23/01/2021, 11:00
Escuchar que al menos tendría una oportunidad para explicarse hizo que sintiera un profundo alivio. Había imaginado muchos escenarios, pero en la mayoría, todo acababa en un baño de sangre. Puede que sus vínculos habían quedado olvidados, pero él nunca había querido cortarlos. Quizá, solo quizá, aún no estuvieran rotos de manera irremediable.
— Gracias — no dijo más, pero en su mirada se pudo apreciar el brillo de esperanza que por unos segundos sintió —. .. y a tí también voy a contartelo, Kumopansa, claro. No quiero sacarte fuera de esto.
Se aclaró la garganta y se cruzó de brazos. ¿Cómo empezar una historia semejante? Supuso que paso a paso. Habían pasado muchas cosas y no quería dejarse ninguna. Aunque era consciente de que el tiempo apremiaba y que los dos se podían impacientar, la cantidad de información que podía darle valía la pena. Muchísimo. Una de las cosas que durante aquel año había lamentado, además del exilio y el abandonar su antigua vida, era que la mayor parte de las cosas que habían descubierto aquel día no iban a ser sabidas por nadie. El único al que se las había contado no había tenido tiempo para comunicarlas, lamentablemente.
No sabía que haría Yota con aquella información, pero al menos con eso, uno de sus remordimientos desaparecería. Ahora su antiguo compañero compartiría la carga que tenía.
— Empecemos por el principio. Lo que ocurrió en aquella habitación con aquella persona de cuyo rostro aún soy incapaz de acordarme — Hizo una mueca —. Lo siento, sé que no es un recuerdo agradable. Esa persona me drogó y me secuestró. Anduvimos toda la noche viajando. Mi consciencia iba y venía, pero la droga era muy potente y mi cuerpo no respondía. Solo pude dejarme llevar por la situación. Al fin y al cabo, creía que estabas muerto y nadie más sabía mi paradero.
» La primera cosa que podría interesaros es que esa persona no aparentaba ser uno de los generales de Kurama. Por supuesto, no estoy seguro, pero sus palabras me lo hicieron notar. En la madrugada, me dejó en un sitio que había acordado con Kurama, en una cueva oculta en el interior de una cascada. Me esposó y me abandonó ahí, diciendo que otros llegarían a juzgar mi destino y que su trabajo había terminado. Como un intermediario — murmuró. Sus ojos se llenaron de angustia. No era un recuerdo agradable. Solo recordar la desesperación que había sentido en aquel momento. Abandonado, creyendo a su mejor amigo muerto, sabiendose a punto de ser víctima de un destino irremediable sin pronóstico de ayuda —. Después de que se marchara, apareció el verdadero general.
Juro era consciente de que parte de esta información Yota ya la sabía. Al fin y al cabo, tras volver, antes de partir a Kusagakure, tuvieron un breve encuentro. Pero lo que le dijo fue tan breve y tan manipulado para evitar revelar nada importante delante del resto de gente, que sentía la necesidad de empezar desde el principio y sincerarse del todo. Esperó que Yota lo entendiera.
— Gracias — no dijo más, pero en su mirada se pudo apreciar el brillo de esperanza que por unos segundos sintió —. .. y a tí también voy a contartelo, Kumopansa, claro. No quiero sacarte fuera de esto.
Se aclaró la garganta y se cruzó de brazos. ¿Cómo empezar una historia semejante? Supuso que paso a paso. Habían pasado muchas cosas y no quería dejarse ninguna. Aunque era consciente de que el tiempo apremiaba y que los dos se podían impacientar, la cantidad de información que podía darle valía la pena. Muchísimo. Una de las cosas que durante aquel año había lamentado, además del exilio y el abandonar su antigua vida, era que la mayor parte de las cosas que habían descubierto aquel día no iban a ser sabidas por nadie. El único al que se las había contado no había tenido tiempo para comunicarlas, lamentablemente.
No sabía que haría Yota con aquella información, pero al menos con eso, uno de sus remordimientos desaparecería. Ahora su antiguo compañero compartiría la carga que tenía.
— Empecemos por el principio. Lo que ocurrió en aquella habitación con aquella persona de cuyo rostro aún soy incapaz de acordarme — Hizo una mueca —. Lo siento, sé que no es un recuerdo agradable. Esa persona me drogó y me secuestró. Anduvimos toda la noche viajando. Mi consciencia iba y venía, pero la droga era muy potente y mi cuerpo no respondía. Solo pude dejarme llevar por la situación. Al fin y al cabo, creía que estabas muerto y nadie más sabía mi paradero.
» La primera cosa que podría interesaros es que esa persona no aparentaba ser uno de los generales de Kurama. Por supuesto, no estoy seguro, pero sus palabras me lo hicieron notar. En la madrugada, me dejó en un sitio que había acordado con Kurama, en una cueva oculta en el interior de una cascada. Me esposó y me abandonó ahí, diciendo que otros llegarían a juzgar mi destino y que su trabajo había terminado. Como un intermediario — murmuró. Sus ojos se llenaron de angustia. No era un recuerdo agradable. Solo recordar la desesperación que había sentido en aquel momento. Abandonado, creyendo a su mejor amigo muerto, sabiendose a punto de ser víctima de un destino irremediable sin pronóstico de ayuda —. Después de que se marchara, apareció el verdadero general.
Juro era consciente de que parte de esta información Yota ya la sabía. Al fin y al cabo, tras volver, antes de partir a Kusagakure, tuvieron un breve encuentro. Pero lo que le dijo fue tan breve y tan manipulado para evitar revelar nada importante delante del resto de gente, que sentía la necesidad de empezar desde el principio y sincerarse del todo. Esperó que Yota lo entendiera.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60