
«¿Qué narices era esa cosa? Por no hablar de…» Volvió a dirigir la mirada hacia el joven, cuya antigua apariencia anecdótica y hasta inofensiva ahora había cambiado por un ser monstruoso. Tenía cuernos en la cabeza, garras por manos y varias colas de chakra puro nacían de su espalda.
—Tú has visto mi identidad y yo he visto la tuya. Supongo que es un empate. Gracias por ayudarme a salvar a esa niña.
Zaide miró de reojo a sus alrededores. No veía a la niña, ni al padre. Pensó que quizá el hombre la quiso llevar cuanto antes de vuelta a la seguridad del pueblo. Esa era una buena idea. Bajó la vista un instante: guijarros en el suelo se movían de arriba abajo. ¿Todavía el alcohol le nublaba la vista? Después de casi haber perdido la vida allí adentro, hubiese jurado que se le había quitado toda la borrachera.
Pero si bien la vista podía engañar a veces, no era así con el oído. Empezó a escuchar esas mismas piedras rebotando contra el suelo. Empezó a notar las vibraciones en su propia piel. Empezó...
—¿Qué cojo…?
Un aluvión de rocas salió disparada en todas direcciones. Tras estas, una enorme silueta surgió de entre el polvo y la montaña como lo haría la lava en erupción. Oh, qué inocentes habían sido al darlo por muerto. Por mucho que las cabezas luchasen entre ellas, por más que algunas hubiesen perecido —la cabeza del tigre colgaba, inerte, con el cráneo abierto; y la serpiente estaba medio aplasta y moribunda—, un monstruo no es tan fácil de matar.
El gorila les observó, con el pelaje pelado bañado en sangre y unos ojos desenfocados por la ira más absoluta. No volvió a embestir. No volvió a lanzar puñetazos. Simplemente abrió la boca…
...y una canica mitad blanca y mitad negra empezó a amasarse frente a él. Burbujas de ambos colores se apelotonaban alrededor de la esfera, que poco a poco empezó a hacerse más grande. Más y más. Tanto que la comisura de los labios del gorila empezó a desgarrarse. Tanto que sus pies se hundieron. Tanto que su propia mandíbula se desencajó por la presión.
Aquello era…
«¿Está hablando del engendro, o de Dragón Rojo?» Se preguntó por un momento. «Supongo que aplica a los dos, ¿huh?»
Kyūtsuki había atacado al resto de Cabezas de Dragón con su traición en favor de Umigarasu. Kaido les había hecho daño en el momento más importante de la organización. Akame siempre había ido a su bola. Ryū le había dejado medio ciego y mutilado el alma. Y él… Bueno, él era él. Con todo lo que ello implicaba. Era de necios sorprenderse siquiera de que hubiesen compartido el mismo destino que aquel amimal.
«¿Qué narices era esa cosa? Por no hablar de…» Volvió a dirigir la mirada hacia el joven, cuya antigua apariencia anecdótica y hasta inofensiva ahora había cambiado por un ser monstruoso. Tenía cuernos en la cabeza, garras por manos y varias colas de chakra puro nacían de su espalda.
—Tú has visto mi identidad y yo he visto la tuya. Supongo que es un empate. Gracias por ayudarme a salvar a esa niña.
Zaide miró de reojo a sus alrededores. No veía a la niña, ni al padre. Pensó que quizá el hombre la quiso llevar cuanto antes de vuelta a la seguridad del pueblo. Esa era una buena idea. Bajó la vista un instante: guijarros en el suelo se movían de arriba abajo. ¿Todavía el alcohol le nublaba la vista? Después de casi haber perdido la vida allí adentro, hubiese jurado que se le había quitado toda la borrachera.
Pero si bien la vista podía engañar a veces, no era así con el oído. Empezó a escuchar esas mismas piedras rebotando contra el suelo. Empezó a notar las vibraciones en su propia piel. Empezó...
—¿Qué cojo…?
¡¡¡GRRRRRROOOOOOOAAAAAARRRRRR!!!
Un aluvión de rocas salió disparada en todas direcciones. Tras estas, una enorme silueta surgió de entre el polvo y la montaña como lo haría la lava en erupción. Oh, qué inocentes habían sido al darlo por muerto. Por mucho que las cabezas luchasen entre ellas, por más que algunas hubiesen perecido —la cabeza del tigre colgaba, inerte, con el cráneo abierto; y la serpiente estaba medio aplasta y moribunda—, un monstruo no es tan fácil de matar.
El gorila les observó, con el pelaje pelado bañado en sangre y unos ojos desenfocados por la ira más absoluta. No volvió a embestir. No volvió a lanzar puñetazos. Simplemente abrió la boca…
...y una canica mitad blanca y mitad negra empezó a amasarse frente a él. Burbujas de ambos colores se apelotonaban alrededor de la esfera, que poco a poco empezó a hacerse más grande. Más y más. Tanto que la comisura de los labios del gorila empezó a desgarrarse. Tanto que sus pies se hundieron. Tanto que su propia mandíbula se desencajó por la presión.
Aquello era…
![[Imagen: Uchiha-Zaide-eyes2.png]](https://i.ibb.co/gwnNShR/Uchiha-Zaide-eyes2.png)